Déjame ser tu espejo, supliqué aquel día,
recuerdo que tu mano se estremeció en la mía.
Yo que envidio tu espejo, quiero saber que siente
al copiar en la alcoba tu cuerpo adolescente.
Detrás de los almendros, casi como del fondo
del mar, surgió la luna, con su espejo redondo.
Te vi de pie en la sombra, junto al lecho vacío
se oyó un rumor de sedas, como el rumor de un río.
Y yo, como el espejo de aquella alcoba oscura,
yo, allí solo contigo, refleje tu hermosura.
Fue un instante, en la sombra. No sé bien todavía
si eras tú, si fue un sueño, o una flor que se abría.
Muchacha de la noche de un día diferente,
yo no envidio a tu espejo, ya sé que nada siente,
ya sé que te duplica sin comprender siquiera
que eres mujer, y hermosa como la primavera.
Pues si lo comprendiera saltaría en pedazos
por el ansía imposible de tenerte en los brazos.
JOSÉ ÁNGEL BUESA
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