30 de enero de 2010

Me caí del mundo...y no se cómo entrar











Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.

No hace tanto, con mi mujer, lavábamos los pañales de los críos, los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita, los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.

Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda, incluso los pañales.

¡Se entregaron escrupulosamente a los desechables! Si, ya o sé. A nuestra generación siempre le costó botar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el pañuelo de tela de bolsillo.

¡¡¡Nooo!!! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.

¡Guardo los vasos desechables!

¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez!

¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos!

¡Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida!
¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después!

La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, vajillas y hasta palanganas de loza.
Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de refrigerador tres veces.

¡¡Nos están fastidiando!! ¡¡Yo los descubrí!! ¡¡Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.

¿Dónde están los zapateros arreglando las media-suelas de los tenis Nike?
¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando colchones casa por casa?
¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista?
¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?
Todo se tira, todo se desecha y, mientras tanto, producimos más y más y más basura.

El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad. El que tenga menos de 30 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el que recogía la basura!!

¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de ...años!

Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII)

No existía el plástico ni el nylon. La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en la Fiesta de San Juan.

Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban. De "por ahí" vengo yo. Y no es que haya sido mejor...Es que no es fácil para un pobre tipo al que lo educaron con el "guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo", pasarse al "compre y bote que ya se viene el modelo nuevo". Hay que cambiar el auto cada 3 años como máximo, porque si no, eres un arruinado. Así el coche que tenés esté en buen estado. ¡¡¡Y hay que vivir endeudado eternamente para pagar el nuevo¡¡¡ Pero por Dios...
Mi cabeza no resiste tanto.

Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que, además, cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real.

Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo) Me ducaron para guardarlo todo. ¡¡¡Todo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.

Sí, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita.

¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?

¿Será que cuándo las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con la que se consiguieron?

En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel y cubierto. Y guardábamos...¡¡Cómo guardábamos!! ¡¡Todoooo lo guardábamos!!
¡¡Guardábamos las tapas de los refrescos!!  ¿Cómo que para qué? Hacíamos limpia-calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martilleábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año en la escuela. ¡¡Todoooo guardábamos!!

Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables. Y las Gillette-hasta partidas por la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned-beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.

Las cosas no eran desechables. Eran guardables. ¡¡Los diarios!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver. ¡¡¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne!!!

Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los goteros de las medicinas por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espadas que decía: éste es un 4 de bastos".

Los cajones guardaban pedazos izquierdos de pinzas de ropa y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en una pinza completa.

Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte a nuestos objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden "matarlos" apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar   muerto a nada: ¡¡ni a Walt Disney!!

Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: "Cómase el helado y después tire la copita", nosotros dijimos que sí, pero, ¡¡¡minga que la íbamos a tirar!!! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y las copas. Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de botellones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella.

Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. ¡¡¡Ah!!! ¡No lo voy a hacer! ¡¡Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta las amistades son descartables!!!

Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo, pegatina en el cabello y glamour.

Esto es sólo una crónica que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la "bruja" como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la "bruja" me gane mano y se ayo el entregado.

EDUARDO GALEANO













29 de enero de 2010

Por Saúl

 


Saúl necesita ayuda. Lee por favor el contenido de la siguiente entrada  y haz lo que te indique el corazón. Gracias.

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27 de enero de 2010

¿Cómo te has portado hoy?


Cuando a primeros de curso me comprometí a cuidar a Irene cada tarde, intuí que íbamos a compartir ratos muy agradables. Para mí, era una ilusión entrar en contaco de nuevo con el mundo de los niños,  ya que lo considero fascinante.

La realidad supera cada día cualquiera de mis previsiones y las anécdotas y vivencias se suceden sin tregua. De todo tipo.


A las cinco en punto, se abren las puertas del colegio y el patio está sembrado de pequeños que, en desordenadas filas,  esperan impacientes a las personas que llegamos a recogerlos. Una de esas tardes, observé que Irene estaba seria. Cuando la tuve cerca y me dispuse a tomarla de la mano para irnos a casa, me di cuenta que llevaba una diminuta pegatina roja  con los trazos de una carita apenada, en su floreado jersey. No le di mayor importancia, pues en ese momento lo que realmente me importaba era saber que le ocurría.

-¿Qué te pasa, Irene, estás enfadada por algo? -pregunté-

- No. Estoy triste.

Y ya no le apeteció darme más explicaciones a pesar de mis insistentes preguntas.

Los comentarios de las mamás de otros dos niños me aclararon la situación:

-¿Te has portado mal hoy, eh, Irene?-Le comentaron al cruzarse con nosotras.

Yo no tenía ni idea, pero la pegatina que lucía la cría era una carita triste de color rojo que significaba que  había tenido un día "movidito" en el cole. Me quedé atónita. Y como por edad, ya estoy más cerca de ser una abuela consentidora que una mamá, discretamente le quité aquella prueba que iba contando a los cuatro vientos que había tenido un mal día. Sinceramente no me gustó ese método educativo y cuando llegó su mamá a mi casa se lo comenté. Le pedí permiso para que,  cada día que una pegatina roja acompañara a la niña, pudiera quitársela en cuanto saliésemos del campo de visión de su profesora. Y me lo dio. Me parece muy bien que, si se portan mal las corrijan, pero dentro del recinto escolar y en el momento que hacen la fechoría. Lo demás...creo que sobra. Sobre todo, porque la cría tiene tan solo tres años.

Esta circunstancia me llevó a recordar algo  que ocurría en el colegio  donde estudié. Allí no teníamos pegatinas de colores, pero si unas preciosas bandas de raso de colores varios, a las que nos teníamos que hacer merecedoras a lo largo de todo un mes. La de color verde, significaba que habíamos sido puntuales a las horas de entrada al centro. La rosa se concedía a la niña más aplicada de la clase en sus deberes. La azul celeste se ganaba en las clases de Religión. La roja era para mí la más inalcanzable, pues observar buena conducta a lo largo de todo el mes era harto difícil. Y la blanca... ¡ay! la blanca. Esa era ya el colmo de la perfección, pues la niña que la obtenía, era porque durante todo el mes, había conseguido reunir todos los requisitos anteriores. Se llamaba la banda de "honor".  Vamos, el súmmum. A mí nunca me la dieron. Mejor dicho, nunca hice los suficientes méritos para ganarla.

La ceremonia de entrega de bandas tenía lugar el primer dia  del mes, en presencia de los profesores y de la directora del centro.  Era emocionante recibirla entre los aplausos  de las compañeras. Luego venía lo mejor ya que  ese día, nos dejaban marchar a casa con ella puesta.  Aquellos pedazos de raso de colores haciendo aguas, en bandolera, sobre los uniformes oscuros, lucían lo suyo. Las sensaciones vividas a lo largo del camino que separaba el colegio de nuestro hogar eran indescriptibles. Y ya en casa, se montaba la fiesta. Por la noche, recuerdo que dejaba mi banda colgada en la habitación en un lugar que la pudiera ver desde la cama y, como me costaba dormirme por la emoción, encendía varias veces la luz para mirarla y  asegurarme que estaba allí y que no era un sueño.

En todas las clases existía un cuadro de honor. Y cada mes, las fotografías de las galardonadas lucían en él para su deleite  y,  acicate del resto. En lugar destacado, figuraba la alumna de la banda blanca, que en mi curso coincidía casi siempre en la misma persona. Realmente, era una superdotada y además, curraba un montón. La tenía bien merecida.

No quiero decir que aquello fuera mejor que esto. Cada época tiene lo suyo. Lo realmente importante son los resultados. Y no dudo que los educadores van buscando los mejores métodos para encauzar  a nuestros niños las horas que están a su cargo. Pero esto de las pegatinas de colores  fuera del recinto escolar "chivándose" de un mal día de un crío de tres años me parece inapropiado. Lo mismo que la verde, que significa lo contrario. O la amarilla, que denota que el niño en cuestión, ha nadado entre dos aguas.

Si a los adultos, al final de nuestra jornada, una mano inocente nos colocara sobre nuestro pecho una pegatina de colores que evidenciara nuestra conducta del día, ¡la de sorpresas que íbamos a llevarnos...!

A ver. ¿Cómo te has portado hoy?

Maat

21 de enero de 2010

Dile



Dile que no me tema, amor, y dile
que yo estoy a su lado como el aire,
como un cristal de niebla o como el viento
que se aquieta en la tarde.

Dile que no me huya, amor, y dile
que no me vuelva a herir, que no me aparte,
que soy el brillo húmedo en sus ojos
y el látido en su sangre.

Dile que no me aleje, amor, y dile
que  yo soy el umbral de su morada,
el agua de su sed
y aquel único pan para su hambre.

Dile que no se oculte, amor, y dile
que ya no tenga rostro ni señales
de haber vivido antes de quererme.

De haber vivido, antes.
Dile que no recuerde y dile
que no respire, amor, sin respirarme.

JULIA PRILUTZKY


17 de enero de 2010

Poema del domingo triste



Este domingo triste pienso en ti dulcemente
y mi vieja mentira de olvido, ya no miente.


La soledad, a veces, es el peor castigo...
Pero, ¡qué alegre todo, si estuvieras conmigo!


Entonces no querría mirar las nubes grises,
formando extraños mapas de imposibles países;


y el monótono ruído del agua no sería
un motivo secreto de mi melancolía.


Este domingo triste nace de algo que es mío,
que quizás es tu ausencia y quizás es mi hastío,


mientras corren las aguas por la calle en declive,
y el corazón se muere de un ensueño  que vive.


La tarde pide un poco de sol, como un mendigo,
y acaso hubiera sol si estuvieras conmigo;


y tendría la tarde, fragantemente muda,
el ingenio impudor de una niña desnuda.


Si estuvieras conmigo, amor que no volviste,
¡qué alegre me sería este domingo triste!


JOSÉ ÁNGEL BUESA

14 de enero de 2010

Amarte


Incluso cuando me vaya

seguiré amándote.

No podrás impedirlo.

La paz seguirá habitando
en nuestras montañas,
las que tantas veces cobijaron
nuestros ratos de amor
y de anhelos cumplidos,
verdadero tesoro
de un tiempo apasionado
que sólo fue nuestro.

Cuando mi tiempo termine
seguiré amándote
como el arco iris ama sus colores,
como la noche ama sus estrellas.
Porque este amor, ya sin mí,
te seguirá amando,
desde la otra orilla, incluso.

MAAT

10 de enero de 2010

Todavía

No lo creo todavía
estás llegando a mi lado
y la noche es un puñado
de estrellas y de algría.

palpo gusto escucho y veo
tu rostro tu paso largo
tus manos y sin embargo
todavía no lo creo

tu regreso tiene tanto
que ver contigo y conmigo
que por cábala lo digo
y por las dudas lo canto

nadie nunca te reemplaza
y las cosas más triviales
se vuelven fundamentales
porque estás llegando a casa

sin embargo todavía
dudo de esta buena suerte
porque el cielo de tenerte
me parece fantasía

pero venís y es seguro
y venís con tu mirada
y por eso tu llegada
hace mágico el futuro

y aunque no siempre he entendido
mis culpas y mis fracasos
en cambio sé que en tus brazos
el mundo tiene sentido

y si beso la osadía
y el misterio de tus labios
no habrá dudas ni resabios
te querré más
todavía.

MARIO BENEDETTI

8 de enero de 2010

¡Palaguas, palaguas! ¡Palaguas a dos eulos!

El pasado martes quedamos varios amigos para ir a presenciar la cabalgata de reyes. Mientras nuestros esposos rubricaban la carta a Baltasar, nosotras nos dirigimos a una de las calles por donde iba a pasar la comitiva real. Disfruto mucho asistiendo a este acto. Me entusiasma ver las caritas de los más pequeños; en ellas se advierte una mezcla de ilusión, asombro e incluso temor, indescriptible. Las sirenas de los vehículos de la policía local que suenan durante todo el recorrido, los impresionantes coches de bomberos con sus interminables escaleras, y la vistosidad de las carrozas que pasean a los tres reyes, confieren al acontecimiento un carácter mágico a sus ojos.

Pero este año, una pertinaz lluvia hizo que desistiéramos de sumarnos al río de gente que, estoicamente, aguantaba el chaparrón con tal de ver el paso de los magos de Oriente y su numeroso séquito por las adornadas calles de Valencia.

El grupo, acordamos entrar en una famosa y antiquísima chocolatería del centro de la ciudad y tomarnos un chocolate caliente. Íbamos a darle una tregua a la lluvia, a ver si aún era posible disfrutar del final de la cabalgata. Pero no lo fue. Cuando terminamos nuestro reconfortante chocolate, acompañado de sabrosos churros y buñuelos, volvimos a la calle donde el agua seguía cayendo con generosidad. No íbamos preparadas para la lluvia. Pepa, de camino al lugar donde habíamos quedado -previsora ella- al ver la llegada de las amenazantes nubes sobre la ciudad, había acudido a la llamada de un joven chino -quien también había visto llegar las nubes- que desde la puerta de su comercio gritaba: "Palaguas, palaguas. Palaguas a dos eulos." Y se equipó con uno. Por lo que pudiera caer. Total por dos euros...

Decidimos ir a ese comercio a comprarnos sendos paraguas el resto de féminas. Para entonces, el agua caía copiosamente. Cada una elegimos el que más nos gustaba y preparamos los dos euros con los que pagar nuestra compra.

-Son tles eulos, nos advirtió el dependiente.

-¿Tres euros...? protestó Pepa. Hace dos horas he comprado este y me has cobrado dos euros y ¿ahora son más caros?

-Si -contestó el chino- Ahola llueve.

Nos dejó atónitas. Pero nos dio por reírnos. Con la lluvia, había subido el precio de los paraguas. ¡Qué estrategia comercial se gastaba el oriental!

Acabamos pagándole dos euros por pieza. Pepa se encargó de regatear y convencerlo...

Nos despedimos trabajosamente cobijadas cada cual en su nueva adquisición. Partíamos hacia los distintos puntos de recogida donde nos esperaban nuestros chicos. No nos fue posible ver la cabalgata de los reyes magos. Pero nos habíamos metido entre pecho y espalda un suculento chocolate "muy bien acompañado" que, en un plis plas, desmontó el régimen post-comilonas Navidad que teníamos trazado. Toda la culpa la tenía la inoportuna lluvia.

Terminé de atravesar la calle ya en solitario. La nostalgia me invadió sin poder evitarlo. Aquella parte de la ciudad me trae recuerdos imborrables. En esa zona encontré mi primer empleo recién terminados los estudios. Durante once años, trabajé en las oficinas de un almacén de paquetería hasta que mi hijo comenzó a dar señales de vida anunciándonos su llegada. Tuve que abandonar mi vida laboral para someterme a un severo reposo por amenaza de aborto. Por allí dejé bonitas vivencias y un buen número de personas queridas. Los recuerdos salpicaban con fuerza mi alma como las gotas de lluvia lo hacían sobre mi paraguas regateado. Apreté el paso. Muy cerca estaría ya mi esposo con el coche aparcado -seguramente- en doble fila, nervioso, esperándome. Lo mejor del día de reyes estaba por llegar. La ilusión por la mágica noche permanecía intacta. ¡Ojalá! nunca perdamos ni ésta, ni muchas otras ilusiones. Son la sal de la vida.

Maat




5 de enero de 2010

Noche de Reyes


...y entrados en la casa vieron al niño con María, su madre, y de hinojos le adoraron, y abriendo sus tesoros le ofrecieron dones, oro, incienso y mirra.
(Mateo 2, 11)



Un año más, vamos a vivir la noche de Reyes. Es un día en el que nos permitimos que el niño que llevamos dentro -y la niña, por si me lee Aido- se manifieste. Por muchos años que diga nuestro D.N.I. que contamos, todos aguardamos esta noche con ilusión. ¡No debemos perderla!

Me he permitido escribir una carta a Sus Majestades para todas las personas a las que quiero. Y tú, que me visitas en mi blog, estás entre ellas. Como son magos, espero que puedan traer todo lo que les he pedido. Luego, es cosa nuestra administrarlo para que crezca...

Acordaros que hay que irse a dormir temprano. Si ven luz en la casa...pasan de largo.

¡Feliz noche de Reyes!



Maat

2 de enero de 2010

Elegia para ti y para mí



Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y tú te irás borrando lentamente en mi sueño.

Un año y otro año caerán como hojas secas
de las ramas del árbol milenario del tiempo.

Y tu sonrisa, llena de claridad de aurora,
se alejará en la sombra creciente del recuerdo.

Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y quizás, poco a poco, dejaré de hacer versos

bajo el vulgar agobio de la rutina diaria,
de las desilusiones y los aburrimientos.

Tú, que nunca soñaste más que cosas posibles,
dejarás, poco a poco, de mirarte al espejo.

Acaso nos veremos un día, casualmente,
al cruzar una calle, y nos saludaremos.

Yo pensaré, quizás: "Qué linda es, todavía".
Tú, quizás pensarás: "Se está poniendo viejo".

Tú irás sola, o con otro. Yo iré solo, o con otra.
O tu irás con un hijo que debía ser nuestro.

Y seguirá muriendo la vida, año tras año,
igual que un río oscuro que corre hacia el silencio.

Un amigo, algún día, me dirá que te ha visto,
o una canción de entonces me traerá tu recuerdo.

Y en estas noches tristes de quietud y de estrellas,
pensaré en ti un instante; pero cada vez menos...

JOSÉ ÁNGEL BUESA






1 de enero de 2010

¡Feliz Año Nuevo!

En mi entorno, el año no ha podido comenzar mejor. Hace unos días os hablaba de mi amigo Pablo. Pues bien, ayer por la tarde, los médicos decidieron darle el alta hospitalaria para seguir su tratamiento desde casa. Parece que ya le han podido diagnosticar y darle la medicación adecuada después de numerosas pruebas. La última, una endoscopia, pero no la tradicional, sino la realizada a través de una cápsula endoscópica (cámara fotográfica), de la que Pablo se ha sentido muy orgulloso y que ha tolerado con matrícula. En la última visita que le hice en el hospital me decía, con cierta satisfacción, que era uno de los pocos niños que tenía miles de fotografías "por dentro".

Los últimos cuatro días ha dado suficientes muestras de mejoría, ya tolera alimentos sólidos y para colmar la dicha de cuantos le queremos, ha comenzado a recuperar peso.

Ahora, todo es cuestión de tiempo...

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Os voy a mostrar una presentación de power point que estos días ha circulado mucho por nuestros correos. De hecho, yo la he recibido por tres conductos diferentes. Por si alguno no habéis tenido oportunidad de verla, aquí os la dejo. Espero que os guste.




Un fuerte abrazo de Año Nuevo.

Maat