29 de febrero de 2008

Mi amigo Pablo

Pablo es de todos mis amigos al que más quiero. Estoy segura que el resto de mis amigos que me leen no se van a molestar conmigo, sobre todo porque la mayoría lo conocen y me entienden perfectamente. Pablo tiene 6 años. Desde sus 3 meses hasta que cumplió 5 años cuidé de él. Y no sabéis las "horas" que llevamos habladas los dos. Pablo, de pequeño -como si ahora fuera mayor- era de esos críos que preguntan y preguntan y nunca se cansan de preguntar, y dio conmigo, que me encanta contar y contar, y nunca me canso de hacerlo. O sea, que formábamos un buen equipo. Un día, Pablo quería tener claro que parentesco me unía a él.

Entonces Pupe, -así me llama- ¿tú no eres tía mía?

Pues no, Pablo, yo soy una persona que te cuida cuando los papis trabajan.

¿Tampoco eres una yaya mía?

Pues no, Pablo, pero te quiero como si lo fuera...

Bueno, pues entonces eres mi amiga ¿A que si?

Y me concedió el titulo de amiga. Y cualquiera se resiste a eso. Con lo difícil que es ostentarlo...

Después de Pablo llegó Jorge. Y también lo cuidé, aunque menos tiempo. Y también fue distinto.
Jorge tardó bastante en hablar y su carácter es completamente diferente al de su hermano. Cuando Jorge comenzó a ir al cole de los "mayores" con Pablo, ya dejé de cuidarlos. Y pasé una temporada fatal. Los echaba mucho de menos. Siempre digo que en todas las casas deberíamos tener niños...
¡Lo que alegran los bribones!. Por eso, cuando vienen a visitarme me alegro mucho y se me hace cortísimo el tiempo que permanecen conmigo. A Pablo le encanta que le cuente cosas de cuando era "pequeño" y cada vez que nos vemos tenemos que hablar del pasado...Y para que negarlo, me gusta y disfruto tanto como él.
A Pablo, le escribí un diario con los detalles de cada día de los que pasó en mi casa todo el tiempo que estuvo a mi cuidado. Y le encanta leerlo. Yo no puedo hacerlo. Me emociona todavía cuando intento leerlo en las visitas que les hago en su casa. ¡Si seré tonta!

Pues bien, esta semana, una tarde, me llamó la mamá de Pablo para decirme que le había surgido un problema de índole familiar y que si yo me podía ocupar de ir a por los críos al cole y tenerlos en casa hasta que ella solucionara su problema. Para mi fue como un regalo. Le dije que marchara tranquila que yo me ocupaba de todo. Fue una sorpresa para ellos verme a la puerta del cole. Aún me duele el cuello del apretón que Jorge me dió cuando lo cogí en brazos para darle un beso...Demasié.

De camino a casa, le pregunté a Pablo si tenía deberes. Y tenía. Dos hojas de sumas y dos hojas de "cono". ¿Que es eso de cono, Pablo? Pues conocimiento del medio Pupe... ¡Glup! Entonces, los tres, hicimos un pacto. Lo primero que haríamos sería merendar y en ese rato veríamos dibujos en la TV. Luego , se apagaba la tv hasta que Pablo terminara sus deberes. Con la alegría de la sorpresa de los cambios de la tarde, los dos consintieron en mi propuesta. Y así lo hicimos. Pablo quiso empezar por las sumas y a Jorge yo le tenía preparado un dibujo de uno de sus personajes favoritos, Caillou, para colorearlo. Os diré que Jorge, desde que empezó el curso, se ha negado prácticamente en redondo a colorear. Dice que se cansa y no hay forma. Ni su profe, ni sus padres, han dado aún con el secreto para que lo haga. De momento, muchas dosis de paciencia...
Yo, sólo conseguí que pintara una rueda de la bicicleta de Caillou. Y gracias. Empezó a dolerle la "pancha", hizo pipí dos veces, y hasta me pidió que le tocara la frente a ver si tenía fiebre pues de repente, también le dolía la cabeza. Cuando me preguntó si podía pintar "saliéndose" del dibujo, decidí que se olvidara de Caillou. Puse a su disposición la caja de juguetes que tengo en mi casa de cuando eran pequeños y en un pis pas se le pasaron todos los males. ¡Que morrazo se gasta el crío! (Pero conmigo le funcionó, lo reconozco.)

Pablo seguía con las sumas. Me senté a su lado para ir ayudándole si me necesitaba. Pero la verdad es que Pablo va sobrado. No tuvo que rectificar ni una operación. Y luego pasamos a las hojas de "cono"... Y aquí llega el quid de la cuestión. Se hicieron las 19,30 de la tarde cuando Pablo terminaba sus deberes. Con 6 años. Y es de los que "van solos". Y yo me pregunto: ¿Es realmente necesario ese plan de estudios con críos de 6 años?¿Es tan necesario los deberes en casa después de todo lo que hacen durante el día en el cole? Si es cuestión de crearles hábito, ¿no sería suficiente con un poco menos de trabajo? Y me puse a pensar en el horario diario de Pablo. Su jornada comienza a las 8 de la mañana. Pasa en el colegio 8 horas. Hay dos días a la semana que tiene entrenamiento pues juega en un equipo de baloncesto. Otros dos días a la semana acude a clases de inglés. Y todos los días lleva deberes a casa. Según me comentaba su mamá cuando vino a recogerlos, hay días, que se le hacen las 21,30 con los deberes. Sobre todo, los días de "actividades extraescolares vespertinas". Y estamos hablando de niños de 6 años. Para mi, escandaloso. Palabra. Creo que un abuso. ¿Que rato les dejamos cada día para que disfruten de lo que son? NIÑOS, así, con mayúsculas. Me parece, que alguien, está metiendo la pata... y no retiro lo de pata. Las "cabezas pensantes" que diseñan los planes de estudios de esta forma, creo, no deben tener piernas....

¡Ah! solo añadir una cosa. Según los últimos datos, parece ser que vamos a la cabeza en Europa en eso que se llama "fracaso escolar". Y no me extraña.

MAAT







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