20 de febrero de 2009

Unas hojas de laurel


Mi colesterol (el malo) me saca todos los días a caminar. Esta mañana lucía un sol precioso y el aire era fresco. Un aire de esos que, al acariciarte en la cara, termina de espabilarte, vamos.

El parque por el que paseo está bordeado de esbeltas palmeras y la ligera brisa matutina las balanceaba como si estuvieran bailando al son de una melodía que sólo ellas podían escuchar; los rayos del sol, sobre sus palmas, se unían a la danza creando caprichosos destellos.

Estaba ensimismada siguiendo sus movimientos cuando, a lo lejos, he visto a un grupo de jardineros podando árboles y, justo al lado de la pila de ramas cortadas, había un señor mayor. Me he preguntado qué haría allí a esas horas, con lo a gusto que podía estar aún en su cama. Pronto he salido de dudas. El airecillo traía envuelto el aroma inconfundible del laurel. Cuando he llegado a su altura he comprobado que, con toda la paciencia del mundo, iba eligiendo las hojas más sanas de las ramas recién mondadas. No he podido menos que sonreír ante la ocurrencia y he seguido machacando al lípido invasor.

En el camino me he cruzado con algunos pajarillos buscando comida por el suelo. No se inmutan al vernos, ya son urbanos. Entre ellos he visto las primeras "lavanderas", esas pequeñas avecillas con una mancha blanca sobre el pecho a modo de delantal (de ahí su nombre) que llaman la atención por su briosa cola.

A mi regreso he vuelto a sonreír. Esta vez, bastante antes de llegar al laurel podado, al comprobar que ahora eran varios los señores mayores que estaban recogiendo hojas y formando ramilletes.

Había ocurrido con ellos lo mismo que con esos pajarillos que, desde los árboles, divisan a algún colega que ha encontrado pitanza y, poco a poco, van uniéndose a él para aprovecharse del hallazgo.

La imagen me ha parecido hasta romántica. Los he imaginado llegando a casa y ofreciendo el haz de hojas aromáticas a sus esposas como si se tratara de un ramo de flores del enamorado. No creo que exagere. Al fin y al cabo creo que ha sido en ellas y en sus guisos con quienes han pensado nada más ver la cantidad de laurel que iba a desperdiciarse. Además, para lo que estamos acostumbrados a ver y a oír cada día, prefiero recrearme en una imagen así. ¡Qué caray!

Sólo deseo que esa variedad de laurus nobilis sea comestible y nos les ocasione "trastornos digestivos". Me destrozarían la historia.

Maat













4 comentarios:

Allek dijo...

hola hola! espero estes de maravilla.. hasta hoy logre ver tu precioso gesto!!! me llena de ilusion... te dejo un fuertisisimo abrazo!!!!
cuidate mucho!!!!!


pd.. lindo regalo!

M.A dijo...

Cómo me gustan tus paseos, tus comentarios, tus reflexiones, tu mirada que habla y trae hasta aquí un paseo.
Yo tengo un laurel en la terraza del dormitorio, mira, ahora mismo lo estoy mirando desde la cama. Parece que te ha escuchado porque me ha sonreido.
Un texto precioso, Maat.
Un beso de laurel y canela en rama.

Tapioski dijo...

En el próximo paseo te acompaño. Quiero disfrutar de todas esas imagenes que expones tan bien. Un abrazo.

Sundance dijo...

Que relato más bonito... sobretodo me ha impresionado que seas de la clase de gente que es capaz de ver detalles como esos, que a la mayoria de los mortales les pasarian desapercibidos.
Enhorabuena por ser como eres y gracias por compartirlo con los demas.
Un beso Maat!