Recogiendo al pie de la letra el significado que la RAE asigna a la palabra "ídolo" -persona o cosa excesivamente amada o admirada-os puedo asegurar que en plena adolescencia tuve un verdadero ídolo, el cantante mejicano Enrique Guzmán.
No recuerdo cómo me enganché a su música, pero le adoraba. Tenía una pequeña libreta de tapas azules plastificadas donde iba anotando la letra de todas las canciones que le escuchaba interpretar y las aprendía al dedillo: "Dame felicidad", "Payasito", "Cien kilos de barro". "Popotitos"... Era esa época en la que vas dejando la niñez atrás y comienzas a sentir sensaciones nuevas. Una mirada, un gesto, una melodía, un roce...cualquier cosa te abría un camino hacia sentimientos desconocidos a la vez que placenteros y, gracias a las baladas de Enrique Guzmán viví algunas de esas bonitas sensaciones.
Cerca de mi casa había una tienda de discos inmensa. Periódicamente ponían en promoción a algún cantante y un día, un enorme póster de mi ídolo presidia la entrada al establecimiento anunciando su último Lp. Mis visitas al local se repetían a diario y además, varias veces. Casi siempre iba acompañada de alguna de mis amigas que conocían mi predilección por el mejicano. Nos pegábamos al cristal del escaparate y embobadas repasábamos el físico que la foto del póster nos mostraba. Me gustaba como se peinaba, su sonrisa picarona, su mirada, su porte, por gustarme, me gustaba hasta la peca que lucia cerca de la comisura de sus labios...Había veces que incluso sonaban sus recién estrenadas canciones y el deleite era total. No se podía pedir más...
Una tarde, el póster había sido sustituido por el de un grupo musical. El desencanto fue tremendo. Al llegar a casa, mi madre me envió a mi habitación no sé con que pretexto y me llevé una sorpresa de esas que hasta cortan la respiración: Enrique Guzmán ocupaba gran parte de una de las paredes de mi alcoba, había llegado hasta allí gracias a la intervención de mi tía Consuelo que vivía en la finca de la casa de discos y que le había pedido al gerente de la misma que, concluida la promoción, le regalara el cartel para una de sus más jóvenes fans, su sobrina...Todo un detalle que supe agradecer. Y tanto.
Por entonces aprendí lo que era ahorrar. Poco a poco reuní dinero y pude comprarme dos de sus discos. En mi casa no había tocadiscos, pero me conformaba con saber que, en aquellos pequeños círculos de vinilo estaba grabada su voz, y los guardaba como un gran tesoro en los cajones de mi ropa para que no sufrieran daño alguno.
Fue precisamente en uno de esos discos donde conocí el nombre de la casa discográfica donde grababa Enrique Guzmán sus trabajos. Sin encomendarme ni a Dios ni al diablo les envié una carta solicitándoles una fotografía dedicada de mi idolatrado cantante. Y esa fotografía dedicada me llegó, un buen día, desde el otro lado del charco. Recuerdo con detalle la cadena de emociones vividas a raíz de recibirla. A la vuelta del colegio, mi madre, que no acababa de entender cómo Enrique Guzmán había dado con mi persona, me entregaba la postal contagiada con la emoción que experimenté cuando la tuve ante mis ojos. Presidió la comida familiar y, por la tarde, me acompañó al colegio. El delirio fue colectivo, la foto pasaba de mano en mano y cada vez que mis amigas leían la dedicatoria, se escuchaban exclamaciones para todos los gustos. Cual no sería la tabarra que dimos que, la madre Encólida, suspendió algunos minutos de las clases vespertinas para que diéramos rienda suelta al jolgorio que acompañaba el acontecimiento.
Sí, Enrique Guzmán, sin lugar a dudas fue mi ídolo. La primera persona a la que admiré excesivamente.
Más ídolos en: http://elbalcondecas.blogspot.com/
Maat
No recuerdo cómo me enganché a su música, pero le adoraba. Tenía una pequeña libreta de tapas azules plastificadas donde iba anotando la letra de todas las canciones que le escuchaba interpretar y las aprendía al dedillo: "Dame felicidad", "Payasito", "Cien kilos de barro". "Popotitos"... Era esa época en la que vas dejando la niñez atrás y comienzas a sentir sensaciones nuevas. Una mirada, un gesto, una melodía, un roce...cualquier cosa te abría un camino hacia sentimientos desconocidos a la vez que placenteros y, gracias a las baladas de Enrique Guzmán viví algunas de esas bonitas sensaciones.
Cerca de mi casa había una tienda de discos inmensa. Periódicamente ponían en promoción a algún cantante y un día, un enorme póster de mi ídolo presidia la entrada al establecimiento anunciando su último Lp. Mis visitas al local se repetían a diario y además, varias veces. Casi siempre iba acompañada de alguna de mis amigas que conocían mi predilección por el mejicano. Nos pegábamos al cristal del escaparate y embobadas repasábamos el físico que la foto del póster nos mostraba. Me gustaba como se peinaba, su sonrisa picarona, su mirada, su porte, por gustarme, me gustaba hasta la peca que lucia cerca de la comisura de sus labios...Había veces que incluso sonaban sus recién estrenadas canciones y el deleite era total. No se podía pedir más...
Una tarde, el póster había sido sustituido por el de un grupo musical. El desencanto fue tremendo. Al llegar a casa, mi madre me envió a mi habitación no sé con que pretexto y me llevé una sorpresa de esas que hasta cortan la respiración: Enrique Guzmán ocupaba gran parte de una de las paredes de mi alcoba, había llegado hasta allí gracias a la intervención de mi tía Consuelo que vivía en la finca de la casa de discos y que le había pedido al gerente de la misma que, concluida la promoción, le regalara el cartel para una de sus más jóvenes fans, su sobrina...Todo un detalle que supe agradecer. Y tanto.
Por entonces aprendí lo que era ahorrar. Poco a poco reuní dinero y pude comprarme dos de sus discos. En mi casa no había tocadiscos, pero me conformaba con saber que, en aquellos pequeños círculos de vinilo estaba grabada su voz, y los guardaba como un gran tesoro en los cajones de mi ropa para que no sufrieran daño alguno.
Fue precisamente en uno de esos discos donde conocí el nombre de la casa discográfica donde grababa Enrique Guzmán sus trabajos. Sin encomendarme ni a Dios ni al diablo les envié una carta solicitándoles una fotografía dedicada de mi idolatrado cantante. Y esa fotografía dedicada me llegó, un buen día, desde el otro lado del charco. Recuerdo con detalle la cadena de emociones vividas a raíz de recibirla. A la vuelta del colegio, mi madre, que no acababa de entender cómo Enrique Guzmán había dado con mi persona, me entregaba la postal contagiada con la emoción que experimenté cuando la tuve ante mis ojos. Presidió la comida familiar y, por la tarde, me acompañó al colegio. El delirio fue colectivo, la foto pasaba de mano en mano y cada vez que mis amigas leían la dedicatoria, se escuchaban exclamaciones para todos los gustos. Cual no sería la tabarra que dimos que, la madre Encólida, suspendió algunos minutos de las clases vespertinas para que diéramos rienda suelta al jolgorio que acompañaba el acontecimiento.
Sí, Enrique Guzmán, sin lugar a dudas fue mi ídolo. La primera persona a la que admiré excesivamente.
Más ídolos en: http://elbalcondecas.blogspot.com/
Maat
20 comentarios:
Vamos perdiendo ídolos,
en el duro caminar,
y sin embargo su luz,
la que nos hizo vibrar,
aún nos recuerda a veces,
que la vida se nos da,
a traves de los sentidos,
que no dejan de admirar.
Un abrazo Maat.
Maat que hermosa historia plasmas en este relato. Me encantó!!! Sin dudas todos admiramos a alguién de esta manera, pero sentí que para vos este cantante fue realmente alguien muy especial.
Un besito
Yo también recuerdo con nostalgia cómo eran de intensas las emociones en la adolescencia. Quién no tuvo mariposas en el estómago ante alguien admirado?. Un beso y nos seguiremos viendo por aquí.
Maat, juraría que te comente. estoy turulata y al no verlo publicado empiezo a creer en los ídolos maloooos, esos de siempre, no en el Duo Dinámico ni Enrique Guzmán ¿el bueno?
Quedo a la espera para no hacerme machacona, dado que tienes aparatito de control de coment. y una se queda pos dudando.
Besito hasta que verdadero.
y sí, de chica hemos tenido situaciones similares. Hoy si bien no me averguenzo de ellas, es desde otro ángulo que se puede despertar mi admiración.
muy tierna tu historia.
popotitos...jajaja... que tema! yo tambien bailé con eso alguna vez... lindo relato! un beso!
La adolescencia tiene esas cosas, nos enamoramos perdidamente del cantante o del actor que está de moda en ese momento. En mi época daban una serie que se llamaba "Mamá y sus increibles hijos". Uno de esos increibles hijos era un joven con una melena lisa, guapísimo, se llamaba David Cásidi. Yo también tenía un poster de él en mi habitación, aun me acuerdo.
Un abrazo
Enrique Guzmán, divertidísimas canciones, simpático personaje.
Cuentas una historia muy tierna, con fondo de felicidad sencilla y plena.
Besos amiga.
¡Ay quien no se ha pasado las horas mirando la foto, oyendo las letras de las canciones con la ilusion de que estuvieran hechas para nosotros!
Yo tengo una amiga que se escapó de casa para ir en busca de Victor Manuel.....la cogieron a la salida del pueblo con su mochila y sus sueños...poco duró su aventura.
Pero que lindoooooo.
Un besazo, amiga.
Pase a visitarte y fue un honor el pasar por tu blog siempre cuentas con bellas y significativas palabras, gracias por compartirlas, desde Jaén te deseo un buen fin de semana.
Ese ídolo tuyo me trae los recuerdos de estupendas veladas de guateque con mi pandilla de amigos/as. No queda rastro en mi memoria de ídolos juveniles, tal vez porque no los hubo o fueron muy descafeinados para mí.
Preciosa historia de ilusiones juveniles.
Un abrazo.
En la juventud todos tuvimos algún ídolo con el que soñar.
Buen relato que atrapa. Me imagino la ilusión y la envidia de tus compañeras en la escuela con la postal dedicada por Enrique Guzmán.
Un abrazo de Mos desde mi orilla.
Que grato recuerdo Maat, y que emocionante debe haber sido recibir esa fotografía de tu ídolo! así es como lo trasmites, directo desde el rincón de tus emociones. ¡Me gustó mucho el relato!, y una mención aparte merece tu tia Consuelo, que grande!
Besos
La adolescencia, ¿que mejor época para tener ídolos?, lo mejor es conservar un dulce recuerdo.
Un beso
veo que en los comentarios nadie dice que conozca al gumán ese...es posible que lo conozcan, no lo sé, pero soy de la ida de que eleiste un tipo "raro"...perono más raro, ni mucho menos que mi querida electería arvanitaki, aunque yo ya la conocí de señor maduro y tras ella o por culpa de ella he recorrido media españa...eso sí, en un concierto en salamanca, cuando la tenía a medio metro de mí, saqué papel y boli y la iba a pedir un aotógrafo...la.iba-a-pe-dir, pues me atoré en mi emoción y aún sigo sin tenerlo...jajaj
medio beso, maat---
Qué bellos recuerdos!...seguramente él se pondría orgulloso de haber despertado semejante admiración y puro amor adolescente!...claro que no le habrá sido fácil -en su humanidad- comprobar que también para él - y su fama-el tiempo hace estragos.
un abrazo de juevera con retraso.
"Mi amor entero es de mi novia Popotitos"... y todos a bailar.
Tanto al principio con los Teen Tops, como luego en solitario, llenaba de ritmo nuestras tardes de domingo.
A mí me pasó algo parecido con Marisol... ¡¡Qué le vamos a hacer!!
Besos
Que bonito tú relato, yo recuerdo algún actor o cantante que me gustaba... Me alegra que vivieras esa experiencia en la que te sentiste especial y tal vez, única.
Besos
Un magnífico relato de esos ídolos adorados de nuestra juventud.Lo hiciste de forma impecable y sencillamente entrañable.
Te diré que a mi me encantaba Raphael y también me sabía sus canciones,qué sentimientos y qué emociones,amiga.
Mi felicitación y mi abrazo grande.
M.Jesús
Me he sumergido contigo y he compartido momentos parecidos. Yo tambien tenia una libretita de tapas azules donde escribia las letras de canciones. Sabes, bendita juventud, y esos idolos que nos hacian estar vivas.
Besos
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