25 de junio de 2010

Te necesito


Aún no estoy preparado para perderte...
No estoy preparado para que me dejes solo.
Aún no estoy preparado para crecer
y aceptar que es natural,
para reconocer que todo
tiene un principio y un final.

Aún no estoy preparado para no tenerte
y sólo recordarte...
Aún no estoy preparado para no poder oirte
o no poder hablarte,
no estoy preparado para que no me abraces
y para no poder abrazarte.

Aún te necesito
y aún no estoy preparado para caminar
por el mundo preguntándome ¿por qué?
No estoy preparado hoy y nunca lo estaré.

Te necesito.

PABLO NERUDA

23 de junio de 2010

Este jueves, un relato: "Me acuerdo de ti cuando veo..."

Mi querida y añorada madre:

Según van pasando los años, los detalles que me hacen recordarte, aumentan. Pero ya vienes a mi memoria con sosiego, hasta diría que con una cierta placidez. El tamiz del tiempo hace que me recree con lo bueno que viví contigo. Y se lo agradezco infinito.

Hace tan sólo unos días que he realizado una de las tareas caseras que más me molesta cada temporada: ordenar armarios y cajones. Las prendas de abrigo van subiendo a los altillos para dar paso a la confortable y vistosa ropa de verano. Y, una vez más, me he vuelto a encontrar con tus labores que, amorosamente, guardo junto a la preciada colcha de ganchillo que hiciste para mi "dote".

Las hay de todos los tamaños y formas. Cada jarrón, cada figura de las muchas que te gustaba coleccionar por toda la casa, descansaban en un trabajado y atractivo tapete de ganchillo. Y no habían dos que fueran iguales. Me gusta dedicarles parte de mi tiempo. Los extiendo sobre mi cama, los miro, los acaricio y, te pienso. Es como sumergirme en un oasis y desconectar de la realidad para regresar a tu lado en aquellas noches que, habiendo salido con los amigos, tú esperabas levantada mi regreso. Parece que te estoy viendo con tus gafas de pasta transparente, sentada en la única butaca que teníamos en el salón-comedor y con tu labor entre las manos. No te importaba la hora que decidiera volver, allí estabas aguardándome. Y como yo lo sabía, procuraba que no se hiciera demasiado tarde. Jamás conté a mis amigos el por qué me retiraba casi siempre de las primeras. Pero llegaba un momento que ya no me lucia la noche, sabiendo que hasta que yo no entraba en casa, no te disponías a descansar.

Ahora lamento que no aprovecháramos más aquellos instantes. Que no nos quedáramos hablando de nuestras vidas en esas horas tan propicias de la noche para las confidencias. Que me hubieras contado todos los pensamientos que te acompañaban mientras le dabas forma a esas pequeñas obras de arte en tus ratos de vigilia. Tus preocupaciones, tus anhelos, tus frustraciones. Y yo te hubiera contado lo bien que lo pasaba con mi grupo de amigos, lo colada que me tenía Arturo, y lo que suponía para mí el solo hecho de que me mirara...

En medio del silencio de la casa, entrabas sigilosa a la cocina mientras yo me preparaba para ir a dormir, y como si tuvieras el tiempo medido, poco antes de meterme en la cama, aparecías en mi alcoba con un vaso de leche.

-Hace mucho que cenaste. Ese estómago necesita algo de alimento antes de acostarte.

Y depositabas el vaso en mi mesilla de noche, mientras me dirigías la última frase:

-¡Ahora, a rezar y a dormir!

Y te veía marchar satisfecha de "tu" deber cumplido, sintiendo que te quería un poquito más...

Los tapetes han vuelto a su cajón habitual ceñidos en una vieja sábana de hilo. No he podido evitar el emocionarme de nuevo al tenerlos entre mis manos. Me siguen hablando de ti cuando los veo. La de horas de sueño que les dedicaste mientras yo me divertía...

¡Gracias, madre!

No se me olvida que era así como te gustaba que te llamáramos.

Maat


Podéis encontrar más recuerdos en:

http://callejamoran.blogspot.com/

19 de junio de 2010

Yo soy la amada



Yo soy la amada, amante, soy la amada:
voy andando las horas que separan
mi cuerpo de tu cuerpo
y restañando las frágiles heridas
de huellas que volaron con tu nombre.

Yo soy la amada, amante, soy la amada:
la que brotó salvaje entre tu trigo
y lo tiñó de púrpura,
la que sin darse cuenta
iluminó de pronto tu paisaje,
la que acudió a tu llanto
y en su aljibe
atesoró tus lágrimas.

Yo soy la amada, amante, soy la amada:
la que en silencio mira.
La que te espera.
La que teje sus sueños con tu vida.

LUZ MARIA JIMÉNEZ FARO

17 de junio de 2010

Este jueves, un relato: "Bichos"

Gustavo, desde su blog http://callejamoran.blogspot.com/ nos invita a hablar este jueves de "bichos". Concretamente de insectos.




Parece increíble lo que puede llegar a trastornar, en algunos momentos, su presencia en nuestra confiada existencia. Por lo menos, en la mía. Es lo que peor soporto de esta época del año, incluido el pegajoso calor mediterráneo. Me estoy refiriendo a los mosquitos "caseros".



Irrumpen sobre mi cuerpo serrano en las mejores horas. Unas veces, cuando entregada en los brazos de Morfeo disfruto de un reconfortante descanso. Y es cuando más me molestan. Hay noches que anuncian su visita con el clásico zumbido que llega a despertarme. De un salto, enciendo la luz de la alcoba y, armada con el spray de insecticida, me dedico con vehemencia a darle su merecido y no cejo en el empeño hasta que, localizado, lo envuelvo en una nube tóxica que le lleva directamente a su paraíso. Lo peor es cuando ya me despierta el picor del bocado sufrido-porque no pican, muerden-os lo aseguro. El ritual es casi como el anterior pero, primero, me dedico a embadurnar la caricia del cagachín con una crema calmante que procuro nunca falte en mi mesilla de noche. Estos hechos suelen acontecer de madrugada y a partir de ahí, la vigilia casi está asegurada. La guinda suele ponerla mi esposo, quien medio durmiendo y casi ininteligiblemente se asoma entre las sábanas para pronunciar la frase que más me exaspera en esas circunstancias:

-¿Es que hay algún mosquito?

-Pues mira, no. Estaba aburrida y me ha dado por ensayar unos pasos de baile.

Como a él no le pican...

Otras veces, cuando en la tranquilidad de la noche me dedico a leer o a escribir, con una música de fondo, suave, osan acribillarme las piernas rompiendo el encanto del momento. Y todo esto, a pesar de tener aparatos de esos eléctricos de varías las clases, en cada una de las estancias que ocupamos.

Lo curioso de la historia es que me he dedicado a investigar sobre mi enemigo para ver la forma de vencerlo y ha sido peor. Mi sorpresa ha sido mayúscula cuando he conocido que quien me "pica" no es él, si no ella. Es la hembra la que, a través de su trompa fina y alargada, armada interiormente de un aguijón, extrae la sangre de los mamíferos, de la que obtiene las proteínas que necesita para el desarrollo de los huevos. Puede llegar a poner hasta 200 de ellos en su corta vida que alcanza-como mucho- a 15 días. Pocos días, desde luego, pero bien aprovechados. Según mis informaciones, hacia el atardecer, los mosquitos machos se reunen en enjambres y esperan con entusiasmo la visita de las hembras para copular. Las muy espabiladas, no se conforman con uno, ya que se montan la fiesta con varios de ellos. Y claro, pasa lo que pasa.

Tras una ingesta de sangre, la hembra reposa unos días mientras los huevos se desarrollan con los nutrientes extraídos, hasta que están lo suficientemente desarrollados para ser depositados. En unos diez o catorce días, los nuevos mosquitos serán adultos y podrán pulular a sus anchas. Mientras ellas reposan, los machos-que sólo viven siete días- (no me extraña), se dedican a alimentarse de néctar. Para reponerse, digo yo.

Y claro, desde que sé todo esto, cuando de madrugada me despierta el aguijón de una de estas lagartonas, enseguida pienso lo bien que se lo ha pasado visitando el enjambre y como consecuencia, necesitando mis proteínas, y ¿para qué engañaros? me acuerdo hasta de Noé. ¿Qué falta haría que metiera una parejita de estos molestos insectos en su famosa arca? Con lo bien que les hubiera venido aquel diluvio universal. Seguro que a él no llegaron a picarle

.
Hay otras palabras para referirse al mosquito que tienen su chispa: Violero (desde luego violan la tranquilidad de sus víctimas), cagarropa (pueden clavar su aguijón a través de los tejidos), cenzalino de trompetilla (sobre todo) y la más chocante, culícido (sin comentario)

.
Para terminar, deciros que me marcho en cuanto cuelgue mi relato a comprar unos aparatos que me han asegurado que son muy eficaces. Unos ahuyentadores de mosquitos por ultrasonidos. A ver si tengo suerte y los aleja de mis proteínas, por lo menos, hasta el Sudeste de Asia, que es de dónde proceden...

Maat

1 de junio de 2010

Hasta mañana

Una cadena de circunstancias personales me ha mantenido alejada varios días del mundo bloguero y, confieso que, os he echado de menos...

Regreso con un enternecedor poema de Mario Benedetti. Espero sea también de vuestro agrado.



Voy a cerrar los ojos en voz baja
voy a meterme a tientas en el sueño.
En este instante el odio no trabaja

para la muerte, que es su pobre dueño
la voluntad suspende su latido
y yo me siento lejos, tan pequeño

que a Dios invoco, pero no le pido
nada, con tal de compartir apenas
este universo que hemos conseguido

por las malas y a veces por las buenas.
¿Por qué el mundo soñado no es el mismo
que este mundo de muerte a manos llenas?

Mi pesadilla es siempre el optimismo:
me duermo débil, sueño que soy fuerte,
pero el futuro aguarda. Es un abismo.

No me lo digan cuando me despierte.

MARIO BENEDETTI