El pasado viernes, nos reunimos un grupo de amigos en casa de Encarna y Paco. Después de una agradable velada y cuando ya casi nos marchábamos, Paco puso un libro en mis manos:
-ojéalo, te gustará-
Y me gustó. Tenía razón. Son poemas... con "algo". Espero que os agraden.
Gracias, Paco.
Maat.
-ojéalo, te gustará-
Y me gustó. Tenía razón. Son poemas... con "algo". Espero que os agraden.
Gracias, Paco.
Maat.
Y COMO AHORA TÚ Y YO
Y como ahora, tanto tú como yo, amada,
sabemos con certeza que sólo con palabras
no podemos mover montañas,
será mejor que intentemos repintar
el comedor y la cocina
y jugar otra vez a enamorados como
hace veinte años.
¿Te acuerdas?
Entonces cada atardecer
maduraban los frutos
y nos llenábamos las manos de arena nueva
y con cada gesto mudábamos piel y uñas.
Fuimos felices, mira por dónde, felices
un poco sin darnos cuenta, quizás
como animalitos.
Y ahora, ya lo ves, ni sabemos qué decirnos
y tropezamos con cualquier piedrecita.
Ni tú ni yo somos ya como entonces,
pero te propongo que intentemos hacernos
un ritmo nuevo, como si todavía tuviésemos
la piel tirante
y aquel deseo de todo que nos encendía las mejillas.
Quién sabe si el tiempo, aquietado y tibio,
que nos ha mudado la sangre en agua dulce,
nos guarda todavía un gusto a sal naciente
para ti y para mí, si volvemos a querernos.
MIQUEL MARTI I POL
Y como ahora, tanto tú como yo, amada,
sabemos con certeza que sólo con palabras
no podemos mover montañas,
será mejor que intentemos repintar
el comedor y la cocina
y jugar otra vez a enamorados como
hace veinte años.
¿Te acuerdas?
Entonces cada atardecer
maduraban los frutos
y nos llenábamos las manos de arena nueva
y con cada gesto mudábamos piel y uñas.
Fuimos felices, mira por dónde, felices
un poco sin darnos cuenta, quizás
como animalitos.
Y ahora, ya lo ves, ni sabemos qué decirnos
y tropezamos con cualquier piedrecita.
Ni tú ni yo somos ya como entonces,
pero te propongo que intentemos hacernos
un ritmo nuevo, como si todavía tuviésemos
la piel tirante
y aquel deseo de todo que nos encendía las mejillas.
Quién sabe si el tiempo, aquietado y tibio,
que nos ha mudado la sangre en agua dulce,
nos guarda todavía un gusto a sal naciente
para ti y para mí, si volvemos a querernos.
MIQUEL MARTI I POL
No hay comentarios:
Publicar un comentario