29 de noviembre de 2012

Este jueves, un relato: A la luz de una vela.

La humilde luz de una vela ilumina débilmente nuestros rostros. Tú, dormitas en el sofá, con el mando de la televisión aún entre tus dedos. Yo, contemplo el espectáculo a través de la ventana. Me hechizan las tormentas. La de esta noche es de mis preferidas. Suena como si los ángeles andaran cambiando de sitio todos los muebeles del cielo. Poderosas culebrillas iluminan la negra noche rasgando y haciendo crujir la enlutada bóveda celeste. La lluvía cae con fuerza sobre los cristales y diminutas gotas pugnan por vencer en desenfrenadas carreras, deslizándose por ellos.

Se ha hecho tarde. La luz no regresa. Una importante avería nos ha dejado sumidos en la oscuridad más absoluta. Afuera, la tormenta ha ido amanainando. La quietud, te despierta. Me enlazas por la cintura y vamos camino de nuestra alcoba mientras la luz de la vela agranda nuestras sombras por el pasillo.

Imposible conciliar el sueño. La vela sigue consumiéndose en la mesilla de noche adornada por caprichosos chorreones en los que va convirtiéndose. Pero aún nos alumbra. Lo suficiente para dibujar en el techo nuestras figuras superpuestas abandonadas al juego del amor.

El amor, a la luz de una vela.

Más velas encendidas en Brisa de Venus



26 de noviembre de 2012

Propuesta del lunes, ánimos y ....PATINES

He tenido que zambullirme en un pequeño mueble de mi despacho en el que reposan varías decenas de álbumes de fotografías que he ido atesorando a lo largo de mi vida. En concreto, buscaba esta que acompaña a mis letras. Espero que, por lo menos, dibuje una sonrisa en vuestro rostro el contemprarla. Está tomada ni se sabe en que año, en el patio de mi colegio. Sentía verdadero pavor de "subirme" a esos patines, pero mis amigas Conchin y Lola, me convencieron que lo hiciera prometiéndome que no me soltarían...Cumplieron su promesa y tomamos fotos para inmortalizar el momento.




El tiempo ha seguido su marcha y, emocionada, recuerdo momentos como aquél que sirvieron para fraguar la verdadera amistad que aún hoy, conservo de algunas de aquellas compis de cole. Y ya han pasado más de 40 años...Un verdadero lujo.

Feliz fin de lunes. Os deseo un placentero y repardor descanso.

Lupe

.¿Hasta cuando...?

Yo recorto

 tú recortas 

él recorta

nosotros recortamos

vosotros recortáis

ellos NO recortan. 

(¿Hasta cuando?) 


Lupe

15 de noviembre de 2012

Este jueves, un relato: Una de tres


Cada domingo, el mismo ritual. Llegaba a casa jadeante por el esfuerzo de subir cuatro pisos en un pis-pas luciendo todavía  en su cabeza el largo velo blanco,  fruncido entre sus trenzas,  como parte del uniforme que debía vestir para asistir a la impepinable Misa de 12 en la capilla de su colegio. Los lunes, la madre Julia pasaba lista y la ausencia de cruces de asistencia en la lista correspondiente, daba origen a íncomodos interrogatorios...

Ilusionada, y con una sonrisa en el rostro que solo ella conocia qué la motivaba, pasaba  a realizar el trabajo que más grato le era de toda la semana. En la galeria, y encima de la artesa que su madre utilizaba para lavar la ropa, se empleaba a fondo para embadurnar, con un diminuto pincel, sus sandalias de los días de fiesta. En unos minutos, ese lechoso tinte espeso con el sol de cómplice,  las dejaba impolutas, como recién compradas. 



Las horas del resto del día, hasta las 5 de la tarde, se hacían interminables. A esa hora, entre risas y carreras, y engalanadas con sus almidonados vestidos de los domingos, acudía con su grupo de amigas a la clandestina y casta cita en  la señorial calle de La Paz, para "ver" a sus chicos. Y empleo bien el verbo ver, porque tan solo iban a eso, a verse. Ellas paseaban picaronas por un lado de la calle, y ellos, por la acera opuesta, les regalaban piropos entre llamativos aspavientos. El suyo era Pici, y le tenía colada hasta los huesos. Cada una se había elegido uno, incluso había candidatos con más de una enamorada. "Su" chico era  Pici porque nadie lo quería, pues para el resto de la panda femenina era el más feo y destartalado de los muchachos. Por eso ella lo habia elegido, e incluso le había puesto nombre, Pici, por áquello de "mas feo que Picio". Pero tenía la sonrisa más bonita de todos y un salero especial para guiñarle el ojo.

Así transcurría el resto de la tarde hasta la inexorable hora de volver a casa. Calle arriba, calle abajo, recogiendo sonrisas, piropos, alentadoras palabras sueltas, guiños, momentos maravillosos vividos con intensidad que alimentaban el resto de la semana, esperando el próximo domingo para volver a ver a sus chicos. Solo verlos y escucharlos desde la otra acera. Porque estar juntos en el mismo lado todavía lo tenían prohibido. No tenían edad...Se conformaban tan solo, con vivir una quimera.

Lupe

Más relatos en el entrañable blog de Neógeminis

9 de noviembre de 2012

Este jueves, un relato: Volvemos en seis minutos.






A la introducción que nos hace  Gus desde su blog para el tema de esta semana, diré que la televisión se metió en nuestros hogares, de forma oficial, el 28 de Octubre de 1956.  Ese día televisión española, lanzaba  oficialmente desde los estudios del  Paseo de La Habana, su primer programa. A mi casa  llegó unos años más tarde. Y de esos años de tele en blanco y negro recuerdo con especial cariño una serie-muy poco cariñosa-que se llamaba "Los intocables". 

Os decía que a mi casa vino unos años más tarde, ya entrados los sesenta. Donde llegó mucho antes fue a casa de Don Eugenio, nuestro vecino, un militar retirado por causa de una ceguera inesperada, y que, tanto él como su familia, se convirtieron con el paso de los años, en parte de la mía. 

No recuerdo exactamente que día de la semana emitían dicha serie. Lo que si recuerdo con verdadero agrado, es el cuadro que organizamos para disfrutar de cada episodio televisado. La casa de Don Eugenio era espectacular. Al lado de la puerta de entrada había un gran salón, de techos altos y paredes revestidas con toda clase de cuadros imaginables. Un enorme y cómodo sofá de terciopelo marrón a juego con dos mullidos  butacones orejeros acompañaban a un reluciente piano, conformando todo el mobiliario de la estancia. La grandiosidad de unas puertas lacadas en blanco marfileño con picaportes dorados, daba paso a una cómoda sala de estar, donde se hacia "la vida" en esa casa. Un gran balcón daba a la Gran Vía del Marqués del Turia, y tras sus cristales, Don Eugenio se pasaba muchas horas al día disfrutando de la claridad que sus ojos conseguían apreciar de vez en cuando...

Apenas unos minutos antes de comenzar a emitirse la serie, mi madre, mis hermanas y yo, bajábamos a casa de nuestros vecinos, ocupando la espaciosa sala que, ese día, sufría algunos cambios...Sus  enormes y elegantes  puertas lucían abiertas, dejando ver el flamante televisor que presidía la estancia contigua, el sofá, encarado hacía él, acogía con generosidad  nuestros cuerpos y, a los primeros sones del tema musical compuesto para la serie por el arreglista  Nelson Riddle, ya estábamos prestos  para regocijarnos con las andanzas de Robert Stack, en el papel del Agente Eliot Ness, en su lucha con el imperio criminal de la mafia de Chicago, en plena vigencia de la Ley Seca impuesta en Estados Unidos...


Ya se que no era una serie muy apropiada para mi edad, aunque era "tolerada", pero esos penetrantes ojos claros  y, la pícara sonrisa de Stack, me tenían encandilada.

  Además, siempre ganaba él.

Un programa que echo de menos...? 

A día de hoy, y si pudiera elegir, se emitiria de nuevo "Estudio 1". Aquel espacio, permaneció en antena a lo largo de 20 años, dando lugar a la representación de más de 400 obras teatrales de reconocidos autores españoles y extranjeros interpretadas por un formidable elenco de actores nuestros. Guardo un imborrable  recuerdo de la actriz Mary Carrillo, en su brillante trabajo de "La malquerida", obra de teatro escrita por el dramaturgo Jacinto Benavente. ¡Estuvo soberbia...!

Y para terminar, una escueta referencia a un programa muy peculiar que también ha venido a mi memoria gracias a la propuesta de esta semana de Gus. Se titulaba: "El alma se serena" y con este espacio se "cerraba" la emisión del día con unos versos escogidos para la meditación y el relajo a los que  acompañaba  una agradable música de fondo, invitando ambos a un placentero y merecido descanso.

Coincidía este programa-algunas noches-con la hora de mi vuelta a casa, después de una tarde entre amigos y revoloteando todavía en mi estómago las mariposas impulsadas por el último beso de mi entonces novio-hoy esposo-regalado en el portal como despedida...

¡Ay, que tiempos aquellos!
 Lupe

Más programas de tele en casa de Gus






7 de noviembre de 2012

Cita







Espérame donde comienza la noche,
porque sólo entre tus brazos,
me siento viva.

Y, después, una cómplice luna,
junto a las estrellas,
velarán nuestro sueño.

LUPE
 


1 de noviembre de 2012

Este jueves, un relato: Halloblogween 2012

Cecilia, aprovechando el sustancioso puente de Todos los Santos, acababa de llegar a su pueblo natal para visitar a sus padres. Cada vez que pisaba aquellas empedradas calles, venían a su mente los buenos ratos que, por ellas,  pasó de niña correteando y jugando con su pandilla de amigos . Se sentía feliz tan solo con respirar el aire puro que envolvía aquel pequeño y pintoresco pueblo rodeado de frondosos bosques.

Como cada primero de Noviembre, su madre tenía colocadas en un sitio preferente del comedor, la foto de su abuela y la vela que, toda la noche, iba a hacerle compañía. Apenas se atrevió a fijar sus ojos en aquel viejo retrato. Aún le recorría un punzante escalofrío  por el cuerpo cuando lo veía.

El día había sido agotador, el viaje, las visitas, los saludos...Se despidió de sus padres en el momento que su madre comenzó con las plegarias por los familiares que "se habían ido." Pero esta vez, ella no le acompañó. El cansancio se reflejaba en su rostro y se dirigió a su habitación en busca de un buen sueño reparador. 

Tumbada en la mullida cama, hizo un esfuerzo para que los reflejos de la vela que ardía en memoria de su abuela y que se colaban por debajo de la puerta, no la inquietaran ..  Fue recorriendo con la vista, poco a poco, cada rincón de la estancia. Todo estaba tal y como ella lo había dejado el día en que marchó a la ciudad para comenzar su carrera universitaria. Las toscas paredes pintadas de aquel blanco roto, las vigas de madera que cubrían el alto techo y que con el tiempo habían adquirido un sobrio color miel, la vieja ventana, donde Arturo le echaba las piedrecillas para que ella se asomara y bajara a jugar con él a la calle, el vetusto armario marrón, en el que el espejo de sus puertas prácticamente había quedado escondido detrás de aquellas desbordadas manchas amarillentas...

Imposible conciliar el sueño. Se imaginaba lo que estaba pasando en esos momentos a escasos metros de su habitación y no pudo evitar comparar la escena con lo que, en años anteriores, había sido para ella una verdadera pesadilla.

Recordaba cuando era niña, como su madre, tal noche como la de ese día, comenzaba con el ritual que a ella le helaba la sangre. El retrato de la abuela, la luz de la vela, las plegarias...Nunca entendió que hicieran falta aquellas pequeñas oraciones para librar de algo malo, a una persona tan buena como lo había sido su abuela y que, desde el más allá, las necesitaba. Jamás hizo ningún comentario al respecto, pero al lado de su madre, sufría de mirar el rostro retratado de aquella mujer, que gracias a los movimientos de la luz de la vela, parecía querer hablarle. Le impresionaban sobre todo sus ojos, ya que le hacia el efecto de  que quisieran decirle algo, y ella hacia todo lo posible por evitar encontrarse con ellos. 




Con esos recuerdos, entró en un sueño profundo. Una ligera brisa le despertó. Extrañada,  miró hacia la ventana y, con extrañeza comprobó que  estaba cerrada. Entonces, ¿de dónde venía esa especie de aire helado que inundó la habitación...? Por un momento pensó que estaba soñando, pero una frase pronunciada con cierta rotundidad retumbó en las paredes de la habitación: 

-¡Cumple la promesa! ¡Cumple la promesa!

Se incorporó en la cama y, cuando iba a encender la luz para asegurarse que no era un mal sueño, aterrada, vio la imagen de su abuela reflejada en el desgastado espejo del armario, quien con gesto suplicante volvió a repetir:

-¡Cumple la promesa! ¡Cumple la promesa!

Saltó de la cama despavorida. A duras penas, pudo contarle a su madre lo que acababa de ocurrirle. La mujer, incrédula, corrió a la habitación de su hija para comprobar lo sucedido. La imagen del espejo había desaparecido. Ya no se escuchaba la voz suplicante de la anciana muerta. Pero el ambiente era gélido. Y hubo algo que la hizo estremecerse. El aroma a ancianidad de su madre, había quedado flotando en el ambiente.

Pronto comprendió lo ocurrido. Recordó cuando nació Cecilia y lo grave que había estado después de un complicado parto. La abuela de la niña, Aparición, hizo una promesa a la patrona de su pueblo. Si la niña se salvaba, subiría los peldaños del Monasterio del pueblo, arrodillada. Era una práctica habitual entre los feligreses de la zona. Pero a Aparición, con los años, se le había olvidado cumplir dicha promesa.

Y este año, en la noche de los Difuntos, y siendo el primer año en el que Cecilia era mayor de edad, le había hecho saber que, desde el más allá, necesitaba que esa promesa se cumpliera.

Aún no había salido el sol, madre e hija subían arrodilladas los 89 escalones que conducían hasta el portalón del Monasterio donde se veneraba la imagen de la patrona del pueblo. 

Abrazadas y, entre lágrimas, Cecilia escuchó el susurro que su madre le hacia emocionada:

Ahora, la abuela, ya ha entrado en el cielo.

Lupe


Más terrores en el blog de TERESA

P.D. Tan solo añadiros que el fondo del relato, la historia de Aparición, tiene algo de cierto. Ocurrió dos generaciones anteriores a la mía, en la rama materna, allá por tierras extremeñas...