7 de febrero de 2009

Una de palomitas...

Son las siete de la tarde. Mi esposo y yo estamos sentados en la sala de cine donde, en pocos minutos, proyectarán la película que mi hijo nos ha recomendado: "El curioso caso de Benjamín Button." En mis manos un vaso ¿pequeño? de palomitas que ya he comenzado a disfrutar. En las manos de mi esposo su chaquetón, mi abrigo, mi bufanda...jejeje

Se apagan las luces y dos o tres comerciales nos van poniendo en situación. Se ilumina de nuevo la sala unos breves segundos antes de comenzar la peli. Es en ese momento cuando llegan mis vecinos de butaca. Un padre cuarentón y una adolescente de no más de 13 ó 14 años, con un vaso igual que el mío de palomitas.

Intrigada por la vehemencia con la que mi hijo nos recomendó esta película intento no perder detalle desde el principio. De momento, la música del comienzo ya me agrada. Sigo con mis palomitas. Mi vecina adolescente, también. En cuestión de segundos el vaso se le va de las manos y aterriza justo en mis pies. La joven reacciona rápido y mientras lo recoge se escucha a su papá en un susurro:

-Eres un completo despiste, y no es la primera vez que te pasa...

La adolescente, airada, le responde:

-No debiste decir eso, papá. Sabes muy bien que no lo soy.

La acidez en la respuesta me saca de la concentración en la que estoy inmersa, tratando de quitar las palomitas de mis pies y acomodar los mismos entre la alfombra que los invade.
Acto seguido, el amonestado papá intenta seguir compartiendo los florecidos granos de maíz, pero un gesto ágil de la niña se lo impide. Lejos de enojarse le vuelve a susurrar:

-¿Te han quedado pocas? ¿Compro otro vaso?-

No obtiene respuesta.

En pocos minutos, el complaciente papá regresa a su butaca con el tamaño más grande de vasos de palomitas que existe. Con toda la paciencia del mundo rellena el menguado vaso de su hija que continua "ofendida".

Ni que decir tiene que, a estas alturas de la película, yo estaba más pendiente de mis vecinos que de la pantalla. Es uno de mis defectos, observar a la gente. Además, me gusta aprender, estar al día y, en este caso concreto, me zambullo de pleno a fisgonear los nuevos métodos sobre educación. La forma en la que educamos a mi hijo es ya, sin duda, inadecuada a nuestros días. Al igual que la empleada por mis padres conmigo. Con una mirada nos lo decían todo. Y cuidado que éramos listos. Con sólo esa mirada sabíamos perfectamente "todo" lo que debíamos hacer y lo que no. Vamos, un éxito.

Vuelvo a centrar toda mi atención en la película. Sólo me distraigo un poco las tres veces que mi angustiado vecino de butaca le pregunta a su retoño:

-Gatita, ¿estás bien?

No debe estarlo. Un ligero refunfuño es toda su respuesta. Sigue subida a la parra.

La paz entre padre e hija se firma a raíz de que al primero se le vuelca su gran vaso de palomitas y decenas de ellas van a parar a los escalones de la sala, hecho que propicia que ambos se fundan en una sonora carcajada y, a partir de ahí, todos felices.

Una vez que termina la proyección, mis vecinos abandonan con toda rapidez sus butacas. Y no me extraña. Siento vergüenza ajena cuando veo lo que dejan en su pequeño espacio. Llama mi atención el comprobar que los vasos de palomitas "se quedan" en sus respectivos asientos. Y algo más. Un móvil de los de última generación hace compañía al abandonado vaso pequeño. Lo recojo y salgo en busca de su propietaria. Encuentro al papá de la gatita en el vestíbulo del local. A la vez que le entrego el móvil le comento con cierto sarcasmo:

-Esto "también" os lo habéis dejado.-

Me mira con cara de póquer. No ha pillado la indirecta...

Añadir, que la película en cuestión (la de la pantalla), tiene justificadísimas las trece nominaciones a los Oscar. Mi hijo tenía razón con la sugerencia. Un acierto.

Para los protagonistas de mi otra película, tarjeta roja y al banquillo. Y, a ser posible, sancionados con no pisar una sala de cine tres o cuatro partidos. Por lo menos.


Maat






2 comentarios:

Tapioski dijo...

No soporto la mala educación, que cada uno deduzca lo que eso supone, con ese tipo de gente hay que ser más directo, no creen que hagan mal. Comparto la afición con tigo de observar, cada uno que le ponga el calificativo que quiera, pero "estudiando" a la gente aprendo mucho. Un abrazo.

Felisa Moreno dijo...

Hola Maat,
Yo también me fijo mucho en la gente, y me molestan ciertos comportamientos, seguro que en su casa no son tan sucios.
Enhorabuena por tu relato, es sencillo y ameno.
Un beso.