30 de enero de 2010

Me caí del mundo...y no se cómo entrar











Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.

No hace tanto, con mi mujer, lavábamos los pañales de los críos, los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita, los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.

Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda, incluso los pañales.

¡Se entregaron escrupulosamente a los desechables! Si, ya o sé. A nuestra generación siempre le costó botar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el pañuelo de tela de bolsillo.

¡¡¡Nooo!!! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.

¡Guardo los vasos desechables!

¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez!

¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos!

¡Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida!
¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después!

La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, vajillas y hasta palanganas de loza.
Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de refrigerador tres veces.

¡¡Nos están fastidiando!! ¡¡Yo los descubrí!! ¡¡Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.

¿Dónde están los zapateros arreglando las media-suelas de los tenis Nike?
¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando colchones casa por casa?
¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista?
¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?
Todo se tira, todo se desecha y, mientras tanto, producimos más y más y más basura.

El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad. El que tenga menos de 30 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el que recogía la basura!!

¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de ...años!

Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII)

No existía el plástico ni el nylon. La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en la Fiesta de San Juan.

Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban. De "por ahí" vengo yo. Y no es que haya sido mejor...Es que no es fácil para un pobre tipo al que lo educaron con el "guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo", pasarse al "compre y bote que ya se viene el modelo nuevo". Hay que cambiar el auto cada 3 años como máximo, porque si no, eres un arruinado. Así el coche que tenés esté en buen estado. ¡¡¡Y hay que vivir endeudado eternamente para pagar el nuevo¡¡¡ Pero por Dios...
Mi cabeza no resiste tanto.

Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que, además, cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real.

Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo) Me ducaron para guardarlo todo. ¡¡¡Todo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.

Sí, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita.

¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?

¿Será que cuándo las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con la que se consiguieron?

En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel y cubierto. Y guardábamos...¡¡Cómo guardábamos!! ¡¡Todoooo lo guardábamos!!
¡¡Guardábamos las tapas de los refrescos!!  ¿Cómo que para qué? Hacíamos limpia-calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martilleábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año en la escuela. ¡¡Todoooo guardábamos!!

Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables. Y las Gillette-hasta partidas por la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned-beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.

Las cosas no eran desechables. Eran guardables. ¡¡Los diarios!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver. ¡¡¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne!!!

Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los goteros de las medicinas por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espadas que decía: éste es un 4 de bastos".

Los cajones guardaban pedazos izquierdos de pinzas de ropa y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en una pinza completa.

Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte a nuestos objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden "matarlos" apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar   muerto a nada: ¡¡ni a Walt Disney!!

Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: "Cómase el helado y después tire la copita", nosotros dijimos que sí, pero, ¡¡¡minga que la íbamos a tirar!!! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y las copas. Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de botellones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella.

Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. ¡¡¡Ah!!! ¡No lo voy a hacer! ¡¡Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta las amistades son descartables!!!

Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo, pegatina en el cabello y glamour.

Esto es sólo una crónica que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la "bruja" como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la "bruja" me gane mano y se ayo el entregado.

EDUARDO GALEANO













16 comentarios:

tag dijo...

Eduardo Galeano es un escritor que me encanta, porque escribe sencillamente cosas cotidianas con las que te identificas rapidamente.

En verano lei "Espejos", que habla de tantisimos temas, brevemente, y me encandiló.
Cuando puse un comentario de ese libro en mi blog, alguien me recomendó leer su libro "Las Venas abiertas de America" y estoy deseando empezarlo.

Lo que dice en las reflexiones que hoy nos pones, estan llenas de sentido comun, que paradojicamente es el menos comun de todos los sentidos, jaja.
Yo tampoco soy partidaria de la politica de usar y tirar tan propia de la sociedad de consumo.
Me gusta reciclar y reutilizar todo lo que se puede.

Un besito

Trini dijo...

Galeano no ha querido hablar,(aunque se le ha notado todo) pero el hecho está ahí, vigente y punzante y es que, tal como desechamos celulares, desechamos personas y esta "moda" va en aumento y lo pero es que ya se ve hasta normal y eso sí que es terrible.

Magnifico texto del genial Galeano.

Abrazos

milagros dijo...

Qué texto tan maravilloso.
He visto en estas líneas los cajones de la cómoda de mi madre, cuántas de esas llaves para abrir latas de sardinas todavía reposan en un rincón, y juguetes improvisados con chapas de naranjadas, esas que nos tomábamos solo algún domingo cuando venían parientes o amigos de la familia, pedacitos de pastillas de jabón que no llegaron a usarse...
Buff, paro porque me ha entrado la "ñoña".
Un abrazo

casss dijo...

grande Galeano!!!! lo mejor de todo fueron los pañales desechables, eso no hay que negarlo.
El encanto de guardar de verdad que últimamente me lo estoy quitando de encima, porque a veces terminas esclavo de tanta cosa y desorden que produce.
Soy de esa época sin dudas, de lavar vasos desechables, jajaj, Lo leído me ha dado ternura y me ha provocado una sonrisa.
Debemos liberarnos un poco de guardar tanto y de la obsesión de cambiar por el modelo que sale cada dos segundos... y sobre todo no importante que lo que vale es conservar afectos y no cargar con aquellos vínculos que nos hacen daño y nos lastiman la espalda...
En fin, Galeano siempre nos enseña aunque no lo quiera.
BESOTES Y MUY BUENA ELECCION (sobre todo teniendo en cuenta la nacionalidad, jajaja)

MORGANA dijo...

Aquellos tiempos...me produce nostalgia recordarlos...todo era más facil a la hora de valorar las cosas.ahora tenemos demasiado cómo bién dices,todo tenía un uso ..ahora tenemos lo que nos merecemos.
Besos.MJ

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Recuerdo haber leído alguna vez ésta -entre otras genialidades de Galeano- que me hace despertar siempre sonrisas nostalgiosas aunque, por diferencia cronológica, no hayamos compartido los mismos recuerdos.


Muy buen texto!...gracias por traerlo.


Saludos!

MiLaGroS dijo...

Me encantalo que dices, cómo lo dices y no sabes cómo lo entiendo. Yo tampoco se cómo entrar en este mundo que se me hace a veces tan
absurdo. Un abrazo

Annick dijo...

He descubierto a este escritor , Eduardo Galeano , y leer las verdades que relata me hace recordar muchas cosas , no tan lejanas ; pero que a los jovenes se antojan de siglos pasados .

Un post muy interesante.

Besos desde Málaga.

mar... dijo...

Que bueno Maat.
No he leido nada de Galeano pero sin duda lo haré en breve porque me ha encantado, aunque la verdad es que también me ha hecho sentir muy vieja porque la mayoría de esas cosas las he vivido y todavía soy de las de guardar y no cambiar por un modelo nuevo o superior si no es necesario
Un beso de Mar

Anónimo dijo...

Cuanta razón tiene en lo que dice Galeano, yo soy de la misma época, cuando pasaba el carro del que vendía pan, o el lechero que llegaba a la casa con los tarros de leche la dueña de casa( mi mamá) salía con el hervidor, soy de la mísma época de cuando los manteles que bordaban las abuelas pasaron alas hijas y de las hijas a las nietas de tan buena que eran las telas de otros tiempos. Las sábanas lo mismo.Hoy día se rompen de nada.
Que buena entrada Maat,cuanta raón tiene Galeano.Te mando un beso.

Anónimo dijo...

Ha sido un placer leer ese interesante texto de Galeano. Gracias por compartirlo Maat.


Besos

Ricardo Miñana dijo...

Hola Maat, la verdad es que aun no habia leido nada de Galeano, despues de leer su texto reconozco que tiene imaginación, gracias por compartirlo.
que tengas una feliz semana
un beso.

Mimí- Ana Rico dijo...

Ya lo había leído me encanta, ¿sabes que puedes ver estos textos contados por el en youtube?


Un besazo

thot dijo...

Lo recibí hace unos días por email y me encantó. Es precioso y tan cierto....ainssss..
Gracias por compartirlo.
Un besito.

Nuria dijo...

Creo que en algún momento de la vida, miramos atrás y todos tenemos esa sensación...

Un abrazo

Victoriana Díaz dijo...

he entrado en su blog por primera vez y me ha encantado su espontaneidad.
Cuanta razón tiene amigo.
Yo viví en aquella época y tan contenta y aunque me llame anticuada sigo en la misma línea.
Que ilusión me hacia llevarles a las gallinas las migas y las sobras dela comida.Se arremolinaban como locas en cuanto abría el corral, para ellas tambien era un gran momento.
Entonces se aprovechaba todo.
Si heredaba un abrigo de una prima yo tan orgullosa para mi era mi nuevo abrigo.
Sabiamos valorar las pequeñas cosas.
Ahora el tenerlo todo es lo normal.
Y cuando vienen tiempos más duros
nos quejamos casi de vicio.
Un abrazo de una nueva amiga
Victoríana.