20 de mayo de 2008

Elegia lamentable















Desde este mismo instante seremos dos extraños.
Por estos pocos días, quien sabe cuántos años...

Yo seré en tu recuerdo como un libro prohibido
-uno de esos que nadie confiesa haber leído.

Y así, mañana al vernos en la calle, al acaso,
tú bajarás los ojos y apretarás el paso,

y yo, discretamente, me cambiaré de acera,
o encenderé un cigarro, como si no te viera...

Seremos dos extraños desde este mismo instante.
Y pasarán los meses, y tendrás otro amante;

y, como eres bonita, sentimental y fiel,
quizás, andando el tiempo, te casarás con él.

Y ya, más que un esposo, será como un amigo,
aunque nunca le cuentes que has soñado conmigo,

y aunque, tras tu sonrisa de mujer satisfecha,
se te empañen los ojos, al llegar una fecha...

Acaso, cuando llueva, recordarás un día
en que estuvimos juntos y en que también llovía.

Y quizás no te pongas nunca más aquel traje
de terciopelo verde, con adornos de encaje.

O harás un gesto mío, tal vez sin darte cuenta,
cuando dobles tu almohada con mano soñolienta.

Y domingo a domingo, cuando vayas a misa,
de tu casa a la Iglesia, perderás la sonrisa...

¿Que más puedo decirte? Serás la esposa honesta
que abanica al marido cuando ronca su siesta;

y tras fregar los platos y destender las camas,
te pasarás las noches sacando crucigramas...

Y así, años y años, hasta que, finalmente,
te morirás un día como toda la gente.

Y voces que aún no existen sollozarán tu nombre.
Y cerrarán tus ojos los hijos de otro hombre.

No me importa quien pase después por un sendero,
si me queda el orgullo de haber sido el primero.

Y el vaso que embriagara mi ilusión o mi hastío,
aunque esté en otra mano, seguirá siendo mío.

Por eso puedes irte, mi pobre soñadora,
pues si el reloj se para, no detiene la hora,

y tú serás la misma de las noches aquellas,
aunque cierres los ojos para no ver las estrellas...

JOSÉ ÁNGEL BUESA


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