25 de junio de 2008

Mis cosas. Trituradora de papel....


No sé si es un defecto o un hobby, aunque creo que es más lo primero y que me lleva a lo segundo, pero "atesoro" demasiados trastos, papeles, ropa.... a todo le encuentro algo por lo que merezca ser conservado en mis cajones, armarios, incluso en mi ordenata, al que ya le he tenido que añadir capacidad de almacenaje. Pues bien, llevo dos semanas encerrada en mi despacho en ratos libres, simplemente eliminando papeles. Mi esposo, -práctico donde los haya- para facilitarme el trabajo, tuvo la feliz idea de poner a mi disposición una trituradora de papel. Menudo invento. Y en ello estoy. Pero que queréis que os diga, estoy padeciendo un maremoto de alma que ha puesto en movimiento un sin fin de sentimientos que me surgen a la vez que decido que papeles trituro... Por mis manos han vuelto a pasar documentos que en su día tuvieron importancia en mi vida, pero que ahora, sólo son eso, un pedazo de papel sin valor ninguno. Por ejemplo, el contrato de alquiler del piso donde mi esposo y yo comenzamos a vivir la aventura de nuestro matrimonio. Lo releí por encima y no pude dejar de acordarme de muchos momentos vividos en ese hogar, del que nos mudamos hace años, pero al que le guardo un cariño especial. Sobre todo, porque allí comenzó su existencia mi hijo y porque allí viví una de las mejores etapas de mi vida.
No pude evitar, cuando la trituradora comenzó a engullirse el contrato, que un pellizco se produjera en mi estómago. Pero lo había decidido y tenía que continuar.

Luego llegaron declaraciones de renta obsoletas. Pero en todos los sentidos. Dar una mirada a los ingresos del año 94 y a las retenciones de entonces es de vértigo. Si, ya lo sé. Si hay que guardar como mucho, contabilidad de 5 años, ¿dónde voy yo con las declaraciones a partir del 94? Pues a la trituradora. Por ahí pasaron las del 94, 95, 96....y ya dejé de mirar las cantidades percibidas. Casi me cuesta creer que con esas cantidades "disponibles" viviéramos tan felices todos aquellos años. Pero lo hicimos.

Ha habido un archivador que he triturado en su totalidad, y ha sido el destinado a las facturas de las compras en unos grandes almacenes y que me ha hecho pensar que quizá ya me merezca que una de sus "calles", de cualquiera de sus plantas, lleve mi nombre. ¡Dios mío! el dinero que llevo dejado por allí...

Otra de las cosas que más me ha dolido tener en las manos de nuevo ha sido todo el historial médico de mi madre en sus 7 años de enfermedad. Una demencia senil que nos "mató" 7 años de nuestra vida con secuelas difícilmente superables y de las que sólo quiero guardar el recuerdo de un cometido bien cumplido. Hice todo lo que pude en el momento justo. Durante siete largos años. Y eso es lo que pensé mientras colocaba cada una de las hojas de los informes, analíticas, facturas de médicos, etc, en la ya, indispensable, trituradora prestada, ella me está ayudando a hacer realidad aquello de...lo que hay que hacer, contra antes mejor. Montones de justificantes de compras, de bancos, -¡ay! los bancos-, facturas de luz, gas, teléfono, de reparaciones domésticas, de años ya muy pasados de fecha han seguido el camino de convertirse en virutas de papel y han ido a formar parte de abultadas bolsas de basura camino del contenedor de reciclaje de papel...

Y no os engaño. Hay algunas cosas que me he resistido a destruir. Todavía no. Quizá más adelante lo consiga, ¿queréis un ejemplo? pues las cartas que me dirigió mi entonces "novio" cuando estaba cumpliendo con la Patria y realizaba su servicio militar.... no es que no las he triturado, si no que las he ordenado, y las tengo preparadas para encuadernar junto a las que yo le escribí, que también han aparecido en el altillo de un armario...Quizá cuando se jubile, nos sentemos juntos a leerlas y revivamos momentos felices e irrepetibles. Para eso las voy a encuadernar. Será bonito. Seguro.

Tampoco he podido desprenderme de cosas más personales... En un sobre blanco, juntos, me reencontré con los DNI de mis padres. Los guardé hace tiempo con su libro de familia. Los acaricié, los besé, y los he cambiado de sitio. Sin archivador. Más cerca de mí. Quiero "encontrármelos" más a menudo. ¡ Cuántas cosas dejamos por decirnos ! Ahora que no los tengo, es cuando soy plenamente consciente de cuánto les quería. Y todavía los quiero. Pero ya no es lo mismo. El hueco ese que se queda cuando los padres se van, no lo tapa nada ni nadie. El resto de la vida.

¿Entendéis lo del maremoto del alma? Creo que no he exagerado nada. Es... tal cual.

¿Cómo lo llevas? - me preguntaba mi esposo una noche de las que al llegar a casa me encontraba entre papeles
-
mal, muy mal, ¿tu sabes que aquí, entre estos papeles , hay muchos pedazos de nuestra vida?
claro que lo sé, pero tendrás que dejar sitio para toda la vida que nos falta ¿no?

Y tenía razón. Toda. Hay que ir dejando sitio a lo que está por llegar. A ver si soy capaz.

¿Sabéis lo que he llegado a pensar al ver en marcha la trituradora? Que me gustaría tener una triturada para poder pasar por ella esos malos ratos que a veces nos toca vivir, ese cansancio anímico que a veces me paraliza, esos errores que a menudo cometo, esas traiciones que a veces sufro, ese olvido del amigo al que tanto necesito, incomprensiones, soledades, injusticias, ausencias...¡ojalá! pudiera ser eso posible, triturarlo todo, meterlo en bolsas de basura y llevarlo a un contenedor donde no se recicle nada, donde todo lo depositado en él se destruya para siempre.

Y ahora, disculparme. Voy a tomarme un descanso. La trituradora necesita enfriarse un poco. Y mi corazón....también.


MAAT

















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