1 de noviembre de 2010

Halloblogween: La caja de zapatos.





El hogar donde transcurrió mi niñez era una de esas casas antiguas, con techos altos y habitaciones espaciosas. Para llegar al dormitorio de mi hermano, necesariamente había que atravesar el de mis padres. Era el único cuarto interior y el menos iluminado de toda la vivienda. Pero a mí me encantaba jugar en él porque podía disfrutar de un amplísimo armario empotrado, todo de obra, que hacia de mis juegos una verdadera delicia. Tenía varios estantes hasta el techo donde mi madre almacenaba toda nuestra ropa y la de la casa con riguroso orden. La parte de abajo, estaba ocupada de pared a pared por multitud de perchas con el vestuario de mis hermanas mayores. Y ese era mi escondite preferido. Cada tarde, al regresar del colegio, pasaba horas enteras disfrazándome con sus vestidos. Entre ellos, almacenaba mis muñecos y los juguetes que compartía con mis amigas que muchos días venían hasta mi casa a jugar conmigo. La única condición que nos ponía mi madre para estar allí era que "luego", lo dejáramos todo como lo habíamos encontrado. Nos valía la pena obedecer.


Cierto día, ocurrió algo que nos fastidió el invento. Mi tía Balbina Luisa se presentó en casa con una vieja caja de zapatos. Era hermana de mi madre, quien le dispensaba el mayor de los respetos y se mostraba complaciente con ella hasta el infinito. Permanecía soltera y estaba considerada como una excelente cocinera. No vivía con nosotros.


Colocó el envase en la mesa camilla que teníamos en el salón y, destapándolo, nos dijo:


-Aquí tenéis mi mortaja preparada, cuidarla hasta el día que sea preciso utilizarla.


En aquel momento estábamos en casa solamente mi madre y yo. Nos miramos y ninguna de las dos pudimos pronunciar palabra. Mi tía iba mostrándonos una a una las piezas que contenía la añosa caja marrón: Un hábito de monja, zapatillas y medias de un blanco inmaculado reposaban, colocadas con sumo esmero, en el fondo. Una cruz de madera y un rosario de gruesas cuentas en madera del mismo tono que la cruz, completaban el "equipo".


Cuando fueron llegando mis hermanos y se percataron del tema, ninguno quería la caja en su habitación. Ni tan siquiera mi padre permitió que "la mortaja" descansara en el desahogado armario caoba de altos espejos del dormitorio de matrimonio.


Para entonces, ya tenía suficientemente claro lo que era y para qué servía la problemática caja que mi tía nos había encomendado. Al final, fue a parar al armario empotrado donde yo jugaba horas y horas. Durante una buena temporada dejé de hacerlo. Relacionaba aquella caja con un posible difunto que ya la habitara y mis visitas al armario en cuestión se espaciaron. De vez en cuando, mis hermanas tropezaban con ella buscando alguna cosa en las estanterías y el grito era descomunal. Jamás nos acostumbramos a su presencia.


Al casarse mi hermano, heredé esa habitación. Cada noche tenía que cerrar a tope las puertas del armario. Incluso rodando las llaves. Era incapaz de dormirme si un resquicio de puerta estaba abierto. El temor de que en aquella caja había algo más que una mortaja no dejaba de crearme desasosiego. Especialmente, en la oscuridad.


Menos mal que entonces no me dio por pensar que los espíritus atraviesan puertas, paredes y hasta pantallas de ordenadores.


¿Queréis comprobarlo? Tan sólo hay que llegar a:

http://teresacameselle.blogspot.com/


Maat



14 comentarios:

Natàlia Tàrraco dijo...

Maat, es cierto, una simple caja se convierte en obsesión, en obstáculo, pero lo que contenía era la idea de la muerte, la Dama vestida de monja. Te comprendo, no hay quien juegue al escondite con Ella.
Muy bueno tomar un detalle para convertirlo en el símbolo del terror absoluto, ese que nos come el coco, felicitaciones por este magnífico relato, y petonets cariñosos.

Un par de neuronas... dijo...

Hola, compi! Después del tembleque, te dejo una anecdota mía similar, más cómica pero no menos terrorífica!

Una noche alquilamos una peli de video, hace años, no recuerdo... la vimos por la noche del primero de noviembre para hacernos miedo, se llamaba "Sonámbulos" e iba de unos mostruos de pariencia humana a los que sólo intuían los gatos. A lo largo de la peli, malísima de la muerte por cierto, la casa que alquilaban iba llenándose de gatos por fuera, lo cual les delataba; entonces cambiaban de casa y volvían a empezar. Cuando mataban se transformaban en verdaderas bestias.

Bueno, pues -mira que era mala- esa noche el vídeo durmió en le maletero del coche. Me levanté en plena noche, lo saqué del reproductor, salí a la calle en pijama y lo encerré!!!!

A gallina no me gana nadie!!! AAAAaaaajajajajaja.

Besito.

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Es que no hay nada, quizás, con mayor poder que la sugestión!...basta pensar en una posibilidad aterradora para que ésta retorne, sin que ya lo controlemos, en cualquier momento a nuestras mentes!


Un muy buena aporte a este halloblogween al que nos convidaron!


abrazos!

rosa_desastre dijo...

Cuantos misterios se encierran en los armarios y el corazón de la niñez y que maniaaaaa la de los mayores de preparar "el último modelito" con tanto tiempo!!
Un beso

tag dijo...

Vaya con la cajita, yo tampoco hubiera pegado ojo.

Cuando era pequeña y le decía a mi madre que me daban miedo los muertos, siempre me contestaba riendose: ¿A los muertos? A los vivos es a los que tienes que tenerles miedo, jajajjaja.

Pero los cementerios me dan grima, y ya no te cuento las funerarias y las mortajas, aggggggg, horror.

Besitos

MARU dijo...

Jamia!!!!!!!!!¿¿¿¿¿¿¿ como tenías que dormir???????

Yo tampoco hubiera pegado ojo!!!!
En mi havbitación, había ropa colgada detrás de la puerta, en una percha.
No te imaginas el cague que me daba esa ropa, que adquiria las formas más macabras que te puedas imaginar.

Me ha gustado mucho.
Por cierto, mi suegra nos contaba que su madre también tenía preparado el traje de "amortajar".
Un vestido negro y un delantal negro con dibujos blancos con tira bordada y todo.
El encargo a ella y sus hermanas era que se viera por debajo del delantal el dobladillo del vestido...

Que cosas más extrañas, ¿verdad?
Bueno, no nos has contado si ese traje se usó o no....
Waaaau que morbo jajajaja
Besitos

Anónimo dijo...

El miedo está dentro de nosotros y a veces se materializa por terror (infundado o no), a objetos o más que a objetos, al simbolismo de los mismos. Esa inofensiva caja, con un contenido igualmente inofensivo, llevaba parejo a ella la idea de la muerte, latente en la indumentaria que ese familiar quería llevar en su viaje sin retorno. Eso es lo que verdaderamente llega a aterrorizar.
Magnífico relato.
Un abrazo.

Teresa Cameselle dijo...

Ay, Maat, yo también soy muy aprensiva para esas cosas, así que te entiendo muy bien, a la que no puedo entender ni entenderé nunca es a tu tía, como no entiendo a la gente que se compra nichos para mí es como escoger tu propio ataúd, demasiado morboso.
Un beso y gracias por participar.

XoseAntón dijo...

Muy bueno, Maat. Coincido con Pepe, en que el miedo está dentro de nosotros; pero la caja estaba en el armario... El poder de los símbolos, que transforman los objetos en sensaciones; ¿o es al revés? :)

Bikiños

Primavera dijo...

Ohh que terrible experiencia para unos niños, ver la caja y la ropa uff que miedo...se lo que es el temor y las pesadillas porque he vivido en mi piel esos miedos que atormentaron una gran parte de ni niñez.
Primavera

casss dijo...

Miedo y pico me daría la famosa caja de la mortaja y el miedo es poderoso, lo suficiente para atravesar paredes y puertas de armarios.
En todo caso, lo que cuenta, es cómo lo has relatado: muy bien!!!
Besotes.

HADALUNA dijo...

Me ha encantado la manera en que has contado la historia, haciendo llegar la inocencia de aquella niña.

Besitos dulces.

Medea dijo...

¡¡¡Uffff!!! Maat, estamos ya a dia cuatro y seguimos con las historias estas de repelús jajaja me ha encantado tu historia.
Si a mi me encargan algo así te aseguro que va al trastero,lo mas lejos posible y bien cerradito,pero no de niña vamos ahora mismo no dormiria con semejante legado en mi cuarto.
Muy bien contada tu historia. Un besote.

Trini dijo...

Ahora ya no se necesita eso, no? Al menos no me he puesto a pensar en ello y, lo que es mejor, no pienso dedicarle un segundo más al tema:):)

Sí, es cierto que hay armarios mágicos, o será que nosotros mismos los dotamos de magia...

Besos