1 de julio de 2007

Las dos muñecas


La nieta del mendigo suspira amargamente,
mojando con sus lágrimas la muñeca de trapo:
sobre la falda humilde, como una cosa ausente,
la muñeca es ahora solamente un guiñapo.

Porque aquella mañana cruzó frente a su choza
un brillante cortejo, rumbo al palacio real,
y vio una niña triste, que, en un áurea carroza,
llevaba una muñeca de marfil y cristal.

Y, en tanto, en el palacio del benévolo abuelo,
donde su ruego es orden y su capricho ley,
con los húmedos ojos llenos de desconsuelo,
también llora la rubia nietecita del rey.

Y también su muñeca sin par es un harapo,
ya sin traje de oro ni cabellos de trigo,
pues la princesa ansia la muñeca de trapo
que tenia en su falda la nieta del mendigo.

JOSÉ ÁNGEL BUESA






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