La frase con la que titulo esta entrada la he escuchado muchas veces, de niña, de boca de mi madre. Y es como hoy me siento, feliz. Muy feliz. Mientras esto escribo, Amparo, una de las componentes del grupo de amigas de mi infancia (estamos a punto de cumplir las bodas de oro de nuestra amistad) marcha hacia su casa con el alta médica hospitalaria y una nueva vida por delante.
Hace algo más de dos lustros, sufrió una operación en uno de sus riñones donde se había alojado un tumor. Hubo que extirparle ese órgano dañado y desde entonces, cada año se sometía a un control rutinario sin mayores consecuencias. En la última revisión le confirmaron que, nuevamente, tenía que pasar por el quirófano. Un pequeño tumor comenzaba a crecer en su único riñón. El temor campó a sus anchas entre todos los que la queremos y, ella, comenzó un duro viaje.
El lunes a primera hora entró en quirófano. Nos hablaron de unas tres horas, pero se fueron convirtiendo en más...Nos temimos lo peor, y el pánico a que hubiese que extirparle el riñón fue haciendo mella en el grupo de íntimos que, angustiados, esperábamos noticias a las puertas de la zona de operaciones.
Cera de las dos de la tarde, el cirujano que la había intervenido salió con las mejores noticias que podía darnos. La operación, harto complicada, había sido un completo éxito. El tumor lo había puesto difícil, pero había sido retirado y el riñón, seguía en su sitio. Abrazos, lágrimas y emociones contenidas inundaron nuestro entorno. Ahora, solo quedaba dejar que el tiempo, los cuidados precisos y un montón de mimos más de la cuenta, fueran curando su cuerpo y su alma...
Solo faltaba la noticia que ha llegado hoy hasta su cama hospitalaria: el tumor era de "buena familia" y, Amparo, no va a precisar someterse a ninguna clase de tratamiento en lo sucesivo. Cuando me lo ha comunicado esta mañana a través del teléfono nos hemos emocionado las dos. A duras penas, le he dado mi enhorabuena y le he advertido que prepare su VISA. La celebración va a ser por todo lo alto...
Maat
Hace algo más de dos lustros, sufrió una operación en uno de sus riñones donde se había alojado un tumor. Hubo que extirparle ese órgano dañado y desde entonces, cada año se sometía a un control rutinario sin mayores consecuencias. En la última revisión le confirmaron que, nuevamente, tenía que pasar por el quirófano. Un pequeño tumor comenzaba a crecer en su único riñón. El temor campó a sus anchas entre todos los que la queremos y, ella, comenzó un duro viaje.
El lunes a primera hora entró en quirófano. Nos hablaron de unas tres horas, pero se fueron convirtiendo en más...Nos temimos lo peor, y el pánico a que hubiese que extirparle el riñón fue haciendo mella en el grupo de íntimos que, angustiados, esperábamos noticias a las puertas de la zona de operaciones.
Cera de las dos de la tarde, el cirujano que la había intervenido salió con las mejores noticias que podía darnos. La operación, harto complicada, había sido un completo éxito. El tumor lo había puesto difícil, pero había sido retirado y el riñón, seguía en su sitio. Abrazos, lágrimas y emociones contenidas inundaron nuestro entorno. Ahora, solo quedaba dejar que el tiempo, los cuidados precisos y un montón de mimos más de la cuenta, fueran curando su cuerpo y su alma...
Solo faltaba la noticia que ha llegado hoy hasta su cama hospitalaria: el tumor era de "buena familia" y, Amparo, no va a precisar someterse a ninguna clase de tratamiento en lo sucesivo. Cuando me lo ha comunicado esta mañana a través del teléfono nos hemos emocionado las dos. A duras penas, le he dado mi enhorabuena y le he advertido que prepare su VISA. La celebración va a ser por todo lo alto...
Maat