16 de noviembre de 2007

La enredadera

En el áureo esplendor de la mañana,
viendo crecer la enredadera verde,
mi alegría no sabe lo que pierde
y mi dolor no sabe lo que gana.
Yo fui una vez como un pozo oscuro,
y fui como la forma de esa nube,
como el gajo verde que ahora sube
mientras su sombra baja por el muro.

La vida entonces esa diferente,
y, en mí claro alborozo matutino,
yo era como la rueda de un molino
que finge darle impulso a la corriente.

Pero la vida es una cosa vaga,
y el corazón va desconfiando en ella,
como cuando miramos una estrella,
sin saber si se enciende o si se apaga.

Mi corazón, en transito de fuego,
ardió de llama en llama, pero en vano,
porque fue un ciego que extendió la mano
y sólo hallo la mano de otro ciego.
Y ahora estoy acodado en la ventana,
y mi dolor no sabe lo que pierde
ni mi alegría sabe lo que gana,
viendo crecer la enredadera verde
en el áureo esplendor de la mañana.

JOSÉ ÁNGEL BUESA



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