Hacía varios años que no presenciaba una cabalgata de Reyes. Este año me apetecía ir a verla y tomar algunas fotos para mi blog. Además, me gusta ver la expresión de los niños mientras ven pasar a sus majestades... Debe ser cosa del paso del tiempo, o sea, de la edad que una ya tiene, que hoy, a lo largo del día, me haya acordado varias veces de la forma en que yo vivía todo lo relativo a los Reyes Magos de Oriente. Os adelanto que no busco comparaciones para decir que esto es mejor que aquello. Solo opino, lógicamente basándome en experiencias propias... Yo vivía esos días plenamente. Los disfrutaba. Cada año, una vez pasaba la Navidad, ya empezaba a esbozar mentalmente la carta de los Reyes. Recuerdo que me sentaba a la mesa camilla de mi casa al lado de mi madre que "supervisaba" mis peticiones. No podían ser muchas, pues había muchos niños para repartir juguetes y si nos "pasábamos" pidiendo cosas se corría el riesgo de que no trajeran nada...
Queridos Reyes Magos, como este año me he portado bien, deseo que me traigan.....ponías tres o cuatro cosas como mucho y el final era lo mejor....y lo que buenamente puedan. Una vez que la carta estaba terminada, mi madre me acompañaba a entregarla al emisario del Rey elegido. Yo siempre elegía a Baltasar. La tarde de la cabalgata era un puro nervio. Vivíamos en una zona muy céntrica de Valencia, y la comitiva real pasaba muy cerca de mi casa. Normalmente nos íbamos a verla en grupo, los amigos de la calle y las mamás. Solo recuerdo de esas cabalgatas unos camiones enormes con montañas de cajas de todos los tamaños y envueltas en papel marrón con unos letreros muy grandes anunciando sus contenidos: "Muñecas", "Balones" "Cocinas" "Bicicletas" "Trenes".... Ni que decir tiene que cuando yo veía las cajas de las muñecas me emocionaba pensando que ahí llegaba la mía... Todos los años pedía muñecas. Tenía una buena colección. Cuando la cabalgata terminaba, nos íbamos a casa hechos un ovillo de nervios. Había que cenar pronto y acostarse temprano. Si los Reyes llegaban y veían luz en las casas, pasaban de largo. O sea, que cenábamos pronto, colocábamos el pan duro y un recipiente grande con agua para los camellos...y a dormir. Al día siguiente todo era mágico. Los Reyes habían subido hasta mi casa, se habían llevado el agua y el pan duro para los camellos y a cambio, me habían traído "algo" de lo que yo había pedido y lo que buenamente habían podido... Pero éramos felices. Esa mañana, nos juntábamos en la calle los críos de la barriada y nos enseñábamos los juguetes entre gritos y risas. Y jugábamos. Jugábamos horas y horas. De eso me acuerdo con mucho cariño. Os contaba que esta tarde me he ido a ver la cabalgata. Y ¿sabéis? he vuelto a casa un poco decepcionada. Y os diré el por qué. Soy consciente que cada época tiene lo suyo, y está claro que vivimos en un pleno consumismo. De ahí, que la cabalgata de reyes sea un escaparate andante de firmas comerciales. Carrozas patrocinadas por diferentes empresas tienen cabida en la actual comitiva real... He echado mucho de menos una cabalgata "más infantil", algo con lo que los niños imaginen, sueñen, se ilusionen... Me he acordado de aquellos camiones grandes cargados de cajas de juguetes de "mis cabalgatas" que me hacían imaginar con ILUSIÓN, que allí llegaba mi muñeca nueva...
No os canso más. Voy a terminar ya mi relato. Tengo que apagar la luz, no sea que llegue Baltasar y pase de largo....
Queridos Reyes Magos, como este año me he portado bien, deseo que me traigan.....ponías tres o cuatro cosas como mucho y el final era lo mejor....y lo que buenamente puedan. Una vez que la carta estaba terminada, mi madre me acompañaba a entregarla al emisario del Rey elegido. Yo siempre elegía a Baltasar. La tarde de la cabalgata era un puro nervio. Vivíamos en una zona muy céntrica de Valencia, y la comitiva real pasaba muy cerca de mi casa. Normalmente nos íbamos a verla en grupo, los amigos de la calle y las mamás. Solo recuerdo de esas cabalgatas unos camiones enormes con montañas de cajas de todos los tamaños y envueltas en papel marrón con unos letreros muy grandes anunciando sus contenidos: "Muñecas", "Balones" "Cocinas" "Bicicletas" "Trenes".... Ni que decir tiene que cuando yo veía las cajas de las muñecas me emocionaba pensando que ahí llegaba la mía... Todos los años pedía muñecas. Tenía una buena colección. Cuando la cabalgata terminaba, nos íbamos a casa hechos un ovillo de nervios. Había que cenar pronto y acostarse temprano. Si los Reyes llegaban y veían luz en las casas, pasaban de largo. O sea, que cenábamos pronto, colocábamos el pan duro y un recipiente grande con agua para los camellos...y a dormir. Al día siguiente todo era mágico. Los Reyes habían subido hasta mi casa, se habían llevado el agua y el pan duro para los camellos y a cambio, me habían traído "algo" de lo que yo había pedido y lo que buenamente habían podido... Pero éramos felices. Esa mañana, nos juntábamos en la calle los críos de la barriada y nos enseñábamos los juguetes entre gritos y risas. Y jugábamos. Jugábamos horas y horas. De eso me acuerdo con mucho cariño. Os contaba que esta tarde me he ido a ver la cabalgata. Y ¿sabéis? he vuelto a casa un poco decepcionada. Y os diré el por qué. Soy consciente que cada época tiene lo suyo, y está claro que vivimos en un pleno consumismo. De ahí, que la cabalgata de reyes sea un escaparate andante de firmas comerciales. Carrozas patrocinadas por diferentes empresas tienen cabida en la actual comitiva real... He echado mucho de menos una cabalgata "más infantil", algo con lo que los niños imaginen, sueñen, se ilusionen... Me he acordado de aquellos camiones grandes cargados de cajas de juguetes de "mis cabalgatas" que me hacían imaginar con ILUSIÓN, que allí llegaba mi muñeca nueva...
No os canso más. Voy a terminar ya mi relato. Tengo que apagar la luz, no sea que llegue Baltasar y pase de largo....
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