5 de abril de 2012

Este jueves, un relato: Obras en casa

Cierto día, cansada de los problemas que me ocasionaba el uso de la bombona de gas para los temas culinarios de mi hogar, opté por que me instalaran el "comodísimo" gas ciudad. No me faltaron las ofertas y reclamos de alguna que otra compañía para que me hiciera consumidora de su azulada fuente de energía. Y, además, de un tiro iba a matar dos pájaros, pues con ese cambio, se iban a terminar las incómodas duchas a medias pues, vaya usted a saber por qué, siempre se vaciaba la bombona cuando más a gusto estabas -super enjabonada-bajo el reconfortante chorro de agua templada.

Los instaladores invadieron mi cocina una mañana a eso de las 8. Llegaron tres, dos de ellos eran los portadores de todas las herramientas, cajas, tubos de cobre ...que iban a ser claveteados por mis sufridos azulejos. Después de dar las instrucciones pertinentes, el encargado tomó las de Villadiego y ya no lo volví a ver. En un pis pas, el suelo de mi pequeño reino se convirtió en intransitable. Tímidamente dejé un cepillo apoyado en una pared, pero seguramente no sabían cual era su cometido y se quedó tal cual.

El primer día lo llevé bastante bien. Me había preparado concienzudamente inspirada por una frase de mi esposo que resonaba en mi mente con fuerza según iban pasando las horas de "reforma":

-¿Te lo has pensado bien eso de meterte en cambios?

En la mañana del segundo día empezó mi particular calvario. La instalación estaba completada, algunos de mis cacharros embalados ya convivían armoniosamente con escombros, cajas de cartón vacías, pedazos de tubos, herramientas varias, etecé, etecé, etecé... Pero algo fallaba, un diminuto dispositivo negro les certificaba machaconamente la presencia de un ligero escape. Repasaron concienzudamente toda la tubería instalada, y nada. La fuga seguía dando muestras de su pertinaz presencia. Al caer la tarde, los dos "oficiales", luchaban a brazo partido con el escape, pero no se hacían con él y yo, empezaba a perder mi aplomo. Me tomé la libertad de indicarles si no podía ser que la llave de paso tuviera algún defecto que facilitara esa pérdida de gas, pero chapurreando un defectuoso castellano uno de los empleados me espetó que la pieza estaba homologada y que "eso" no era posible...Pues bien, oiga.

Terminada su segunda jornada, se marcharon cabreados y vestidos de impotencia. Desolada, en medio de mi destartalada cocina me preguntaba una y otra vez aquello de: ¿para qué me habré metido en este lio?

La mañana del tercer día fue más de lo mismo. La fuga, el escape, la pérdida azulada seguía pululando libremente por los bajos de mi cocina y haciendo "pitar" a ese pequeño artilugio que detectaba su presencia. En más de una ocasión, las manos que lo sostenían, llegaron a temblar presas de los nervios motivados por la vehemente incapacidad para localizarla.

Al mediodía, cuando los instaladores regresaron de su hora de comer, les abrí la puerta de mi casa con cara de pocos amigos- solo me faltaba el rodillo de amasar en las manos- a la vez que, sin ningún titubeo les ordené que desmontaran todo lo que habían instalado y que en una hora, los quería fuera de mi cocina. Que ya no quería el dichoso gas.

La mirada que me lanzó el "otro" empleado con sus ojos de color cielo tardaré en olvidarla. La desolación se dibujó repentinamente en aquel rostro de piel lechosa sobre la que caían caprichosos rizos dorados. Fue en ese momento, cuando me fijé en sus manos. Más parecían de un concertista de piano que de un instalador de gas. Estos rasgos físicos, unidos a su total ausencia de conversación por desconocimiento del idioma , me hizo pensar que quizá era una de las personas que habían acudido a nuestro país en busca de una vida mejor y, lógicamente, mi actitud le desconcertó.

En menos de 20 minutos, el que había tomado las de Villadiego volvió acompañado por otro "jefe" a la llamada de socorro que recibieron desde mi casa. Informados in situ del problema, actuaron con rapidez. ¿Qué hicieron? Lo primero, comprobar LA LLAVE DE PASO HOMOLOGADA, que, ante la sorpresa de todos los presentes, se comprobó que estaba defectuosa. Jamás he recibido tantas disculpas.

En apenas dos días, mi cocina volvió a la normalidad y mis ollas, pucheros y sartenes, se dejaban calentar el culete con la nueva fuente de energía no renovable, a la que casi, le prohibí la entrada en mi casa.

En unos días...todo quedó en una anécdota doméstica sin más.


Más reformas en casa del diablillo de Gus que no nos deja descansar ni en Semana Santa.

http://callejamoran.blogspot.com.es/



Maat










12 comentarios:

Neogeminis Mónica Frau dijo...

jejejej con qué lujo de detalles nos metiste en esta historia!...pequeño drama hogareño que, como tantos, sabemos bien cuándo empieza, pero no cuando termina!

un abrazo!

=)

Sindel Avefénix dijo...

Es increíble como se pueden complicar las obras. Uno cree que serán una pavada y por una cosa u otra siempre llevan más tiempo del que queremos.
Es difícil conseguir gente capacitada para eso, y sobre todo responsable.
Un abrazo.

Unknown dijo...

todos renegamos si o si con las obras... ay que desdichados que somos no? jeje... cuando nuestro hogar se convierte en un caos y bueno... cuando uno ve el resultado enseguida se olvida de todo esos malditos días de construccion jheje.. un beso!

rosa_desastre dijo...

Una ve entrar a los albañiles en casa y es un drama épico jajajaja. Digo yo que nuestros antepasados no tenian ese problema con el fogon de leña ¿eh?
Un besazo

Anónimo dijo...

soy el vendedor de llaves de paso..aseguro que todas están homologadas...mire, mire,pruebe usted, y si está estropeada, se queda con ella y me compra otra..soy el vendedor de llaves de paso homologadas y de paso me voy de vacaciones pues como buen diablo acabo de decidir que como estoy en paro...ajjajaja
si me llegas a llamar a mí y a mi jefe, te aseguro lupe que no estamos ahí dos días, si no tres años. eso sí, a razón de 200 euros diarios y también , al cabo de esos tres años, con todo acabado. ah, aceptamos cervecitas o cocacolas...es que yo no bebo alcohol...
medio beso...
p.d.
ah, si ves al de las llaves de paso homolagacas, dile que se pase por mi casa, que quiero comprarle una.

San dijo...

jajaja a tí tenian que haberte nombrado jefa de obra, si es que cuando no quieren escuchar, no escuchan. Tres dias de calvario, pero al final ducha calentita sin interrupción.
Besos Maat.

Anónimo dijo...

Tuviste la mala suerte de topar con "especialistas" de medio pelo. Una vez, y lo conté en una entrada, estuve un mes entero con la reparación de una lavadora. En las obras se cumple la manida ley de Murphy: Si algo malo puede pasar, acaba pasando.
Un abrazo.

Alfredo dijo...

Estos trabajadores orgullosos y cabezotas, incapaces de escuchar alguna sugerencia, aunque venga de la dueña de la casa, que no entiende de llaves homologadas, pero si de sentido común.

Que pena que tuvieras que echar el "órdago" para que apareciese la plana mayor a solucionar el problema.

Besos

Matices dijo...

Lo que cuentas es muy normal... todavía recuerdo a mi marido teléfono en mano, después de dos días, llamando a cierto establecimiento de renombre... Diciéndole al gerente de planta, mi cuarto de baño es el camarote de los hermanos Marx me falta usted para tener el "partener" completo ¿le espero?... jajaja... Apareció esa misma tarde, pero el mal trago y el destrozo quedó.
Todo no vale por una venta.
Por lo menos ahora lo disfrutamos y se hace leve...
Besos

Abuela Ciber dijo...

Querida Maat

Festejar la esperanza es hermoso!!!!!

Felices Pascuas a ti y seres queridos!!!!

.

Abu

casss dijo...

Con todo lo que haces y además esto???

Ahora eso sí, con la forma de relatar, suelta y entretenida, si que no tienes problemas, amiga Maat!!!


achuchones de todos los colores

Mamaceci dijo...

Y a veces la solución está al alcance de la mano, pero la testarudez es un árbol que tapa el bosque, ¡tanto les cuesta comprobar aunque sea de reojo y disimuladamente si la llave funcionana mal?, bueno al menos tuvo un final feliz maat, te dejo un fuerte abrazo