Yo no volveré. Y la noche
tibia, serena y callada,
dormirá el mundo, a los rayos
de su luna solitaria.
Mi cuerpo no estará allí,
y por la abierta ventana
entrará una brisa fresca
preguntando por mi alma.
No sé si abrá quien me aguarde
de mi noble ausencia larga,
o quien bese mi recuerdo
entre caricias y lágrimas.
Pero habrá estrellas y flores,
y suspiros y esperanzas,
y amor en las avenidas,
a la sombra de las ramas.
Y sonará ese piano
como esta noche plácida,
y no tendrá quien lo escuche,
pensativo, en mi ventana.
JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
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