18 de enero de 2008

Ir de pesca...

Hoy, ha amanecido un día precioso. Claro y brillante, sin apenas una diminuta nube en el cielo. Con esa luz tan especial con que se pasea el sol por mi tierra, Valencia. La temperatura, demasiado alta para las fechas en que nos encontramos, pero aún así, se agradece. De siempre, y no sé por qué, el viernes, es el día de la semana que más me gusta. Esta semana, ha sido especialmente durilla para mí. Albañiles en mi cocina, y la casa....mejor ni os lo cuento. Visitas médicas....y un pequeño pellizco en el alma. De esos que duelen. De los que no esperas y menos cuando se trata de alguien a quien quieres. Pero la vida es así. ¿A quien no le pasan estas cosas? Y bien, con un montón de sentimientos pujando por el mejor sitio por ahí dentro, me he agobiado. Una no es de piedra. Después de salir de la consulta de mi doctora a la que le he llevado mi última analítica, soportar el "chaparrón" que me ha caído... y poner el coche en marcha, he tenido muy claro donde quería ir. Necesitaba estar cerca de él. Mirarle. Olerlo. Dejarme acariciar por su brisa. Que me arropara, que me mimara...Y me he ido a su encuentro. Al encuentro con el mar.


Desps de aparcar mi coche, me he dirigido hacia una zona de la playa en la que hay un malecón que entra bastantes metros en el mar y donde me siento muy bien. Es como si por unos minutos, me dejases aún más lejos lo que queda a mi espalda, ese pedacito de mundo donde me ha tocado vivir y que a veces, tanto me cuesta comprender. El mar estaba tranquilo, con algunas puntillas blancas diseminadas por su superficie que lucia en varias tonalidades de azul a cual de todas más bonitas. Un grupo de gaviotas estaba de pesca...

Al final del malecón, me ha llamado la atención la presencia de un pescador, ¿el motivo? os lo explico. ¿Habéis visto alguna vez a un pescador con cinco cañas de pescar a un tiempo? Pues eso es precisamente lo que me ha sorprendido de este buen hombre, que tenía 4 cañas lanzadas al mar y sujetas entre las rocas y él, con otra entre las manos que lanzaba y recogía constantemente. Vamos, que no era el clásico pescador que permanece sentado pacientemente entre sus aparejos de pesca esperando una captura... Y que cosas, observándolo me ha venido a la mente una de las frases de mi doctora Amparo, que a estas alturas, está intentando que yo cambie mi "chip":
- tienes que empezar a pensar más en ti, tu prioridad, por encima de todos has de ser tú-
y puede que tenga razón, pero eso ¿como se hace? Eso no me lo ha explicado. Al igual que el pescador del malecón, ¿quizá tengo muchas cañas lanzadas al mar que atender? Posiblemente. Incluso, pensándolo detenidamente, creo que mi fallo está en que aparte de cuidar de mi caña, intento supervisar que la caña, el anzuelo, la carnada de los"míos" reúna las mejores condiciones, y esto, entre otras cosas, agota, dispara mis niveles de tensión arterial, y alguna cosilla más... He segu
ido, con curiosidad, los movimientos de mi ocasional vecino de mar, y aunque desconozco por completo los secretos del arte de la pesca, creo que "esas" no son las formas ... pero en realidad, poco importa, si él lo pasa bien así, pues bendito sea. Yo, me quedo con la reflexión que me ha nacido al ver a este pescador, y la actitud que debo retocar en un futuro lo más inmediato posible.

El resto de mi tiempo lo he dedicado a admirar el mar. Y digo bien. No a mirar el mar, no. A admirarlo en toda su extensión, disfrutar de la melodía de las sencillas olas que rompían contra las rocas, sentir su brisa, detener por un momento mi mente y saborear ese pedacito de tiempo que estaba viviendo, "desarmarme" con mi fragilidad humana ante la belleza y el poder de la naturaleza, y poco a poco, renovarme por dentro...

Aunque no me canso de estar junto al mar, se ha hecho la hora de marcharme. Más tranquila, con más calma por ahí dentro, y un poco más feliz, he ido alejándome del malecón. Aún he tenido una ráfaga de tiempo para mirar las rocas y desear ser un poco roca en la vida. Permanecer como ellas, firme, ya llegue el mar con fuerza, ya llegue con un ligero balanceo... ¡Lo que se puede aprender observando la naturaleza!

A la vez que giraba la llave de contacto de mi coche he dirigido mi última mirada al mar, como queriéndomelo llevar en mi pupila grabado...

Volveré, le he dicho, volveré..... ¿Que sería de mi sin el mar tan cerca?

MAAT



















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