15 de enero de 2009

A mano amada

A mano amada,
cuando la noche impone su costumbre de insomnio,
y convierte
cada minuto en el aniversario
de todos los sucesos de una vida;

allí,
en la esquina más negra del desamparo, donde
el nunca y el ayer trazan su cruz de sombras,

los recuerdos me asaltan.

Unos empuñan tu mirada verde,
otros
apoyan en mi espalda
el alma blanca de un lejano sueño,
y con voz inaudible,
con implacables labios silenciosos,
¡el olvido o la vida!
me reclaman.

Reconozco los rostros.
No hurto el cuerpo.

Cierro los ojos para ver más hondo,
y siento
que me apuñalan fría,
justamente,
con ese hierro viejo:
la memoria.

ÁNGEL GONZÁLEZ


No hay comentarios: