5 de septiembre de 2007

Un paseo por la playa

Esta mañana, era uno de esos días, en que hubiera pagado para no salir de mi cama. Casi hasta me ha molestado ver que la luz del sol, colándose en mi alcoba, me anunciaba que el día ya estaba ahí... Para darme un poco de tiempo, he intentando sumergirme en las páginas del libro que tengo entre manos actualmente (El médico, de Noah Gordon) pero tampoco ha funcionado. Leía y leía párrafos, sin "leer" nada. Me he dado otra oportunidad, y después de colocar a mi libro en posición "descansen", me he enchufado a mi MP3. Muchas veces, la música obra maravillas en mi estado de ánimo. Pero lejos de ayudarme a salir "del sobre", lo que ha ido haciendo la música, ha sido retenerme, aún más, en horizontal. Un mal amigo -en ocasiones- que tengo cerca, mi reloj de cabecera, implacablemente iba chivándose del paso del tiempo. Y entonces, he dejado un poco libre a "la loca de la casa", como llamaba Santa Teresa a la imaginación, y me he acordado de todas esas personas, que según nos están contando estos días los telediarios, padecen de "estrés post vacacional". !Que envidia me han dado! Lo que yo deseaba esta mañana haber tenido un puesto de trabajo al que acudir. Unos compañeros, que vieran lo morenaza que me he puesto este Agosto, a quien contar que casi me picó una medusa, y que gracias a una amiga con la que "charraba" en pleno baño en el mar, me avisó. Aunque tengo que reconocer, que viendo a los socorristas que teníamos en ese trocito de playa, no me hubiese importado casi nada, dejarme curar, de una picada de medusa o de lo que fuera... Y llegada a este punto,(el de la playa, no el de los socorristas, no penséis mal) se me ha encendido una luz y he dicho, ahora mismo me levanto, y me voy a la playa. Dicho y hecho. Después de coger mi libro, mi móvil, mi MP3, mi crema de sol, dos melocotones, mi cámara de fotos, mi gorra, ....ufff, ya, basta, si sigo cogiendo cosas, no me iré nunca...me he dirigido hacia la playa. El tráfico ya estaba "cargadito", y he reconocido a más de uno de esos del estrés post vacacional. Cuando ven a una mujer al volante, y ese volante pertenece a un wolwagen del 92, se acaloran, e intentan, que no sigas las indicaciones de velocidad de las señales de tráfico, y que oposites constantemente a esa sanción tan fácil de conseguir hoy día. Por cierto, ya que estoy en este tema, y saliéndome un poco del relato en sí, os diré que no exagero nada, cuándo os digo que hoy, es muy fácil que te multen. Hace un mes, recibí una multa por correo certificado, de un simpático agente, que me "vio pasar" en mi coche, largando por el móvil, y me "cayeron" 300 euros...y un montón de lágrimas. Así de sencillo, solo con verte pasar...les sobra. ¿A que es fácil? Pues cuidadin. Bueno, sigo. Por fin he llegado a la playa. Casi desierta....!que gozada! He alquilado una tumbona y una sombrilla de esas de paja tan acogedoras y después de embadurnarme de protección solar me he entregado al sol, a la brisa y al único sonido que se disfrutaba en la playa, el leve llegar de las olas...
Después de un rato, mi cuerpo serrano tenía una temperatura que invitaba a dejarse acariciar por el mar. He iniciado un paseo por su orilla. Me encanta hacerlo antes de zambullirme "del todo". Y ha valido la pena. Decenas de pececillos, con evidentes signos de "estrés post vacacional" nadaban alborotados entre las últimas olas que llegaban a la arena. No sé que buscarían, pero cuando estaban ahí, seguro que era por algo. Centenares de pechinitas viajeras entre las olas del mar, diminutas, se iban quedando entre el borde del agua y de la arena, dibujando una bonita puntilla. Enfrascada mirando los peces, no he visto la llegada de una pareja de ancianos, que como yo, paseaban por la orilla. Al llegar a mi altura, la señora me ha dedicado un "buenos días" muy cariñoso, como si me conociera de toda la vida:
-¿Verdad que está buenísima el agua?- ha continuado diciéndome, casi sin darme tiempo a responder a su saludo.
-nosotros venimos todas las mañanas, el médico nos ha dicho que es muy bueno para la circulación andar por la orilla del mar...
Y así, he comenzado una conversación con ellos, que me apetece compartiros. Para mí, sin desperdicio...
Según me han contado, llevan 50 años, acudiendo a ese lugar. Se conocieron allí, y no han dejado de ir ni un verano. Pero este año, no habían ido aún, pues su único hijo- !Ay los hijos! l
es tiene prohibido que lo hagan, pues ya son muy mayores para ir solos... y ahora, aprovechando que el hijo se ha ido de viaje, se han "escapado" a disfrutar de su mar.

-Por si al año que viene, no podemos- me decía Antonio.

De no ser porque me ha parecido una falta de respeto hacerles una foto, se la hubiera hecho. Pero os cuento. Antonio, que así se llamaba el señor, llevaba unos pantalones "pirata", seguramente heredados de algún nieto, muy lejos de pertenecer a su talla, y una camiseta blanca de tirantes, de las de toda la vida, que sujetaban con dos pinzas de esas de tender la ropa, las puntas de una toalla, que a modo de chal, le cubría los hombros para protegerse del sol. Colgando alrededor de su cuello, una cuerda, con las zapatillas de los dos, atadas en cada uno de sus extremos. Cubría su cabeza con un sombrero de paja, casi con tantos años, como los de Antonio. En su mano izquierda, llevaba el bolso de Carmen, para que ella no lleve peso, -me ha dicho,- y su mano derecha, entrelazada con la de su esposa, cuidando cada paso que ésta daba para que no perdiera el equilibrio... Carmen iba con uno de esos "babis" de ir por casa, eso sí, doblada su orilla hacia arriba y sujeta también con más pinzas, evitando que se salpicara con las olas... A todo esto, deciros, que el agua no les llegaba más arriba de los tobillos, y sin querer, he pensado en el médico que les aconsejó pasear por la orilla del mar para beneficiar su circulación.... Pobrecillos, entendieron sólo la mitad de la recomendación.
Mientras Antonio y Carmen han seguido con su paseo, yo me he dado un reconfortante chapuzón. Después de tomar un rato el sol y cuando estaba recogiendo mis bártulos para regresar a casa, he visto volver a Carmen y Antonio. Aún iban cogidos de la mano y con sorpresa, he comprobado que se desviaban hacia donde yo me encontraba. Querían decirme adiós.
Y ¿ para que engañarnos ? me han emocionado. He visto que la cara de Antonio estaba bastante colorada del sol y le he preguntado si se habían puesto crema protectora.
-Nosotros no nos gastamos dinero en esas cosas- me ha respondido Carmen.
Entonces, les he convencido para que se sentaran un poco debajo de mi sombrilla, en la tumbona, y les he dado mi tubo de crema solar. Le he pedido a Carmen que le pusiera un poco a su esposo en la cara, y aunque no había forma de que me hiciera caso, al final, ha consentido...
-si nos viera Toni.... le ha dicho Carmen a su esposo, mientras en sus ojillos, rodeados de arrugas, he visto un brillo especial, de picardía, de quien está haciendo algo prohibido...
Les he tenido que convencer nuevamente, para que se quedaran un rato,allí, descansando. Después de explicarles que con el tiket de pago que les dejaba podían disfrutar de la sombrilla y de la tumbona todo el día, han consentido sentarse de nuevo. Me he despedido de ellos y camino de mi coche, me he vuelto a mirarlos en un par de ocasiones. Ahora, era Antonio quien le estaba poniendo crema a Carmen en la cara. No he podido dejar de pensar en cual habrá sido su secreto para estar tan pendiente el uno del otro después de 50 años de estar juntos. Y he sentido un poco de envidia, de la buena, pero envidia.
Ya con mi coche en marcha, les he vuelto a mirar. Ahora estaban sentados de cara al mar. Le habían dado la vuelta a la tumbona y se habían colocado de cara al mar...a disfrutarlo. Como llevan haciendo desde hace 50 años. Me ha dado satisfacción. Esa pequeña satisfacción que sientes por ahí dentro cuando haces algo por alguien.
Y eso si, he pensado, que en cuánto llegase a casa, iba a llamar a mi hijo por teléfono y a decirle que ni se le ocurra, vamos, que ni intente, cuando yo sea "mayor", prohibirme que vaya a disfrutar del mar. !Faltaría más! Y no le he llamado en ese momento, con el móvil, por si estaba por allí el agente ese de los 300 euros...

MAAT







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