La noche caía plomiza sobre la ciudad. Juan, con su cartera de pedidos arañando la palma de su mano derecha, se dirigía hacia el coche con claros signos de cansancio. La visita al último cliente le había superado. Era el más duro de roer de esa plaza y, conseguir un pedido suyo le costaba más de dos horas de insoportable conversación. Pero tal y como estaban las cosas, no tenía más remedio que interpretar lo mejor posible su papel de complaciente escucha. Cada día era más costoso llegar a los objetivos mínimos que su empresa le exigía. De ahí, su sacrificado aguante.
Abrió la puerta de su vehículo y echó con cierta desgana la cartera en el asiento contiguo al suyo. Giró la llave y dio un zapatazo al embrague y, al mirar por el retrovisor para asegurarse de que no venía nadie, la vio. Era una luz intermitente de varios colores que llamaba a los parroquianos a visitar el local. La sequedad que sentía en la boca le sugirió tomar una copa antes de dirigirse al hotel. Allí solo le espera una triste habitación y un par de horas para cursar los pedidos a su empresa.
Un grupo de tipos extraños pululaban entre la penumbra del recinto. Se dejo caer en la barra y una exuberante morena se le acercó mientras apoyaba sus generosas y llamativas credenciales sobre el mostrador, a escasos centímetros de sus manos.
-¿Qué vas a tomar, majo?
-Lo que más pronto me quite la sed, preciosa.
La mujer le dio la espalda para alcanzar una botella de la pringosa estantería y entonces las descubrió. Unas chispeantes medias de seda envolvían sus estilizadas e interminables piernas. Los pobres focos de luz del otro lado de la barra, aún eran capaces de organizar bonitos destellos en ellas que lo cautivaron. Sintió unos deseos irrefrenables de acariciarlas, de tenerlas entre sus manos. La curiosidad de palpar su tacto le embargó.
-Me hechizan tus medias, le dijo, cuando la mujer le sirvió el transparente vaso preñado de cubitos nadando en un liquido incoloro.
-Por 100 pavos, te dejo que me las quites, le susurró mientras a la vez le lamia el lóbulo de la oreja...
Subieron directamente a la habitación del hotel desde el parking. Juan cerró la puerta tras ellos y dejó que ella le quitara la cartera de las manos y la dejara sobre una de las butacas de la estancia. Con suavidad le empujó sobre la cama, le aflojó el nudo de la corbata, le quitó la americana y tomándole sus manos, las llevó hasta las medias de seda que, curiosamente, ya no centelleaban.
-Son tuyas. Haz con ellas lo que te apetezca.
A duras penas pudo abrir los ojos. El sol comenzaba a colarse por las rendijas de las gruesas cortinas color caramelo. Sentía un peso horrible en la cabeza y, al intentar incorporarse, notó que sus manos estaban atadas a la cabecera de la cama. Con un sobresalto recordó como había comenzado todo aquello. Palpando unas medias de seda. Las mismas medias de seda que ahora lo tenían maniatado a los adustos barrotes de la cama. No recordaba nada más.
Liberado, se sentó en el borde del lecho mientras convertía al par de medias en un ovillo desechable.
Encima de la mesilla de noche, una nota con letra irregular:
-Vuelve cuando quieras, campeón.
Debajo de la nota, un billetero sin billetes.
Lupe
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15 comentarios:
Creo que es una historia que pasa muy a menudo, para que luego digan ellos que son el sexo fuerte, el inteligente, el poderoso, y siguen cayendo como moscas, atrapados por una simples medias de seda.
Un beso Lupe.
¡Toma ya! Por liarse con las primeras medias que brillan. Lo mejor son unos calcetines de lana, esos sí que son de fiar :))))
Un beso.
jejeje...ya nos hemos enterado sobre cómo y por qué la curiosidad mató al gato!!!
un abrazo bien juevero!
=)
Este gato salió bien escaldado y todo por querer cerciorarse de la calidad de las medias jajaja
Seguro que se le han quitado las ganas de volver.
Muchas gracias por participar.
Un beso
Es que no eran medias, eran enteras como rezaba el anuncio de hace tropocientos años. Al menos enteramente vacía se le quedó al pobre la cartera. Y es que hay muchas veces que los calentones consiguen que a uno le suba en exceso la fiebre y luego delira, jajaja.
Un abrazo
La tentación pudo con el cansancio, y la curiosidad del placer lo devoró.
Supongo que otra vez se lo pensará dos veces.
Buen relato
Un abrazo
Y lo peor no fue encontrar el billetero vacio, no, lo peor es que no recordaba porque pagó tanto. !Todo un campeón! si señor.
Lupe este curioso de la seda se quedo escaldado y bien.
Un abrazo
En este caso el gato no murió por su curiosidad, solo se quedó sin un peso. Ciertamente este tipo de situaciones a más de uno le ha pasado... es que muchas mujeres saben cómo aprovecharse de su sensualidad para despertar la curiosidad y el deseo a los más desprevenidos. ;)
Muy bien llevado tu relato!
Besos al vuelo:
Gaby*
La nota es una perlita que debería guardar, así la próxima piensa antes de ir a curiosear donde no debió.
Un abrazo.
Pienso que si de medias de seda se trata, en el Corte Inglés seguro que las encuentra mejores y más baratas, pero claro no creo que se tratara tanto del continente como del contenido. Ese fué el motivo de su imbecilidad.
A veces hay que refrenar la curiosidad.
Un abrazo.
Bueno al menos se quedó con las medias jajaja Lo peor de todo es no recordar si valió la pena amanecer con la billetera vacía.
Genial relato!!!
Un abrazo.
Me gustó la parte en que las medias de seda dejaron de brillar en la habitación, fue una sutil señal que las cosas iban a empeorar y no lo vio, su curiosidad o fetiche lo estaba a punto de derrapar.
Muy bueno, me encantó Saludos
Que bueno, Lupe!! y que real, como la vida misma, engatusador engatusado... esta vez se quedó sin pasta y lo mejor, ¿le llegó a quitar las medias? ¿que pasó? jaja, curiosa que es una...
Besos!!
Eso le paso por no tener la curiosidad de ver alguna película mas, seguro que hubiera reconocido la escena y hubiera declinado la invitación. Pobre hombre, vaya éxito....
Un beso
Y es que hay algo de razón en el dicho que dice que no todo lo que brilla es oro, sutil señal Lupe el momento en que las medias dejaron de brillar y la cartera quedó a un lado, la cosa no se veía bien desde el principio. Aleccionador, con final anticipado para todos menos para el protagonista, ja!
Me gustó mucho Lupe, te dejo un beso
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