30 de marzo de 2008

Un día intenso

Eso fue para mi el día de ayer...intenso de emociones.

Por la mañana, acudí a acompañar a unos amigos "de la infancia" a despedir a su madre. Dejó de vivir el viernes, y aunque era muy mayor, tenía unas ganas enormes de "no marcharse". Se llamaba Consuelo, y era de esas personas que nacen buenas y son buenas a lo largo de toda su vida. Su familia y la mía eramos algo más que vecinos. Nos apreciábamos mucho y convivíamos muchas horas al día. Consuelo tenía tres hijos, de edades similares a las de mis hermanos y mía y fuimos casi como familia un montón de años. El segundo de los hijos de Consuelo, Manolin (hoy Manolo), era el mejor de mis amigos de aquella época. Eramos uña y carne, y según nos cuentan, a los 9 o 10 años ya habíamos hecho "oficial" que íbamos a casarnos. Ya os he contado en alguna ocasión que jugábamos en la calle horas y horas. Pues bien, recuerdo que Manolin, no dejaba pasar una noche sin acompañarme a la puerta de mi casa, y se esperaba hasta que yo subía el primer tramo de escalera y me volvía para decirle adiós con la mano. Entonces se marchaba todo contento, como el que ha hecho una gran obra... Vivimos una época muy bonita las dos familias, pues entonces, la vida se hacia de otra forma. Con los años, fuimos perdiendo el contacto diario, principalmente por cambio de domicilios y circunstancias personales de todos nosotros. Hace cosa de dos meses, me llamó una de mis hermanas que vive cerca de la hija mayor de Consuelo, y me dijo:

-la señora Consuelo me ha dicho que tiene muchas ganas de verte, que ya no se acuerda de la cara que tienes....

Me faltó tiempo para organizarme una tarde y pasarla con ella. ¡Cuánto disfrutamos las dos! Apenas pudo levantarse de su sillón para saludarme, cuando llegué, pero aún con la dificultad, no le faltó el humor para decirme una frase que a lo largo de nuestros esporádicos encuentros me repetía:
-mira que no casarte con mi Manolo.... y ahí comenzó nuestro último encuentro, en el que, cogida de mis manos, me volvió a relatar "las gracias" que hicimos de pequeños su hijo y yo. Con una memoria fotográfica, me trajo a la memoria muchas cosas que yo tenía olvidadas, pero que reviví gracias a ella y que tengo que confesaros, me emocionaron. Sin querer, cuando "remueves" cosas por ahí dentro, se tambalea el alma. Estoy segura que se alegró de verme, de pasar esas horas conmigo, pero para mí, la compensación, a nivel de sentimientos re-vividos, fue mucho mayor...
Esa tarde, le llevé un pañuelo para el cuello. Ayer, en el tanatorio, y después de darnos un abrazo, su hija me contó "la lata" que había dado su madre con mi pañuelo. No salia de casa, pero todos los días, cuando su hija la vestía, le pedía el pañuelo de Lupe. Y lo llevaba todo el día puesto.
Le pusieran la ropa que le pusieran, lo último, tenía que ser el pañuelo que le llevé esa tarde. Posiblemente, es uno de los mejores gastos que hice en los últimos meses....

Finalizado el sepelio, un grupo de los amigos de entonces, hicimos un poco de tertulia, y en medio del dolor que supone una pérdida, pasamos un rato agradable recordando cosas vividas juntos años atrás. Intercambiamos números de móviles, direcciones de correo electrónico... y volví hacia mi casa con una mezcla rara de sentimientos por dentro...

Pasé la tarde, recordando a ratos mis vivencias de la mañana. Mi esposo, que está de viaje de trabajo todo el fin de semana, me tenía preocupada, pues se habían hecho las 11,30 de la noche y no me había llamado. Normalmente me llama cuando paran a cenar, pero anoche, no lo había hecho y era rarisimo en él. Comenzaba a estar impaciente cuando sonó el teléfono. En su forma de hablar noté enseguida que algo pasaba. Lo primero que me vino a la mente fue pensar en un accidente de tráfico, pero no. El susto le había llegado por otro sitio...

-Ahora ya ha pasado todo...pero hemos tenido un percance....- me dijo-

Ni más ni menos, que el hotel donde se encuentran alojados sus compañeros de trabajo y él, había sufrido un atraco. Habían comenzado a cenar cuando escucharon unos ruidos como si fueran tiros... Alguien del hotel irrumpió en el comedor y les hizo salir corriendo ante un inminente y desconocido peligro. En su huida, mi esposo que fue de los últimos en poder abandonar el comedor del hotel, sufrió una caída lesionándose la rodilla. Afortunadamente, me dice, nada de importancia. Lo peor ha sido el sufrimiento y el susto pues esperaban que algo explotase o que les llegara algún tiro... Patético. Pudieron refugiarse en la cocina del hotel y luego la policía los sacó a la calle para inspeccionar todo el establecimiento. Parece ser que unos chavales entraron en la recepción del hotel y con un bate de beisbol destrozaron varios cristales de la entrada para crear confusión y en medio de ésta, aprovechar para robar. Los ruidos no eran tiros. Eran los impactos que sufrían los cristales y que quedaron destrozados. Pero esto, los clientes del hotel, lo han sabido luego. El susto, ya nadie se lo quita de sus cuerpos. La policía, les ha dado toda clase de explicaciones después de ver lo que las cámaras del hotel habían grabado.

Cuando quieren, donde quieren, a quien quieren y como quieren. Esa es la realidad actual que nos toca vivir. Hoy en ese hotel, mañana en un banco, incluso en nuestra propia casa, podemos vivir episodios parecidos. Es la época que nos toca vivir. No hay más que respirar hondo y aguantar... Y dar gracias. Podría haber sido peor. (Esa es la teoría que aplica mi esposo al tema) y que con bastante dificultad intento imitar.

Anoche, aún volví a hablar con mi esposo en dos ocasiones más. Quería asegurarme de que no me había ocultado nada. De que realmente estaba, dentro de todo lo vivido, bien. Ni que decir tiene que prácticamente no he dormido en toda la noche. Esta mañana, a primera hora, hemos vuelto a ponernos en contacto. Después de interesarme por su estado, le he preguntado si habían detenido a los atracadores...

-No he preguntado nada, -me ha contestado- lo más importante de todo es que tú y yo estamos hablando ahora... de todo lo demás, procura olvidarte. La policía hará su trabajo-

Intentaré hacerle caso. Pero creo que me va a costar. En décimas de segundo, puede cambiarnos la vida. Por el antojo de unos indeseables que campan a sus anchas...

Buscando tranquilizarme, no paro de repetirme lo que esta mañana me ha dicho mi esposo:
-lo más importante de todo es que tú y yo estamos hablando ahora....


MAAT


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