25 de noviembre de 2010

Este jueves, un relato: Partes traseras, traseras partes.




Después de varios días de inactividad en mi blog por culpa de un virus que ha tenido a bien instalarse en mi cuerpo serrano-lo típico del invierno-, entré ayer y "descubrí" con cierta sorpresa el tema de la convocatoria para este jueves de nuestro amigo Gus. Tuve la oportunidad de confiarle ayer, por medio del chat de Facebook, que al leerlo, me había caído de culo. Tal cual.

No he sido capaz de concentrarme y poder estar a vuestra altura con el tema de hoy. Espero sepáis disculparme. Lo achaco al batiburrillo de medicamentos que mi galeno particular me ha ido recetando a lo largo de estos días -de momento, sin éxito- ya que, el inoportuno virus, es un completo ocupa y sigue instalado por mis fosas nasales complicándome la vida todo lo que puede. Espero que no pase de ahí...

Pero como no quiero quedarme otra semana fuera de la lista, os he traído un poema. Un poema dedicado al culo de las cosas. ¿Vale, no? Gracias guapetones.

POEMA AL CULO DE LAS COSAS

Hay culos que te invitan
Que te evitan
Culos señoriales
Hay culos ostentosos
Nóculos
Culos transversales
Traviesos
Hay culos olímpicos
Culos obviamente sentados
Culos cóncavos
Convexos
Confusos
Difusos
Culos fiesta del pueblo
Culos dominicales
Culantro
Culos por todas partes
en botellas, congestionamientos, infiernos
esculturas, ángeles, dioses
¡Ay culo!
¡Omnipresente culo!

Ismael Aranda

Quiero finalizar mi participación "juevera" compartiendo unas risas con vosotros a través de un chiste. También -cómo no-con una leve referencia a una parte trasera.

Llega un tipo a un hotel y pide una habitación.

El encargado le dice que sólo tiene una cama en un cuarto compartido, pero le advierte que, el otro huésped, ronca muy fuerte. El fulano, por estar demasiado cansado le responde que no hay problema y decide compartir la habitación...

A la mañana siguiente, el encargado le pregunta si durmió bien.

Perfectamente, como un angelito, muchas gracias!, el que no durmió fue el señor de los ronquidos.

-¿Y qué pasó con el señor de los ronquidos?

-Apenas entré en la habitación le di un besito en la mejilla y una palmadita en la nalga, a la vez que le decía casi en un susurro: "Hoy en cuánto te duermas, adivina para quien va a ser ese culito", y después de eso, él se pasó toda la noche con los ojos bien abiertos y con el culete pegado a la pared!

Moraleja: No hay grandes problemas...Sino grandes soluciones.

Maat

24 de noviembre de 2010

El mundo infantil

Era uno de las primeros días de Octubre. Como cada tarde, acudí a recoger a Irene al colegio. Su profe, intentaba organizar una fila con sus discípulos en una de las paredes del patio donde nos esperaban. El semblante de Irene estaba serio. A la voz de su nombre, abandonó la hilera con poco entusiasmo y, sin decirme nada, su pequeña mano izquierda se enlazó a la mía.

-¿Estás enfadada, Irene?-le pregunté



-No. No estoy enfadada. Estoy triste.



-¿Triste por qué, cariño? ¿Me lo quieres contar?, seguí con el interrogatorio perpleja e intrigada.


Mi pequeña amiga caminaba con paso cansino. Ni una vez tan sólo me pidió que observásemos a los pájaros que picoteaban por el jardín los restos de los bocadillos que los críos perdían en medio de sus juegos. Tampoco me invitó a mirar al cielo para adivinar las formas que las nubes dibujaban por encima de nosotras en esos momentos.


-Iván ya no quiere que sea su princesa, me respondió casi sin voz.


La miré asombrada. Me parecía mentira que una niña que no ha cumplido los cuatro años, se sintiera tan mal por semejante tema. Pero estaba claro que ese sentimiento que me había confiado, estaba desbordándola.


Intenté restarle importancia .


-No estés triste por eso, Irene. Eres muy guapa y verás como si que quiere que seas su princesa. A veces, los chicos, gastan bromas de esas.


Iván es un niño muy gracioso; moreno, menudo, con unos ojos negros muy vivos y todo él se mueve más, que el rabo de una lagartija. Y encima, es un zalamero.


-No es de broma. Él me ha dicho que ahora su novia es Candela. Le he preguntado a Tony si quiere ser el novio de Candela, pero me ha dicho que no...


-¿Y por qué le has preguntado eso?


-Porque Tony quiere ser mi novio...


Sin salir de mi asombro, llegamos al parque donde cada tarde le doy una merienda-cena. En lugar de ir a su balancín preferido, se quedó sentada a mi lado, acurrucada y mirando al suelo. Seguimos hablando. Le expliqué que iban al colegio a pasárselo bien, a aprender mucho y a jugar todo lo que pudieran. Que es muy bonito tener amigos y que los niños, tienen que ser muy felices...


Poco a poco fue animándose. A mitad de bocadillo ya decidió subirse en su juego preferido. Pero seguía pensativa, sin apartar sus ojos de mí, mientras se balanceaba levemente.


En uno de sus viajes a por un bocado de cena, se cuadró delante de mí para preguntarme:


-¿Iván crecerá...?


-Pues claro que crecerá, sobre todo si come lo bien que comes tú, respondí.


-Es que, en el patio, otros niños le llaman pequeñajo...

Ya no esperó respuesta. Mi comentario anterior parece que le había convencido. Se dirigió al tobogán y se sumó a los críos que esperaban su turno para deslizarse por él. Yo la observaba con toda la ternura que la conversación había ido depositando en mi alma.

El resto de la tarde jugó como una más. Su nube de tristeza, se había disipado...
Me produce cierta melancolía el comprobar que-algunas veces- el mundo infantil tiene cierta similitud con el mundo de los mayores. Son tan pequeños...


Os dejo un vídeo que una amiga me envió ayer desde el otro lado del charco. Es el que me hizo recordar mi vivencia con Irene, a primeros de Octubre.



Maat

22 de noviembre de 2010

Pastillas contra el dolor ajeno.





Por iniciativa de Médicos sin fronteras, se van a poner a la venta en las farmacias a las que acudimos con regularidad en busca de nuestros remedios, unas "Pastillas contra el dolor ajeno". El éxito de esta campaña depende de ti y de mi. De un euro de los nuestros.
(O más. Decide.)


Informate, por favor, y luego haz lo que tu corazón sugiera.






El resto de la campaña lo puedes conocer en:

http://www.msf.es/pastillascontraeldolorajeno/compralas.php




Médicos sin fronteras es una Fundación humanitaria privada, sin ánimo de lucro, creada en el año 1971 por un grupo de médicos y periodistas. La mayor parte de sus fondos, provienen de los cerca de 4 millones de socios y colaboradores que tienen repartidos por todo el mundo. Esa independencia financiera les permite decidir dónde y cuándo es necesario intervenir, sin aceptar presiones políticas, económicas o religiosas que condicionen sus ayudas.

Queda mucho por hacer y nosotros podemos ayudarles. ¿Vamos...?

Maat

13 de noviembre de 2010

Carlos Edmundo de Ory

Carlos Edmundo de Ory nació en Cádiz el 27 de Abril de 1923. Murió anteayer, día 11, en Thézy-Glimont (Francia) donde se afincó en 1967.



Llevo tan sólo un par de años dedicada en mis ratos libres a perderme entre libros de poemas. Leer poesía se ha convertido en un refugio personal que traza paréntesis muy placenteros dentro del mundo un poco loco en el que nos movemos a diario. En esos dos años, he leído a bastantes poetas. Pero, logicamente, me falta por conocer a muchisimos más. Quizá no tenga ni tiempo de leer a todos los que me gustaría. Hoy, he descubierto a Carlos Edmundo y ha sido a través de la triste noticia de su muerte. He buceado en Internet buscando información sobre su biografía y, sin duda, era una persona especial. Os dejo uno de sus poemas. Espero que sea de vuestro agrado.

UN VERSO MÁS

Un verso más Dios mío y otro día

y un paso más y un llanto más si cabe.

Pues que al verme vivir tan poco grave

digáis que es porque vivo todavía.

Pensar qué es esa cosa la alegría

que se me va del alma como un ave

que me deja una pluma y no lo sabe

y alimenta de alpiste mi agonía.

Solo en mi cuarto me voy viendo viejo

en la mentida risa ante el espejo

o en el beber o en el dejar el vaso.

Pero cada mañana como todos

vuelvo del sueño donde estoy de codos

y un verso más y un día más y un paso.

CARLOS EDMUNDO DE ORY

(D.e.p.)


10 de noviembre de 2010

Este jueves, un relato: Redes Sociales.







Cuando Clara procedió a abrocharse el cinturón de su butaca en el avión, se estremeció. Apenas el aparato comenzará a despegar, volvería a sentir esa libertad de la que gozaba cuando se encontraba respirando al lado de las nubes. Y a esa alteración se sumaba otra, la que le ocasionaba el imaginar su próximo encuentro con Celso.

Se conocieron virtualmente hacia algo más de tres años en un chat de una red social. Al cruce de sus primeras frases, siguieron poco a poco conversaciones cada vez más extensas amparados en la quietud de la noche. Palabra a palabra fueron tejiendo una tela de amistad más fuerte que las que nacen a través de la vida real. Celso le había enseñado muchas cosas. Sobre todo, a ver el lado positivo de la vida. Aplicaba una filosofía a los hechos que minimizaba los problemas que de vez en cuando se le planteaban a Clara y que le compartía con total confianza. Él, le hablaba de su trabajo, de sus inquietudes y de los sueños por los que luchaba y esperaba se hicieran realidad en un tiempo no muy lejano. Estaban compenetrados de tal forma que Celso, se había convertido en un bastión irrenunciable para Clara y él, se sentía satisfecho y compensado de poder serlo. Ambos tenían una vida real organizada. Pero la camaradería nacida entre ellos por medio de esa red social, estaba por encima de cualquier inconveniente que pudiera dañarlos. Y eso lo respetaban al máximo.

El avión tomó tierra y Clara se sintió presa de una tremenda agitación. Repasaba mentalmente la forma en que él le detalló como iba a ir vestido a esperarla. Vaqueros azul marino, camisa celeste y cazadora roja. Le causaba una impresión especial el hecho de ponerle cara, voz y cuerpo a una persona con la que estaba manteniendo trato a través de la pantalla de su ordenador durante tanto tiempo. Ese instante se estaba convirtiendo en mágico...

Lo vio en cuanto se abrieron las puertas de acceso al hall del aeropuerto. Estaba colocado estrategicamente justo enfrente de la salida. Ambos recorrieron el camino que los separaba y Clara le tendió su mano derecha con una amplia sonrisa en el rostro. Celso se la tomó, pero en lugar de estrechársela la prendió en su cintura y luego la rodeo con sus brazos sumiéndose ambos en un cálido abrazo. Por fin se conocían en persona y ambos disfrutaban del momento.

Pasearon por la playa charlando sin descanso. Se quitaban la palabra el uno al otro para ponerse al día de sus vidas. Escribieron sus nombres en la arena mientras el mar los cubría con las puntillas que dibujaban sus olas en la orilla. Rieron, bromearon y hasta hubo momentos que llegaron a emocionarse por la oportunidad con que la vida les estaba obsequiando.

El lugar elegido para almorzar no pudo ser mejor, un restaurante de cara al mar que ese día vestía una llamativa gama de azules y, en cuya superficie, el sol trazaba alegres destellos dorados. Algunas gaviotas-las más osadas- remontaban la lechosa balaustrada de la terraza del establecimiento en busca de pequeños restos de comida desperdigados por el suelo.

Las horas de estar juntos transcurrieron con una rapidez imparable. Celso acompañó a Clara hasta la puerta de embarque indicada y, como despedida, se abandonaron en un abrazo mucho más vehemente que el de llegada. Al separarse, los ojos de ella aparecían empañados de indiscretas lágrimas.

-Han sido unas horas inolvidables, balbuceó Clara.

-Me alegra mucho que por fin nos hayamos conocido en carne y hueso, intentó bromear Celso.

- Y ya sabes. Cuando lo necesites, sólo tienes que silbarme...

Una vez pasado el mostrador del control, Clara se volvió para darse un último adiós. La figura de Celso se perdió tras las puertas automáticas.

Recostada en el asiento del avión que le devolvía a su vida real, intentó grabar en su memoria cada uno de los rasgos verdaderos de su apreciado amigo. Tan sólo en uno de ellos reconocía haberse equivocado al imaginarlos, el intenso y atrayente color verde de sus ojos.

Ya sobrevolaban las nubes cuando dirigió la mirada hacia el tornasolado cielo del atardecer.

-Gracias, musitó.

Se sentía feliz por las horas compartidas con Celso, por tenerlo como amigo, y por saber que iban a estar ahí siempre que lo necesitaran. Tan sólo tenían que silbarse...


Y todo, gracias a una red social.



Maat


Encontraréis más relatos en: http://callejamoran.blogspot.com/








8 de noviembre de 2010

Al ver por donde huyes

Al ver por donde huyes
dichoso cambiaría
las sendas interiores de tu alma
por las de alegres campos.
Que si tu fuga fuera
sobre verdes caminos
o sobre las espumas
y te vieran mis ojos,
seguirte yo sabría.
No hacia dentro de ti
donde te internas,
que al querer perseguirte
me doy contra los muros de tu cuerpo.
No hacia dentro de ti
porque no estemos:
tú, pálida, escondida.
Yo, como ante una puerta
ante tu pecho frío.

MANUEL ALTOLAGUIRRE


4 de noviembre de 2010

Os presento a Diana.



Diana llegó a mi familia el pasado 28 de Octubre, una semana antes de lo previsto. Es la segunda hija de mi sobrina-ahijada Paula. Una ligera contrariedad, en la recta final de su embarazo, aconsejó su ingreso en la clínica para tenerla en observación. Por la tarde, acudí a su lado para hacerle un rato de compañía. Comenzaba a atardecer cuando la cría envió claras señales de que estaba decidida a nacer ya. Aunque no nos dieron demasiadas explicaciones, todo hacia suponer que no iba a ser un parto sencillo, entre otras cosas, por la posición que presentaba el feto. Venia de cara.

Decidí quedarme con mi sobrina y su esposo y os aseguro que viví una de las experiencias más bonitas de mi vida. Ya comencé a emocionarme cuando Paula me pidió que eligiera la ropa que había que llevar al quirófano para vestir a Diana en cuanto naciera. El momento en el que decidieron bajarla a la sala de dilatación nos pilló a las dos solas en la habitación y me fui de acompañante. Al entrar en el ascensor las piernas no me respondían. Un cúmulo de sensaciones me invadían. Por un lado, la preocupación de que todo saliese bien unido al deseo de que madre e hija sufrieran lo menos posible. Por el otro, el pensar que en unas horas tendríamos a Diana en nuestros brazos me llenaba de gozo y ansiedad. Imposible contener las primeras lágrimas de la noche.

Tras cinco interminables horas, a Paula la trasladaron al paritorio. Su esposo la acompañó y yo me quedé a la puerta del quirófano siguiendo todo el proceso. No fue un parto fácil. El potente lloro de la recién nacida nos hizo respirar con alivio y un rosario de más lágrimas de emoción surcaron mi rostro.
A Diana no le hizo ninguna gracia ni los azotes de "bienvenida", ni esa primera ducha que Victoria -matrona sumamente eficiente- le dispensó implacable. Y así nos lo hizo saber en las siguientes tres horas por medio de su intermitente y sonoro llanto. Con la intención de que mi sobrina reposara un rato y se recuperara -en lo posible-del trance sufrido, decidí "pasear" con Diana en brazos y funcionó. Madre e hija descansaron un rato y yo conseguí despertar a mi brazo izquierdo que se había quedado profundamente dormido. (Diana pesó 3.400).


Os aseguro que no es pasión de tía-abuela. Diana es preciosa. Esta semana nos ha tenido un poco preocupados porque debido al severo régimen al que sometieron a su madre durante el embarazo por una diabetes gestacional, los valores de glucosa del la cría han estado demasiado bajos. Afortunadamente se ha superado el problema y -de momento- es una niña muy buena.

Como os decía al principio, ha sido una bonita e inolvidable experiencia la que he vivido con el nacimiento de Diana. Me siento una privilegiada por la oportunidad que he tenido de constatar tan de cerca de un verdadero milagro. El milagro de la VIDA.

Maat

1 de noviembre de 2010

Halloblogween: La caja de zapatos.





El hogar donde transcurrió mi niñez era una de esas casas antiguas, con techos altos y habitaciones espaciosas. Para llegar al dormitorio de mi hermano, necesariamente había que atravesar el de mis padres. Era el único cuarto interior y el menos iluminado de toda la vivienda. Pero a mí me encantaba jugar en él porque podía disfrutar de un amplísimo armario empotrado, todo de obra, que hacia de mis juegos una verdadera delicia. Tenía varios estantes hasta el techo donde mi madre almacenaba toda nuestra ropa y la de la casa con riguroso orden. La parte de abajo, estaba ocupada de pared a pared por multitud de perchas con el vestuario de mis hermanas mayores. Y ese era mi escondite preferido. Cada tarde, al regresar del colegio, pasaba horas enteras disfrazándome con sus vestidos. Entre ellos, almacenaba mis muñecos y los juguetes que compartía con mis amigas que muchos días venían hasta mi casa a jugar conmigo. La única condición que nos ponía mi madre para estar allí era que "luego", lo dejáramos todo como lo habíamos encontrado. Nos valía la pena obedecer.


Cierto día, ocurrió algo que nos fastidió el invento. Mi tía Balbina Luisa se presentó en casa con una vieja caja de zapatos. Era hermana de mi madre, quien le dispensaba el mayor de los respetos y se mostraba complaciente con ella hasta el infinito. Permanecía soltera y estaba considerada como una excelente cocinera. No vivía con nosotros.


Colocó el envase en la mesa camilla que teníamos en el salón y, destapándolo, nos dijo:


-Aquí tenéis mi mortaja preparada, cuidarla hasta el día que sea preciso utilizarla.


En aquel momento estábamos en casa solamente mi madre y yo. Nos miramos y ninguna de las dos pudimos pronunciar palabra. Mi tía iba mostrándonos una a una las piezas que contenía la añosa caja marrón: Un hábito de monja, zapatillas y medias de un blanco inmaculado reposaban, colocadas con sumo esmero, en el fondo. Una cruz de madera y un rosario de gruesas cuentas en madera del mismo tono que la cruz, completaban el "equipo".


Cuando fueron llegando mis hermanos y se percataron del tema, ninguno quería la caja en su habitación. Ni tan siquiera mi padre permitió que "la mortaja" descansara en el desahogado armario caoba de altos espejos del dormitorio de matrimonio.


Para entonces, ya tenía suficientemente claro lo que era y para qué servía la problemática caja que mi tía nos había encomendado. Al final, fue a parar al armario empotrado donde yo jugaba horas y horas. Durante una buena temporada dejé de hacerlo. Relacionaba aquella caja con un posible difunto que ya la habitara y mis visitas al armario en cuestión se espaciaron. De vez en cuando, mis hermanas tropezaban con ella buscando alguna cosa en las estanterías y el grito era descomunal. Jamás nos acostumbramos a su presencia.


Al casarse mi hermano, heredé esa habitación. Cada noche tenía que cerrar a tope las puertas del armario. Incluso rodando las llaves. Era incapaz de dormirme si un resquicio de puerta estaba abierto. El temor de que en aquella caja había algo más que una mortaja no dejaba de crearme desasosiego. Especialmente, en la oscuridad.


Menos mal que entonces no me dio por pensar que los espíritus atraviesan puertas, paredes y hasta pantallas de ordenadores.


¿Queréis comprobarlo? Tan sólo hay que llegar a:

http://teresacameselle.blogspot.com/


Maat