10 de julio de 2008

Mis cosas. Cerquita del mar...

Esta tarde he quedado con dos buenas amigas, F. y C. A lo largo del año, nos vemos poco, pero hablamos mucho... Son de esa clase de amigas que cuando te llaman por teléfono y dicen eso de: ¡hola!, ¿cómo estás? y respondes...bien, te dicen ¿bien? ¡y un huevo estás tú bien! y claro, te descubren. Y ya te han pillado. Sólo con oírme la voz, más o menos, ya "calan" el estado de ánimo por el que paso. A mi, me ocurre lo mismo con ellas. Y claro, es una ventaja, la mitad del camino ya recorrido...

Esta tarde, se hacia necesario sentarnos un rato a charlar. Y les he propuesto hacerlo cerca del mar. La tarde iba a ser intensa y yo, una vez más, necesitaba estar cerca de él, mirarlo me da vida, fuerza, sosiego...y esta tarde, iba a necesitar dosis extras de todo ello.

Nos hemos ido a una zona de la playa donde hay varios "merenderos". Nos ha costado un poco decidirnos donde pasar la tarde. Buscábamos una mesa en una zona con brisa, que no diera el sol,
íntima, acorde al bolsillo....puffff. Por fin hemos coincidido. Al llegar al sitio elegido, el servilletero de la mesa anunciaba la marca Pepsi, y he dicho: "aquí no tendrán coca cola". C, que ya se había sentado, se ha levantado como si le hubiesen pinchado en salva sea la parte, y ha dicho: "pues nos vamos a otro sitio. No te vas a quedar sin tu coca cola". Lógicamente, me "he conformado" y nos hemos quedado allí. Me he sentado de cara al mar y por un momento me he dejado llevar por el placer que me produce su presencia, algo que no puedo explicar con palabras, pero que agradezco infinitamente.

El tema de la reunión era muy concreto. F. atraviesa uno de los peores momentos de su vida. Su hija, que este año ha terminado su carrera , está enferma. Algo que se presentó de improviso y que en un principio los síntomas hicieron pensar en malaria. Tenía su explicación, pues el viaje de fin de carrera fue a un país tropical. Y cabía en la posibilidad. Pero esta misma semana, en una de tantas visitas médicas a las que se están sometiendo, les apuntaron la posibilidad de un linfoma. Y se desencadenó la tragedia.

F. nos ha puesto al día en todos los temas médicos. Luego hemos intentado que soltara lastre, que nos contara como estaba ella, que desahogara penas, temores, sensaciones...y en lo posible, ayudarla, aunque en estos casos, se hace muy difícil, porque solo puedes estar ahí, y confiar en los especialistas. No puedes hacer más.

A lo largo de la tarde hemos procurado comprender todos y cada uno de sus sentimientos. Hemos intentando reconfortarla, darle ánimos, apoyo, cariño y sobre todo...esperanza.

De regreso a casa, la primera en despedirse ha sido C. Ha bajado de mi coche aprovechando el semáforo en rojo, y al verla marchar se me ha hecho un nudo en el alma. C. hace poco menos de un mes que ha pasado a engrosar la lista de parados. Se ha quedado sin trabajo y con pocas posibilidades de reinserción a la vida laboral, en una edad crítica. Una más. Nada menos. Pero aún así, a pesar de estar hecha polvo, esta tarde ha querido estar junto a F. Para lo que hiciera falta. Para que contara con ella. Ha dejado de lado sus problemas para zambullirse de pleno en los de su amiga. Y eso vale mucho.

Luego, cuando hemos llegado a la puerta de casa de F., y antes de salir de mi coche, me ha dado un besazo en la mejilla, a la vez que me decía: Gracias, me has dado paz.

Me he emocionado. La tarde había sido intensa, y en esos momentos, ya sola, he dado un bajón...pero había valido la pena. Sólo ha sido una inversión. La vida es una rueda, y quizá dentro de nada sea yo la que necesite de ellas. Y no lo dudo. Estarán ahí. Para eso son mis amigas.



MAAT



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