1 de agosto de 2008

Invitación

El pasado mes de Julio tuve una sorpresa agradable. Alguna vez os he hablado de mi amigo Pablo. Pues bien, el pasado mes y en plenas vacaciones escolares, sus padres lo matricularon junto a su hermano Jorge en una escuela de verano. Afortunadamente para mi, no había servicio de comedor en el programa y la mamá de Pablo me preguntó si podría ocuparme de ellos para que comieran en mi casa a la salida de la escuela. No me paré ni a pensarlo. La propuesta me ilusionó pues a esta pareja de críos los quiero un montón y la idea de tenerlos en casa todos los días unas horas me alegró bastante.

Mi misión era ir a recogerlos cada día a la salida de sus actividades, traerlos a mi casa para que comieran y esperar a que sus padres los recogieran a la salida de sus respectivos trabajos.

El primer día que los recogí y de camino a mi casa, pasamos por un kiosco donde venden toda clase de golosinas para los niños. Al pasar por la puerta, Jorge paró en seco y me dijo aquello de:

-¿me compras una chuche, Pupe?

-no he bajado dinero Jorge, respondí, pillada totalmente por sorpresa...

Se conformó. Pero al día siguiente se repitió la escena. Esta vez, Jorge se había parado delante del cartel de los helados que colocado en la puerta del kiosco cumple su misión de reclamo a la perfección entre los niños que por la acera circulan...

No estaba yo por la labor de que todos los días tuviésemos que visitar el kiosco, y entonces se me ocurrió un plan que pasé a proponerles:

-Vamos a hacer un trato. Si durante la semana os portáis bien, el viernes, entramos al kiosco y os compráis 3 chuches y un helado cada uno. Pablo asintió enseguida. Jorge, primero me hizo "morritos", pero después de pensarlo un poco accedió. La verdad, es que los pactos, me han funcionado siempre bien con ellos.

Al día siguiente cuando volvimos a pasar por el kiosco, Jorge se adelantó corriendo hasta el cartel de los helados y me temí lo peor, pero cuando llegué hasta él me dijo señalándome uno de los helados: este me lo compraré el viernes...El plan, de momento, funcionaba.

Y no se han quedado ni un viernes sin sus chuches. Lo que quiere decir que se han portado bien, aunque mi hijo, que todos los días come con su esposa en mi casa, me haya dicho en más de una ocasión que "los consiento" demasiado, y que a él no le dejaba hacer algunas de las cosas que a Pablo y Jorge les permito. Y exagera. Y lo argumento. A Jorge es imposible tenerlo sentado durante el rato que dedica a comer. El final de su comida la toma ya sentado en mis rodillas, y como es un poco zalamero, pasa su brazo por mi cuello y entre cucharada y cucharada me llena la mejilla de besos y de natillas, y así ¿quien se niega a darle el postre?
La cuestión es que coman, y si así lo consigo...aunque tenga que doblarme en atenciones, pues Pablo que funciona solo, no nos pierde de vista y tengo que dedicarle algún que otro mimo también. Es lo justo.

El mejor rato es el de la sobre mesa. Normalmente jugamos con un dominó infantil y tengo que ingeniármelas para que ganen los dos alternativamente pues eso de perder, en lo que sea, los niños de hoy lo llevan fatal. Entre partida y partida me cuentan cosas, que tengo que decir que me encanta, pues me meto un poco en su mundo, y sobre todo, participo de ese lenguaje infantil tan gracioso que tienen los nanos. Una tarde, Jorge me dijo que tenía una novia en el cole. Le pregunté si era guapa y me dijo que si, que por eso era su novia...(Tiene 4 años recién cumplidos...) Promete.

Este mes de Agosto lo pasan con sus abuelos en una casa que tienen en un pueblo del interior. El último día que comieron en mi casa, Jorge me preguntó si iba a ir a verlo a "su chalé" pronto.

-Iré muy pronto a verte- le contesté

-Pues te invitaré a cenar. Mi abuelo tiene en el huerto pimientos y sandías...

Y claro que iré. No me puedo resistir a esa invitación.

MAAT




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