Las calles eran verdaderos hormigueros de personas que iban y venían cargados con sus bolsas de regalos. Bonitas guirnaldas de colores se enlazaban a los presumidos edificios señalando que las fiestas navideñas habían llegado. Los árboles, medio desnudos de hojas, lucían abrazados por miles de bombillas plateadas que serpenteaban hasta las ramas más altas. En una de las concurridas esquinas, una castañera ofrecía a viva voz "castañas calentitas y sabrosas", mientras que una suave brisa fría confirmaba que la nieve estaba cerca...
Una pareja, con las manos entrelazadas, caminaba despacio por una de las calles más concurridas sin perderse nada de lo que sucedía a su alrededor. Los escaparates de las tiendas, ataviados con llamativos adornos navideños copaban su atención. A cual de todos era más elegante...
El griterío de un grupo de niños les hizo llegar hasta ellos, expectantes. Atónitos, contemplaron como parloteaban con una figura del importado Papá Noel que, a través de un escaparate y desde algo parecido a un televisor les preguntaba si habían sido buenos durante el año y qué juguetes le habían pedido en sus cartas. A los críos se les veía entusiasmados y nerviosos, los había incluso que, temerosos, no se acercaban al manoseado cristal como lo hacían los que más desparpajo exhibían.
Llegaron a la puerta de un gran supermercado y comprobaron como la gente salía con sus carros atiborrados de compras camino de sus coches. Sin duda, una gran fiesta se iba a celebrar.
-¿Te das cuenta, José? Nadie nombra a nuestro Hijo...
-María, cada cual tiene sus creencias. Son libres de vivir estos días con arreglo a ellas.
-Pero...si no creen en el nacimiento de Jesús, ¿qué celebran?
José se paró delante de ella y ajustándole la bufanda le miró a los ojos diciéndole:
-Lo importante es que vivan felices, y esa apariencia es la que tienen ¿no te parece?
Ella le sonrió asintiendo y él, abrazando sus hombros la atrajo hacia sí y siguieron caminando.
Unas estrellas luminosas colocadas en la puerta de un comercio les invitó a visitarlo. Tuvieron que aguardar turno para acceder al local, pues se encontraba repleto de personas -un buen número de ellas eran niños-que, entusiasmadas, recorrían los diferentes pasillos con una cesta en las manos eligiendo diversos artículos -en la mayoría de las veces, por indicación de la gente menuda- de las enormes estanterías que contenían todo lo inimaginable para montar belenes ,en conmemoración del nacimiento de Jesús.
María sonrió delante de los centenares de figuras que los imitaban. Casas hechas de corcho de todos los tamaños y formas, molinos, granjas, pozos, puentes, árboles, pesebres, aguardaban ordenadas en grandes estanterías, esperando ser elegidas. Pastores con sus rebaños, lavanderas, granjeros, majestuosos reyes magos y toda clase de personajes dispuestos a poblar los belenes que, en gran número de hogares iban a instalarse, esperaban pacientemente en sus lugares el nuevo destino. Podían marchar acompañados de gallinas, cerdos, cabras, vacas, polluelos, patos, peces...y los famosos bueyes y mulas que propiciaron una noche menos fría aquel 24 de Diciembre al Niño Dios...
María y José se miraron complacidos. El ver los ojos de esos niños eligiendo las figuras de sus belenes les había reconfortado. Transmitían gozo y alegría y eso les bastaba. Había llegado el momento de volver a casa. Cuando la enorme estrella fugaz les dejó a la puerta del cielo, las voces melodiosas de un grupo de ángeles les hizo sonreír. Ya estaban preparando el cumpleaños de Jesús, quien, nada más percatarse de la llegada de sus padres, salió a su encuentro.
-¿Valió la pena esa visita a la tierra?
-Verás hijo, hay un poco de todo...
-Tranquila, Madre. Ya sabes que cuando realmente me necesitan y me llaman, yo les escucho a todos. A TODOS.
Y depositando un beso en su frente la invitó a pasar. Para entonces, la potente voz de José ya se había unido a la del coro que ensayaba bellos y alegres villancicos, mientras millones de estrellas centelleaban en el cielo uniéndose a la fiesta.
Maat
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