17 de septiembre de 2007

Un fin de semana familiar


Este fin de semana, he atravesado España de Este a Oeste , para ir a conocer a un nuevo miembro de mi familia. Mi sobrino-nieto Alejandro. Cuando llegué a tierras extremeñas unas nubes amenazantes coronaban los picos de las montañas. Entrando en la población que vive mi sobrina, la joven mamá de Alejandro, una generosa tormenta me dio la bienvenida. La disfrute, sí, la disfruté. Me gustan las tormentas y entre montañas...más. Después de instalar mis bártulos de viaje en la habitación del Parador donde me alojé, salí a la calle y me dejé acariciar por esas perdidas gotas de lluvia con las que suelen finalizar las tormentas. Un torrente de emociones inundaron mi alma, (el recuerdo de mi madre, que nació y vivió su infancia en ese lugar, el olor a tierra mojada, el gozo de encontrarme con parte de mi familia a la que veo muy de tarde en tarde y sobre todo, la alegría de "ver la cara" del recién llegado)
No había anunciado mi visita, y la sorpresa de mi hermana al abrir la puerta y verme fue mayúscula, (me encanta dar sorpresas). Pronto me di cuenta que había llegado en un momento "especial". En el hogar de mis sobrinos, se desarrollaba "otra" tormenta. La producida por la presencia de Alejandro. Llevaban varios días, en los que Morfeo no tenía nada que hacer en esa casa. Dormían poco. Poco y mal. Esa pequeña cosita, se ha adueñado de las horas, y no da tregua.... Y especialmente, esa tarde, el bribonzuelo que nos ocupa, llevaba llorando y sin dormir un buen rato. El suficiente para tener desencajados a sus papis, que ya acumulaban horas de sueño y de cansancio. Lo tomé en brazos y noté que su tripita era un pequeño globo. Ahí estaban todos sus "males". Lo coloqué boca abajo en mi brazo, y después de unos masajitos, mimos, y unos cuantos metros de "paseos" se quedó como aparece en la foto...
Fue una satisfacción, lo primero de todo por él, y luego, porque ya dispusimos de un buen rato para contarnos cosas... Mi sobrina, reponiéndose muy lentamente de un difícil parto de 48 horas (como lo leéis, 48 horas, y en pleno siglo XXI) y su esposo, tratando de capear el temporal. Han sido tan sólo dos días los que hemos vivido juntos, pero dos días muy intensos. Cuando la mañana de mi regreso me despedí de mi hermana -con la que me llevo 20 años - de mi sobrina y después de "asomarme" por última vez a la cuna de Alejandro, supe, que un pedacito de mi corazón se quedaba por allí...y tal es así, que en cuanto se "despisten" un poco los de mi casa me vuelvo a escapar hacia la tierra de los conquistadores. !Vaya que sí!

Maat

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