Cuando miro tus ojos como miran,
con esa placidez que me subyuga,
parece algunas veces que suspiran
por algo en el espacio que se fuga.
Parece que quisieran ser un rayo
que cruza por el eter desde el cielo,
o ser la queja de un desmayo
que vuela tras la huella de un anhelo.
Te miro con amor embelesado,
buscando en vano lo que ven tus ojos
y luego silencioso, muy callado
abogo porque logres tus antojos.
Quisiera que tus sueños, tus desvelos,
tus ansias de querer a quien te quiere,
dejaran ya por fin de ser anhelos
y fueran realidad que nunca muere.
Si nada puedo hacer queriendo hacerlo,
por que alcances la dicha que mereces,
haciendo que tan solo por quererlo
mis horas de indolencia desvaneces.
Si tuviera algo digno, que valiera,
a tus plantas, mujer, ofrecería
pero tengo tan sólo una quimera,
mi pobreza y mi loca fantasía.
Guardo un algo, quizás que había ocultado
por que tiene menos cotización
decrépito, luctuoso y lacerado
le llamo a esa piltrafa, corazón.
A duras penas su labor realiza
callando sus angustias noche y día,
a veces en las noches agoniza
y logra renacer durante el día.
Ya tiene a quien soñar en la noche
ya tiene a quien pensar durante el día,
tiene a quien brindar este derroche
de frases que pretenden poesía.
Tú le inspiras, le colmas, le confortas
con tu efigie de forma angelical,
y en la forma sutil con que te portas
la bondad le antepones a su mal.
Tú, tan buena, tan casta, tan honesta
tan hermosa y tan llena de atracción
a mis dudas propones la respuesta
dejando complacida mi razón.
Si nada tengo de ofrecerte digno,
permite al menos que te de mi ser
que amarte siempre me ordenó mi signo
aunque fuera el amarte padecer.
Si acaso alguna vez necesitaras
destruirte tu falsa soledad,
bastaría nada más con que llamaras
al que te ama callando su ansiedad.
Y acaso también, Dios no lo quiera,
si tuvieras la pena de sufrir
con llamarme a tu lado, donde fuera
tus pesares tendrías que compartir.
MARIO GARRIDO LECONA
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