Ayer, mi familia estaba de fiesta. Era el día elegido por la pequeña de mis sobrinas y su novio para contraer matrimonio. A las 6 de la tarde y, todo lo guapos que la ocasión requería, familiares y amigos nos concentramos a la puerta de la Iglesia dónde iba a celebrarse la ceremonia.
Unos minutos antes de llegar la novia, tuve ocasión de saludar y cambiar unas palabras con su futuro esposo.
- ¿Todo bien?, le pregunté
-Un poco nerviosete y emocionado de veros a todos aquí...
Le contesté que era lo que "tocaba" en esos momentos y, que procurara disfrutar al máximo cada uno de los minutos siguientes. Me dedicó un gracioso guiño de asentimiento y observé como el vehículo que nos traía a la novia, estacionaba delante de nosotros. Me emocioné al verla bajar del coche, estaba radiante; parecía que casi no habían transcurrido los años desde que mi esposo la tuvo en sus brazos recibiendo las aguas bautismales. ¡Cómo pasa el tiempo!
Casi la totalidad de la comitiva pasamos al templo para verla entrar. Era una de sus ilusiones, que todos la esperáramos en nuestros bancos cuando ella hiciera, del brazo de su padre y padrino, el camino hasta el altar. La prioridad era absoluta.
El resto, se quedó en la puerta. Para ellos, el estar invitados a una boda no incluía la asistencia a la ceremonia religiosa. Esperarían allí ...
Todos en pie, aguardamos al sacerdote; llegó y ocupó el centro del altar, en silencio. Se sucedieron unos incómodos minutos que a mí se me hicieron eternos. Imagino que como a la mayoría de los asistentes. El oficiante permanecía silente, oteando al frente. Comenzamos a mirarnos unos a otros extrañados por su actitud. Pero estaba claro. Simplemente esperaba a que hubiese silencio total para comenzar la ceremonia. Las voces de los invitados al otro lado de la puerta lo estaban impidiendo. Me pareció excesiva la medida, especialmente pensando en los novios y en el mal rato que estarían pasando, ensombreciendo un tanto la ilusión con la que habían llegado hasta allí. Alguien salió del templo a pedir un poco de cordura a los bulliciosos y ¡por fin! comenzó el acto.
El rito consistió únicamente en la administración del sacramento del Matrimonio. Dos lecturas y el Evangelio seguido de una plática dedicada a los contrayentes, fue el preámbulo al casamiento de la joven pareja. La voz del sacerdote, pronunciando su enhorabuena a los recién casados, ya nos llegaba con dificultad ahogada de nuevo por el bullicio de los invitados del otro lado de la puerta. Poco a poco habían ido subiendo el tono.
Cuando salimos al exterior, el alma se me fue a los suelos. Un buen número de amigos de los novios les esperaban practicando el "botellín" a las puertas del templo. Y lo he escrito bien, botellín. Era lo que la mayoría lucía en una de sus manos, enzarzados en charlas y risas diversas. Jamás había presenciado algo parecido. Por una parte, traté de comprender que hubiese quien no le apeteciera entrar en una iglesia. Pero el culto ese a la botella entre algunos jóvenes, me cuesta entenderlo y, en el fondo, lamento que para divertirse la encuentren imprescindible. Hasta en la puerta de una iglesia.
El resto de la tarde-noche-madrugada fue perfecto. Todo salió a pedir de boca. Y nunca mejor dicho. Un exquisito menú nos deleitó en medio de un agradable ambiente y de unos incesantes "que se besen", "que se besen", a los que los novios accedían complacientes.
Abandoné el salón cuando una numerosa fila de invitados serpenteaba entre las mesas al compás de una conga. Incluídos los de la puerta...
¡Qué seáis muy felices pareja!
Maat
Unos minutos antes de llegar la novia, tuve ocasión de saludar y cambiar unas palabras con su futuro esposo.
- ¿Todo bien?, le pregunté
-Un poco nerviosete y emocionado de veros a todos aquí...
Le contesté que era lo que "tocaba" en esos momentos y, que procurara disfrutar al máximo cada uno de los minutos siguientes. Me dedicó un gracioso guiño de asentimiento y observé como el vehículo que nos traía a la novia, estacionaba delante de nosotros. Me emocioné al verla bajar del coche, estaba radiante; parecía que casi no habían transcurrido los años desde que mi esposo la tuvo en sus brazos recibiendo las aguas bautismales. ¡Cómo pasa el tiempo!
Casi la totalidad de la comitiva pasamos al templo para verla entrar. Era una de sus ilusiones, que todos la esperáramos en nuestros bancos cuando ella hiciera, del brazo de su padre y padrino, el camino hasta el altar. La prioridad era absoluta.
El resto, se quedó en la puerta. Para ellos, el estar invitados a una boda no incluía la asistencia a la ceremonia religiosa. Esperarían allí ...
Todos en pie, aguardamos al sacerdote; llegó y ocupó el centro del altar, en silencio. Se sucedieron unos incómodos minutos que a mí se me hicieron eternos. Imagino que como a la mayoría de los asistentes. El oficiante permanecía silente, oteando al frente. Comenzamos a mirarnos unos a otros extrañados por su actitud. Pero estaba claro. Simplemente esperaba a que hubiese silencio total para comenzar la ceremonia. Las voces de los invitados al otro lado de la puerta lo estaban impidiendo. Me pareció excesiva la medida, especialmente pensando en los novios y en el mal rato que estarían pasando, ensombreciendo un tanto la ilusión con la que habían llegado hasta allí. Alguien salió del templo a pedir un poco de cordura a los bulliciosos y ¡por fin! comenzó el acto.
El rito consistió únicamente en la administración del sacramento del Matrimonio. Dos lecturas y el Evangelio seguido de una plática dedicada a los contrayentes, fue el preámbulo al casamiento de la joven pareja. La voz del sacerdote, pronunciando su enhorabuena a los recién casados, ya nos llegaba con dificultad ahogada de nuevo por el bullicio de los invitados del otro lado de la puerta. Poco a poco habían ido subiendo el tono.
Cuando salimos al exterior, el alma se me fue a los suelos. Un buen número de amigos de los novios les esperaban practicando el "botellín" a las puertas del templo. Y lo he escrito bien, botellín. Era lo que la mayoría lucía en una de sus manos, enzarzados en charlas y risas diversas. Jamás había presenciado algo parecido. Por una parte, traté de comprender que hubiese quien no le apeteciera entrar en una iglesia. Pero el culto ese a la botella entre algunos jóvenes, me cuesta entenderlo y, en el fondo, lamento que para divertirse la encuentren imprescindible. Hasta en la puerta de una iglesia.
El resto de la tarde-noche-madrugada fue perfecto. Todo salió a pedir de boca. Y nunca mejor dicho. Un exquisito menú nos deleitó en medio de un agradable ambiente y de unos incesantes "que se besen", "que se besen", a los que los novios accedían complacientes.
Abandoné el salón cuando una numerosa fila de invitados serpenteaba entre las mesas al compás de una conga. Incluídos los de la puerta...
¡Qué seáis muy felices pareja!
Maat
11 comentarios:
Probablemente lo sean.
Si se parece un poco a tí tu sobrina,
llevará la felicidad por donde vaya.
Un abrazo Maat..y enhorabuena.
Por cierto hoy de madrugada ha sido madre, la mayor de mis sobrinas.
Ya soy tío-abuelo.
Gracias Izara por tu piropo.
Recibe mi más sincera enhorabuena, tio-abuelo.
Un abrazo.
Maat
El tiempo Maat, pasa volando y no nos damos cuenta, hasta que sucede un acto como éste.
Seguro que serán muy felices, Enhorabuena a esta nueva pareja.
Besitos
P.D. En breve leeremos un post de tu sobrino-nieto
Estas reuniones son entrañables, porque se encuentra la familia y se ve como pasa la vida de unos y otros .
En cuanto a algunos jovenes , han perdido el respecto y es lo peor .
Que sean muy felices los novios .
Besos desde Málaga.
Felicidades a los novios....y un beso para tí.
No entendí bien lo del "botellín", pero si es lo que me imagino, creo que estaba muy descolocado!...en fin, costumbres son costumbres
Me alegro que lo hayas disfrutado.Se ve que te emocionó.
Felicidades a los novios!
Un abrazo!
Si a lo que te refieres es que estaban ya festejando con alcohol, bueno es tan común que los jovencitos beban sin control, lo que no me parece es que hayan perturbado la ceremonia de los novios. A propósito, enhorabuena por este acontecimiento.Felicidades para los recién casados.
Un abrazo para tí.
Esperemos que así sea.
Al párroco de mi pueblo le sucede lo mismo, no comienza las ceremonias hasta que se implanta el silencio, aunque ahora que cuenta con más edad, a veces, pasa de la medida:)
Abrazos para ti y enhorabuena alos novios
Espero que sean felices, Maat.
Yo también me he quedado fuera en alguna que otra boda, pero nunca delante de la iglesia. Tampoco entiendo el culto a la botella, es más, me aparto de quienes sólo se "divierten" bebiendo.
Un abrazo
Ver el matrimonio de una persona con la que uno a compartido desde pequeño es super emocionante, es una alegría un poco dificil de describir. Se te eriza la piel y tienes las lágrimas allí a punto de explotar.
Un beso y mi enhorabuna a la feliz pareja.
P.D. Algún día cuando me case por la iglesia a lo mejor podré experimentar todo esto desde otro punto.
Holaaaa Maat,
Me has dejado de piedra con eso del "botellín". Palabrita que no sabía que se hacía delante de la iglesia mientras uno se casa.
Estoy que flipo con la nueva moda O.O
Por lo que cuentas todo lo demás fue muy lindo. Hace muuucho que no voy a una boda ¬¬ Creo que tendré que esperar a la mía ;P ;P
Mil abrazotes gigantescos y llenos de cariño.
Publicar un comentario