
La propuesta de hoy: "Un viaje inolvidable"
Encontraréis el resto de participaciones en:
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Hace un tiempo, mi esposo y yo trazamos un plan, visitar todas las ciudades españolas que nos faltaban conocer. Realizamos una lista con sus nombres y, aunque no eran pocas, la ilusión que nos causó el proyecto era mucha.
Una de las localidades relacionadas era Cádiz. Para los que la conocéis, poco puedo añadiros; y los que no, sólo deciros que conocer Cádiz es, enamorarte de ella. Eso me ocurrió a mi. Su situación- como escapándose del mapa- su luz, su casco antiguo atravesado por largas y serpenteadas calles que terminan en el mar, el color plateado de sus playas, la simpatía de sus gentes, sus puestas de sol y todos los vestigios que 3000 años de historia han dejado en la ciudad, me confirmaron que, los más de 800 kilómetros que me separaban de ella, había valido la pena recorrerlos. Me pasaría en extensión si siguiera escribiendo sobre "La tacita de plata". Pero quiero contaros la razón por la que el viaje a esta provincia andaluza se hizo inolvidable para mi. Algo me llamó la atención desde el mismo momento que pisé suelo gaditano, sus torres-miradores.
De regreso a casa e impactada por esas coquetas construcciones, comencé a buscar información sobre ellas. Me fue difícil encontrarla. Por suerte, en la Biblioteca del Puerto de Santa María encontré un libro que parecía poder saciar mi curiosidad. "Las torres-miradores de Cádiz", de Juan Alonso de la Sierra Fernández. Gracias a él conocí lo que a continuación os cuento...
Para comprender la existencia de dichas torres-miradores es necesario saber que la ciudad se asienta sobre el extremo noroeste de un pequeño islote que mide aproximadamente nueve kilómetros cuadrados cuando la aguas están en su nivel medio y se reduce en cerca de dos kilómetros durante las pleamares vivas.
La base de la isla gaditana es una serie de conglomerados pliolénicos conocidos por "piedra ostionera", sobre la cual se asientan los edificios. Pero su carácter de isla de pequeñas dimensiones le va a proporcionar una serie de situaciones particulares que se reflejan en su actual fisonomía urbana, formada principalmente entre los siglos XVII y XVIII, durante su gran época de esplendor económico.
Las torres-miradores son construcciones de origen estrictamente civil que nacen como consecuencia de la búsqueda de un lugar fresco y discreto donde las mujeres islámicas pudieran encontrar expansión a su cercada vida hogareña. Las azoteas ofrecían un sitio tranquilo y soleado donde poder disfrutar cómodamente del bello entorno natural que ceñía al conjunto urbano. Desde ellas se podía contemplar parcialmente el mar abierto, la bahía y la tierra firme.
Al leer la explicación del origen de estas edificaciones quedé cautivada. Me imaginé las historias que guardarían esas pequeñas torres entre sus paredes. Mujeres a las que no se les permitía pasear por la calle, ni reunirse en grupos públicamente. Pero, podían subir allí, a tomar el sol, discretamente, con sus angustias, soledades, sueños rotos, opresiones, discriminaciones, ¿esperanzas? Imagino el torrente de lágrimas que el sol y los vientos del lugar secarían de esas mejillas. Y eso, se hace inolvidable cuando lo descubres.
Esto es sólo el origen de estas torres-miradores. Os aseguro que el resto de su historia, hasta nuestros días, es emocionante.
Si os apetece, podéis ver el video que hice como resultado de este tema en mi "viaje inolvidable" a Cádiz.
Maat