Cuando entrabamos a la playa, por una tarima de madera que hay dispuesta para no andar por la arena caliente, hemos coincidido con un abuelo que llevaba a sus dos nietos. Un niño de unos 4 años y una niña de unos 7. Alguna vez os he dicho que me encanta observar a la gente. Pues bien, este crío, me ha llamado pronto la atención, pues el grupo familiar iba justo delante de nosotros, y a mitad camino, el niño le ha dirigido a su abuelo una pregunta: "abu, ¿y esta tarde que haremos?, o sea, que el angelito, aún no había comenzado la mañana como aquél que dice y ya estaba queriendo saber lo que su "abu" tenía pensado hacer por la tarde. Un "iremos al parque" ha salido de la boca del tal abuelo, pero sin mucho entusiasmo...
Esta playa dispone de servicio de tumbonas y sombrillas. Hemos alquilado ambas y después de acomodarnos y tantear un poco el agua desde la orilla, nos hemos "pasado" un bocata de tortilla de patata, eso si, a medias...Mientras dábamos cuenta de él, he observado al "abu" que después de montar la sombrilla que traía de casa ha pasado a embadurnar a los críos de crema protectora "generosamente". Luego, de dos bolsas que llevaba, ha ido sacando toda clase de objetos playeros infantiles. No os exagero. Habían más de 15 piezas. Mientras la niña, con una clase especial, ha colocado su toalla en el suelo y se ha tumbado a tomar el sol, el "abu", ha colocado ordenadamente la ropa de todos en las varillas de la sombrilla y se ha dedicado un buen rato, mucho diría yo, a cavar un buen hoyo casi a la orilla del mar para su nieto. ¡Menuda paliza se ha dado! La distracción del niño era llenarlo, con cubos de agua que transportaba desde el mar. Calculando por encima la edad del abuelo, diría que tendría alrededor de los 65 años, esa generación que por imperativos sociales ha tenido que dedicarse a cuidar de sus nietos, para facilitar el horario laboral a sus hijos, que deben trabajar los dos si quieren vivir medianamente bien. Así están ahora las cosas.
Después de refrescarnos un poco en el mar, me he dado el gustazo de tumbarme en la hamaca, coger mi libro de poemas que hoy había elegido para llevarme a la playa, y una vez conectada a mi MP3, me he entregado a su lectura.
...Lo nuestro no es así, a que engañarnos,
lo nuestro es navegar sin encontrarnos,
a la deriva, amor, a la deriva.
Este fragmento pertenece a "Cuatro sonetos de amor", del sevillano Rafael de León... Preciosos.
El cielo. Casi, casi estaba en el cielo. La tranquilidad, la brisa del mar, el placer de la lectura, y de vez en cuando, cerrar los ojos y escuchar alguna canción favorita...(Si no te hubieras ido, de Maná), por ejemplo. ¿Se puede pedir más? Sería injusto que lo hiciera. Me basta.
La playa ha ido llenándose de gente. Lo esperaba. Al fin mi esposo ha dicho eso de: cuando quieras nos vamos.... que conociéndole, he traducido por eso de: vamonos ya, que está llenándose esto de gente. Otro día, más.
Estaba acabando de vestirme cuando he mirado de nuevo al "abu" y a sus nietos. En ese momento, llegaba la abuela con una nevera portátil y otra bolsa, seguro que con los almuerzos de los críos. Mientras, a sus padres, los he imaginado cumpliendo su horario de trabajo. He deseado que esta noche, cuándo se encuentren, no estén muy cansados. Sin duda, los críos, tendrán muchas cosas que contarles...
MAAT