El pasado viernes me ocurrió algo realmente asombroso. Rozando la medianoche del día 19, me dispuse a escribir el relato para ese jueves. Acababa de animar a mi lavavajillas para que dejara brillantes los utensilios de cocina y mesa empleados en la cena. Apenas redactados los primeros párrafos, mi plateado electrodoméstico comenzó a pitar estridentemente. Acudí con rapidez a su lado para comprobar el motivo de su enfado. Una intermitente letra F de color rojo chillón bailaba en el panel de mandos acompañada de un número. Ambos eran nuevos para mi y opté por desconectar el aparato dejando lagrimosos y aún sucios todos sus habitantes. De noche, lo relativo a las averías eléctricas me infunden mucho respeto.
Seguí con mi relato y, una vez concluido ya en la madrugada del viernes me metí en el sobre, organizando mentalmente el día siguiente. Una de las primeras tareas que tendría que hacer sería localizar al técnico de Fagor.
Casi estaba en los brazos de Morfeo cuando comenzó a sonar mi teléfono fijo. Como a esas horas no esperas nada bueno no me paré ni a comprobar el número que me llamaba...
-¿Dígame...?
-Mamá, ¿que le has hecho a tu móvil? Marco y no da señal ninguna...
Con los nervios propios del momento, mi hijo me informaba que el coche que compartimos se había parado en medio de la calle y "otras letras rojas" en el salpicadero, anunciaban que el nivel de aceite estaba bajo y algo relativo a la polución del motor...
Eran las tres de la mañana. Mi lavavajillas no funcionaba, mi teléfono móvil se había muerto y mi coche, que acababa de pasar una "revisión de cortesía" al cumplir los dos años de rodaje, descansaba ya en su plaza de garaje al que había llegado sin más contratiempos...
Dormí poco y mal. En cuanto se hizo de día me coloqué delante del ordenador con mi buen tazón de cereales bañados en leche con nueces, dispuesta a encontrar en san Google el teléfono del técnico del lavavajillas. Mi gozo en un pozo. La pequeña pantalla se encendía, pero al medio minuto, se vestía calladamente de luto...Después de varios intentos, opté por dejarla descansar y con cierto malhumor procedí a meter todos los cacharros del lavavajillas en el fregadero para ser yo, la que les diera brillo y los dejara impolutos.
Con guardaespaldas incluido-mi esposo venía pegadito al maletero por si se paraba de nuevo-llevamos mi coche al taller. Se tomaron nota de todo lo sucedido y me aseguraron que de no surgir algún imprevisto, a las siete de la tarde mi coche estaría disponible.
Durante todo el día, Paco-la persona que me saca de todos mis apuros informáticos-y yo, jugamos al ratón y al gato. Mi móvil seguía sin funcionar y fue imposible quedar con él para que le diera una mirada a mi ordenador. También intenté que me solucionaran el problema con mi Samsung pantalla táctil-recién estrenado-pero en la tienda que me ¿atendieron? necesitaban algún dato del contrato para hacerlo y claro, no lo llevaba encima.
Terminaron con la puesta a punto de mi coche poco después de las 18,30 de la tarde. Después de hacerme una foto de 244 euros, el amable recepcionista del taller, me entregaba mi flamante vehículo. Apenas rodados unos metros, con verdadero asombro, escuché el soberano "taco" que mi hijo le dirigía a nuestro pequeño utilitario. Se había vuelto a parar, así, en seco... Regresamos al taller-que ya cerraba sus puertas-y con una mezcla de impotencia y rabia escuché como me "aconsejaban" inmovilizar el auto hasta que el lunes lo pasaran por la máquina de diagnosis...
Después de cenar, aún tuve ánimos para comprobar si a mi ordenador se le había pasado el luto. Pero no. Con el móvil tuve más suerte. Mi esposo le dio unos zarandeos y ¡milagro! volvió a funcionar de la manera más tonta. Y digo tonta porque, en el fondo, no descubrimos su rebeldía.
No me conformé con pasar todo el finde sin ordenador. Con la prehistórica torre del mismo a cuestas me encaminé a unos grandes almacenes donde sabía de la existencia de una "clínica de informática". Le esbocé el problema al encargado de la sección y conectó sus cables a mi torre. En pocos segundos, la pequeña pantalla que había unido a mi disco duro nos daba la "Bienvenida" y sin vestirse de luto, mostró los multicolores iconos que lucían en su escritorio. Anonadada, contemplé el espectáculo. Consciente de mi asombro, el "médico" de la clínica me aventuró que podía ser uno de mis cables que estuviera en mal estado o mi pantalla.
De vuelta a casa, comprobé entusiasmada que mi torre, mis cables y mi pantalla funcionaban de maravilla. ¿Que motivo tuvieron para abandonarme durante dos días? N.P.I. Igual el traqueteo del viaje puso los artilugios internos de la torre en su sitio. ¿Chi lo sa? Lo bien cierto, es que estaba tan contenta que fui incapaz de poner un dedo en el teclado, por si me cargaba algo de nuevo. Y ambos descansamos durante el resto del fin de semana.
El lunes, a media mañana, recogí de nuevo mi coche -¿reparado definitivamente?-
Esta vez la foto fue de 178 eurillos. Me cambiaron la caja servidora del motor, pero no me aseguran que la avería en concreto estuviera ahí. ¡Mandan cohones.! Es posible que otra parte del vehículo genere ese cese en dicha caja, pero "eso" no lo concreta la diagnosis. Hay que rodar el vehículo y comprobar que han acertado con la reparación...Muy fuerte, ¿no?
Yo, en lo que llevamos de semana y por si sirve de algo, cada vez que dejo mi coche aparcado en su plaza de garaje, le deposito un beso en el capó, a ver si con mimos, consigo que no vuelva a pararse...
En cuanto a mi lavavajillas...no he llamado al técnico. Este mes me he quedado sin presupuesto. Además, tengo un detergente de esos que "friegan solos", cuidan el medio ambiente, con un aroma muy agradable, cunde un huevo y me deja unas manos suaves, suaves...
Espero a lo largo de la semana, visitar vuestros blogs y leeros "desde el corazón".
Maat
Seguí con mi relato y, una vez concluido ya en la madrugada del viernes me metí en el sobre, organizando mentalmente el día siguiente. Una de las primeras tareas que tendría que hacer sería localizar al técnico de Fagor.
Casi estaba en los brazos de Morfeo cuando comenzó a sonar mi teléfono fijo. Como a esas horas no esperas nada bueno no me paré ni a comprobar el número que me llamaba...
-¿Dígame...?
-Mamá, ¿que le has hecho a tu móvil? Marco y no da señal ninguna...
Con los nervios propios del momento, mi hijo me informaba que el coche que compartimos se había parado en medio de la calle y "otras letras rojas" en el salpicadero, anunciaban que el nivel de aceite estaba bajo y algo relativo a la polución del motor...
Eran las tres de la mañana. Mi lavavajillas no funcionaba, mi teléfono móvil se había muerto y mi coche, que acababa de pasar una "revisión de cortesía" al cumplir los dos años de rodaje, descansaba ya en su plaza de garaje al que había llegado sin más contratiempos...
Dormí poco y mal. En cuanto se hizo de día me coloqué delante del ordenador con mi buen tazón de cereales bañados en leche con nueces, dispuesta a encontrar en san Google el teléfono del técnico del lavavajillas. Mi gozo en un pozo. La pequeña pantalla se encendía, pero al medio minuto, se vestía calladamente de luto...Después de varios intentos, opté por dejarla descansar y con cierto malhumor procedí a meter todos los cacharros del lavavajillas en el fregadero para ser yo, la que les diera brillo y los dejara impolutos.
Con guardaespaldas incluido-mi esposo venía pegadito al maletero por si se paraba de nuevo-llevamos mi coche al taller. Se tomaron nota de todo lo sucedido y me aseguraron que de no surgir algún imprevisto, a las siete de la tarde mi coche estaría disponible.
Durante todo el día, Paco-la persona que me saca de todos mis apuros informáticos-y yo, jugamos al ratón y al gato. Mi móvil seguía sin funcionar y fue imposible quedar con él para que le diera una mirada a mi ordenador. También intenté que me solucionaran el problema con mi Samsung pantalla táctil-recién estrenado-pero en la tienda que me ¿atendieron? necesitaban algún dato del contrato para hacerlo y claro, no lo llevaba encima.
Terminaron con la puesta a punto de mi coche poco después de las 18,30 de la tarde. Después de hacerme una foto de 244 euros, el amable recepcionista del taller, me entregaba mi flamante vehículo. Apenas rodados unos metros, con verdadero asombro, escuché el soberano "taco" que mi hijo le dirigía a nuestro pequeño utilitario. Se había vuelto a parar, así, en seco... Regresamos al taller-que ya cerraba sus puertas-y con una mezcla de impotencia y rabia escuché como me "aconsejaban" inmovilizar el auto hasta que el lunes lo pasaran por la máquina de diagnosis...
Después de cenar, aún tuve ánimos para comprobar si a mi ordenador se le había pasado el luto. Pero no. Con el móvil tuve más suerte. Mi esposo le dio unos zarandeos y ¡milagro! volvió a funcionar de la manera más tonta. Y digo tonta porque, en el fondo, no descubrimos su rebeldía.
No me conformé con pasar todo el finde sin ordenador. Con la prehistórica torre del mismo a cuestas me encaminé a unos grandes almacenes donde sabía de la existencia de una "clínica de informática". Le esbocé el problema al encargado de la sección y conectó sus cables a mi torre. En pocos segundos, la pequeña pantalla que había unido a mi disco duro nos daba la "Bienvenida" y sin vestirse de luto, mostró los multicolores iconos que lucían en su escritorio. Anonadada, contemplé el espectáculo. Consciente de mi asombro, el "médico" de la clínica me aventuró que podía ser uno de mis cables que estuviera en mal estado o mi pantalla.
De vuelta a casa, comprobé entusiasmada que mi torre, mis cables y mi pantalla funcionaban de maravilla. ¿Que motivo tuvieron para abandonarme durante dos días? N.P.I. Igual el traqueteo del viaje puso los artilugios internos de la torre en su sitio. ¿Chi lo sa? Lo bien cierto, es que estaba tan contenta que fui incapaz de poner un dedo en el teclado, por si me cargaba algo de nuevo. Y ambos descansamos durante el resto del fin de semana.
El lunes, a media mañana, recogí de nuevo mi coche -¿reparado definitivamente?-
Esta vez la foto fue de 178 eurillos. Me cambiaron la caja servidora del motor, pero no me aseguran que la avería en concreto estuviera ahí. ¡Mandan cohones.! Es posible que otra parte del vehículo genere ese cese en dicha caja, pero "eso" no lo concreta la diagnosis. Hay que rodar el vehículo y comprobar que han acertado con la reparación...Muy fuerte, ¿no?
Yo, en lo que llevamos de semana y por si sirve de algo, cada vez que dejo mi coche aparcado en su plaza de garaje, le deposito un beso en el capó, a ver si con mimos, consigo que no vuelva a pararse...
En cuanto a mi lavavajillas...no he llamado al técnico. Este mes me he quedado sin presupuesto. Además, tengo un detergente de esos que "friegan solos", cuidan el medio ambiente, con un aroma muy agradable, cunde un huevo y me deja unas manos suaves, suaves...
Espero a lo largo de la semana, visitar vuestros blogs y leeros "desde el corazón".
Maat